Martes 4 de OCTUbre/2011
Primera lectura
Del libro del profeta Jonás: 3, 1-10
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: "Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar".
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor.
Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando:
"Dentro de cuarenta días Nínive será destruida".
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños.
Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros, mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto:
"Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos".
Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Palabra de Dios.
¡Te alabamos, Señor!.
Salmo responsorial 129
R/. “Perdónanos, Señor, y viviremos”.
Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. R/.“Perdónanos, Señor, y viviremos”.
Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos. R/.“Perdónanos, Señor, y viviremos”.
Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y Él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades. R/.“Perdónanos, Señor, y viviremos”.
ACLAMACIÓN antes del santo evangelio (Lc 11, 28)
R/. “Aleluya, aleluya”.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica, dice el Señor. R/.“Aleluya, aleluya”.
Proclamación Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 38-42
¡gloria a ti, señor!
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo:
"Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude".
El Señor le respondió:
"Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará".
Palabra del Señor.
¡Gloria a ti, Señor Jesús!.
Meditación
Solemos pensar que quienes se dedican a la vida contemplativa, es decir, se consagran a Dios para vivir en un convento o monasterio de clausura, han asumido el papel de María de Betania, mientras los demás, que nos dedicamos a la lucha por la supervivencia, a la actividad pastoral y a vivir los avatares de la cotidianidad, hemos optado por la parte de Marta.
Sin embargo, esta división tajante de roles no le hace justicia al mensaje del Evangelio.
Lucas nos invita a ‘escoger la mejor parte’, es decir, la de convertirnos en oyentes y servidores de Jesús; que reconociendo cuándo se manifiesta Él en nuestra vida, nos dispongamos a escucharlo sin distracciones.
Por cierto, como cristianos no podemos renunciar a la dimensión contemplativa de la relación con Dios, porque es el fundamento de nuestra identidad discipular.
Si no nos hacemos oyentes de las enseñanzas del Maestro, ¿qué vamos a anunciar? Si no somos servidores de su Palabra, ¿qué vamos a creer? Hemos de ponernos en contacto con los pies del Maestro para descubrir en ellos el camino que nos conduce hacia el reino.
Debemos acercarnos a esa humanidad sencilla del Maestro de Nazaret, para descubrir en sus enseñanzas el misterio de su divinidad escondido por los siglos.
Pero la mayor parte de nosotros –y de modo primordial los laicos- está llamada a testimoniar a Cristo viviendo sumergida en el mundo, para procurar su transformación de acuerdo al Evangelio como cabal "levadura en la masa".
Compatibilizar ambos roles implica una sabiduría que hemos de pedir a Dios con humildad y constancia.
Las palabras de Jesús nos invitan a hacer un alto en nuestras frenéticas labores cotidianas para reflexionar sobre lo trascendental; para aprender sobre sus propias enseñanzas.
Jesús mismo nos orienta acerca de estar atentos a "las cosas mejores", a las únicas realmente importantes. ¿Cuántas veces nos dejamos imbuir por los quehaceres cotidianos, por los afanes del día a día? ¿Cuántas nos sumergimos bajo cerros de trabajo, de tareas importantes, sí, pero no sustanciales? ¿Cuántas veces privilegiamos atender lo urgente pero olvidamos lo realmente importante?
"Escuchar las enseñanzas de Jesús". ¿Qué podría tener mayor importancia que aprender de sus propios labios, ahondar en su significado, encontrarse entre los privilegiados que podían escucharlo directamente, entre aquellos que podían preguntarle por la correcta interpretación de las mismas?
Ciertamente si miramos a la ligera y fuera de contexto algunos actos, éstos nos pueden parecer injustos, como por ejemplo, parecería injusto el que María no ayude a Marta en las tareas cotidianas. Pero si miramos más allá del acto mismo y nos preguntamos por las razones que impulsan a María a sustraerse de los quehaceres domésticos, encontramos que no es por pereza, mezquindad o falta de solidaridad. Ella desea ocuparse en algo de importancia suprema, aprovechar una ocasión única.
Por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.
¡amén!
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