VIERNES 16 DE SEPTIEMBRE/11
Primera lectura
De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 6, 2-12
Querido hermano: Lo que te he dicho anteriormente, es lo que debes enseñar e inculcar. Porque, quien enseña doctrinas diferentes y no se atiene a las palabras de salvación de Jesucristo, nuestro Señor, y a lo que enseña la religión verdadera, es un orgulloso e ignorante, obsesionado por las discusiones y los juegos de palabras. Y lo único que nace de todo ello, son envidias, pleitos e insultos, sospechas perjudiciales y continuos altercados, propios de hombres de mente depravada, privados de la verdad y que consideran que la religión es un negocio.
Ciertamente la religión es el gran negocio, pero sólo para aquel que se conforma con lo que tiene, pues nada hemos traído a este mundo y nada podremos llevarnos de él. Por eso, teniendo con qué alimentarnos y con qué vestirnos nos damos por satisfechos.
Los que a toda costa quieren hacerse ricos, sucumben a la tentación, caen en las redes del demonio y en muchos afanes inútiles y funestos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se han desviado de la fe y se han visto agobiados por muchas tribulaciones.
Tú, en cambio, como hombre de Dios, evita todo eso y lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que has sido llamado y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial 48
R/. Dichosos los pobres de espíritu.
¿Por qué temer en días de desgracia, cuando nos cerca la malicia de aquellos que presumen de sus bienes y en sus riquezas confían? R/.
Nadie puede comprar su propia vida, ni por ella pagarle a Dios rescate. No hay dinero capaz de hacer que alguno de la muerte se escape. R/.
No te inquietes, cuando alguien se enriquece y aumentan las riquezas su poder. Nada podrá llevarse, cuando muera, ni podrá su poder bajar con él. R/
Aunque feliz se sienta mientras viva y por pasarla bien todos lo alaben, ahí donde jamás verá la luz descenderá a reunirse con sus padres R/.
ACLAMACIÓN antes del evangelio (cfr. Mt 11, 25) A/. Aleluya, aleluya.
Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R/.
Proclamación Del santo Evangelio según san Lucas: 8, 1-3
¡gloria a ti, señor!
En aquel tiempo, Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios.
Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades Entre ellas iban María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios bienes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Meditación
Desde lo comienzos de la misión de Cristo, la mujer muestra respecto de Èl y respecto de todo Su Misterio, una sensibilidad particular que corresponde a una de las características de su feminidad.
Conviene remarcar, a demás, que esto está confirmado particularmente en cuanto al Misterio Pascual, no sólo en el momento de la crucifixión sino eminentemente en la mañana de la resurrección.
Las mujeres son las primeras en acudir a la tumba. Son las primeras de encontrarla vacía. Son las primeras en escuchar: "No está aquí, ha resucitado, tal como lo había anunciado" (Mt 28,6) Son las primeras a echarse a sus pies (Mt 28,1_10; Lc 24,8_11)
El evangelio de Juan (cf también Mc 16,9) pone de relieve el papel particular de María Magdalena. Es la primera de encontrar a Cristo resucitado...Por esto se ha venido a llamarla "apóstola de los apóstoles".
María Magdalena fue, antes que los apóstoles, testimonio ocular de Cristo resucitado y, por esta razón, fue también la primera en dar testimonio delante de los apóstoles.
Este acontecimiento es, en cierto sentido, la coronación de todo lo que se había dicho anteriormente sobre la transmisión, por medio de Cristo, de la verdad divina a las mujeres, en condiciones iguales con los hombres. Se puede decir que aquí se cumplen las palabras del profeta: "Yo derramaré mi espíritu sobre todo hombre. Vuestros hijos e hijas profetizarán." (Jl 3,1) Cincuenta días después de la resurrección de Cristo, estas palabras quedan confirmadas en el cenáculo de Jerusalén, cuando desciende el Espíritu Santo, el Paráclito. (cf Hch 2,17)
Todo lo que se había dicho sobre la actitud de Cristo frente a las mujeres es confirmado e iluminado por el Espíritu de la verdad sobre la igualdad entre hombre y mujer.
Beato Juan Pablo II
Sabemos que entre sus discípulos, Jesús escogió a doce para ser los padres del nuevo Israel, y los escogió para que «estuvieran con Él y enviarlos a predicar».
Este hecho es evidente, pero, además de los Doce, columnas de la Iglesia, padres del nuevo Pueblo de Dios, escogió también a muchas mujeres para que fueran del número de sus discípulos.
No puedo hacer más que evocar brevemente las que se encuentran en el camino del mismo Jesús, desde la profetisa Ana hasta la Samaritana, la Sirofenicia, la mujer que sufría pérdidas de sangre y a la pecadora perdonada.
No insistiré sobre los personajes que entran en algunas parábolas vivientes, por ejemplo la del ama de casa que cuece el pan, la que limpia la casa porque pierde la moneda de plata, la de la viuda que importuna al juez. En nuestra reflexión de hoy son más significativas estas mujeres que han jugado un papel activo en el conjunto de la misión de Jesús.
Naturalmente, en primer lugar se piensa en la Virgen María, que por su fe y su colaboración maternal coopera de manera única a la redención hasta el punto que Elisabet pudo proclamarla «bendita entre todas las mujeres», añadiendo: «Dichosa la que ha creído».
Hecha discípula de su Hijo, María manifiesta en Caná su absoluta fe en Él, y lo siguió hasta la cruz donde recibió de Él una misión maternal para con todos los discípulos de todos los tiempos, representados allí por Juan.
Detrás de Nuestra Santìsima Madre, vienen muchas mujeres, las cuales, a títulos diversos, han ejercido alrededor de la persona de Jesús funciones de diversa responsabilidad.
Son ejemplo elocuente de ello las que seguían a Jesús asistiéndole con sus recursos y de las que Lucas nos transmite algunos nombres: María de Magdala, Juana, Susana, y «otras muchas».
Seguidamente los Evangelios nos informan que las mujeres, a diferencia de los Doce, no abandonaron a Jesús a la hora de la Pasión.
Entre ellas destaca, de manera particular, María de Magdala, la cual, no tan sólo asistió a la Pasión, sino que fue la primera en recibir el testimonio del Resucitado y a anunciarle. Es precisamente a ella a quien santo Tomás de Aquino reserva el calificativo único de «apóstol de los apóstoles», y añadiendo este bello comentario:
«Así como una mujer anunció al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer anunció a los apóstoles palabras de vida».
Papa Benedicto XVI
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!
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