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LA PALABRA DE DIOS: LECTURAS Y SANTO EVANGELIO DEL LUNES 10 DE OCTUBRE/2011
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De: ADMINISTRADORES  (Mensaje original) Enviado: 10/10/2011 06:20
 
 


Lunes 10 de octubre/2011

 

Primera lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 1, 1-7

 

 

 

Yo, Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por Él para proclamar su Evangelio.

 

 Ese Evangelio, que, anunciado de antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de entre los muertos.


Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe para gloria de su nombre. Entre ellos, se cuentan también ustedes, llamados a pertenecer a Cristo Jesús.

 

 A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de su pueblo santo, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.

 Palabra de Dios.

¡Te alabamos, Señor!.

 

PROCLAMACIòN Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 29-32

¡GLORIA A TI, SEÑOR!

 

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y èste comenzó a decirles:

 "La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.


Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.


Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".

Palabra del Señor.

¡Gloria a ti, Señor Jesús!.

 

Meditación

 

 

Muchos se dejaron influenciar por aquella ideología que hacía del Mesías esperado un ser espectacular, protagonista de signos extraordinarios.

 

Y cierto que Jesús realiza signos verdaderamente extraordinarios, que no pueden ser captados por las conciencias alienadas sino por aquellos que en medio de todo son capaces de descubrir la presencia del Reino.

Jesús tilda a su generación de perversa y malvada, ellos pervirtieron la mente del pueblo exigiendo pruebas para creer;

 

intuyendo Jesús su rechazo oficial, se remonta al caso de Jonás y su predicación en Nínive. Convendría volver a leer la novelita de Jonás (es muy breve y su lectura atenta sería muy saludable) para que podamos sopesar mucho mejor el alcance de lo que Jesús dijo, y sigue diciendo, a quienes le exigen signos del cielo. 

En efecto si miramos bien, lo único que hace Jonás es recorrer la ciudad de Nínive durante un solo día, sin hacer ni decir otra cosa què

 «dentro de cuarenta días Nínive será destruida» (Jon 3,3-5).

Eso fue suficiente para que aquella ciudad extranjera, símbolo para aquella época de la perversión y la injusticia, se convirtiera haciendo penitencia con los mismos gestos externos habituales en el judaísmo, y así Dios la perdonó.

 

Mírese bien que nadie interroga al profeta sobre su origen, procedencia, su autoridad, ni siquiera el mismísimo rey se detiene en ello, bastó una palabra y el resto fue pura disposición a escucharle de manera obediente. 

 

El otro extremo de la comparación es absolutamente desproporcionado. Por un lado aquí (en tierra de Jesús) se trata de un pueblo con siglos de preparación, con toda clase de cuidados y de intervenciones divinas, en definitiva este es el pueblo de la promesa y de la esperanza de la realización/cumplimiento de las promesas;

 

sin embargo, cuando llega el tiempo del cumplimiento no lo creen y piden signos. 

 

Cierto que nuestra fe necesita fundamento, bases sólidas, pero no podemos caer en la tentación o en la ingenuidad de ponerle condiciones a Dios para creer en El.


Jesús nos invita a conocerlo más cada día; a abrir nuestra mente y nuestro corazón a su palabra. Revisemos, entonces, si lo que hemos recibido de Dios como el don de la fe no lo hemos transformado más bien en una simple creencia carente de sentido y de compromiso, y, por tanto, sedienta de espectacularidades.

 

Por la lectura del santo evangelio, sean perdonados nuestros pecados.

 

¡amèn!

 

 

 
 

 



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