SEGUNDO SABADO DE ADVIENTO. DICIEMBRE 10 DEL 11
PRIMERA LECTURA
DEL LIBRO DEL SIRÁCIDE (ECLESIÁSTICO): 48,1-4. 9-11
En aquel tiempo, surgió Elías, un profeta de fuego; su palabra quemaba como una llama.
Él hizo caer sobre los israelitas el hambre y con celo los diezmó.
En el nombre del Señor cerró las compuertas del cielo e hizo que descendiera tres veces fuego de lo alto.
¡Qué glorioso eres, Elías, por tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti? En un torbellino de llamas fuiste arrebatado al cielo, sobre un carro tirado por caballos de fuego. Escrito está de ti que volverás, cargado de amenazas, en el tiempo señalado, para aplacar la cólera antes de que estalle, para hacer que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos y congregar a las tribus de Israel.
Dichosos los que te vieron y murieron gozando de tu amistad; pero más dichosos los que estén vivos cuando vuelvas.
PALABRA DE DIOS.
TE ALABAMOS, SEÑOR.
DEL SALMO 79
R/. Ven, Señor, a salvarnos.
Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos.
R/. Ven, Señor, a salvarnos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.
R/. Ven, Señor, a salvarnos.
Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
R/. Ven, Señor, a salvarnos.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (LC 3, 4. 6)
R/. Aleluya, aleluya.
Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán la salvación de Dios.
R/. Aleluya, aleluya.
PROCLAMACION DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 17, 10-13
¡GLORIA A TI, SEÑOR!
En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús:
"¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?".
Él les respondió:
"Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden. Es más, yo les aseguro a ustedes que Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron e hicieron con él cuanto les vino en gana. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos".
Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.
PALABRA DEL SEÑOR.
¡GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS!.
MEDITACIÓN
Elías y Juan Bautista ocupan el espacio de cada una de las dos lecturas que nos presenta la liturgia.
Ambos viven conforme a sus ideas. No se dejan encandilar por las comodidades ni por el prestigio. Prefieren mantener su libertad interior y ambos sufren incomprensiones, exilio y muerte.
El Señor Jesús despeja las interrogantes de sus discípulos:
El nuevo Elías no era otro que Juan Bautista Sus contemporáneos despreciaron su propuesta y lo quitaron de en medio.
El fracaso y la muerte violenta de Juan Bautista alertaron a Jesús sobre su destino trágico. Entregado a la voluntad divina, se mantiene firme hasta el final, esperando que por medio de su muerte, el Padre apresure la llegada del Reino.
Al afirmar Jesús que Elías ha venido ya, echa por tierra la doctrina mesiánica de los letrados sobre una restauración gloriosa.
La misión del nuevo Elías, que consistía en preparar al pueblo, ha sido impedida por los que no lo reconocieron y lo trataron a su antojo, dándole muerte. Estos son los dirigentes judíos, fariseos y saduceos, a los que Juan se opone desde el principio (3,7), y los miembros del Gran Consejo que no han reconocido a Juan como enviado divino (21,23-27).
La realización del plan divino sobre Israel depende de la respuesta de éste a Dios. Dios no se impone forzando la libertad humana ni exime al hombre de su responsabilidad.
Este texto nos enseña a descubrir los signos de los tiempos a través de las situaciones concretas, para que examinemos los hechos y acontecimientos que el Espíritu suscita en nuestra vida y logremos cumplir la voluntad de Dios. Así testimoniaremos lo que creemos.
La prueba decisiva será siempre el amor de Dios y de los otros en lo concreto de la vida; no el amor de pequeños grupos, sino un amor universal, signo del cristiano.
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!
|