En
aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y al
pueblo:
-«Este
hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo
habéis oído con vuestros oídos.»
Jeremías
respondió a los príncipes y al pueblo:
-«El
Señor me envió a profetizar contra este templo y esta ciudad las palabras que
habéis oído.
Pero,
ahora, enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del
Señor, vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció
contra vosotros.
Yo,
por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mi lo que mejor os parezca.
,
Pero, sabedlo bien: si vosotros me matáis, echáis sangre inocente sobre
vosotros, sobre esta ciudad y sus habitantes. Porque ciertamente me ha enviado
el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos estas palabras. »
Los
príncipes del pueblo dijeron a los sacerdotes y profetas:
-«Este
hombre no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro,
Dios.»
Entonces
Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías, para que no lo entregaran al
pueblo para matarlo.
PALABRA
DE DIOS
¡TE
ALABAMOS SEÑOR!
SALMO RESPONSORIAL 68, 15-16. 30-31. 33-34
Responso: Escúchame, Señor, el día de tu favor.
Arráncame
del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mi.
Responso: Escúchame, Señor, el día de tu
favor.
Yo
soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Responso: Escúchame, Señor, el día de tu
favor.
Miradlo,
los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Responso: Escúchame, Señor, el día de tu
favor.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEGÚN SAN MATEO 14,
1-12
¡GLORIA
A TÍ, SEÑOR!
En
aquel tiempo, oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus
ayudantes:
-«Ése
es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes
actúan en él. »
Es
que Herodes había mandado prender a Juan y lo habla metido en la cárcel
encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía
que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo
miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El
día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le
gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera.
Ella,
instigada por su madre, le dijo:
-«Dame
ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. »
El
rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran;
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron
la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su
madre.
Sus
discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
PALABRA
DEL SEÑOR
¡GLORIA
A TÍ, SEÑOR!!
MEDITACIÓN
Ante
Pilato, Cristo proclama que había “venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad” (Jn 18,37).
El
cristiano no debe “avergonzarse de dar testimonio del Señor” (2Tm 1,8). En las
situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla
sin ambigüedad, a ejemplo de S. Pablo ante sus jueces. Debe guardar una
“conciencia limpia ante Dios y ante los hombres” (Hch 24,16).
“Herodes
había mandado prender a Juan y lo habla metido en la cárcel encadenado, por
motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le
estaba permitido vivir con ella”.
Juan
Bautista también está en medio, es otro “mandao”. Por mucho poder que tuviera
Herodes, hasta para poder mandar cortarle la cabeza, Juan no se acobarda ni le
entra miedo por decir lo que tiene que decir. faltaría a la verdad y a la
caridad si dijese que está bien lo que está mal.
Le pasa lo mismo que a Jeremías con los
sacerdotes y profetas de Israel: “En aquellos días, los sacerdotes y los
profetas dijeron a los príncipes y al pueblo:
-«Este hombre es reo de muerte, porque ha
profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestros oídos.»
Jeremías
respondió a los príncipes y al pueblo, serenamente, con la verdad, sin miedo a
dar la vida terrenal por obedecer a Dios, confirma una vez más, lo que Dios le
mandó profetizar y acepta de buen grado, la disposición de muerte en su contra:
“Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos:
haced de mi lo que mejor os parezca”.
El deber de los cristianos de
tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del
evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es
transmisión de la fe en palabras y obras.
El testimonio es un acto de justicia que
establece o da a conocer la verdad (cf Mt 18,16)...manifiestan con su vida y el
testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo
y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación.” (Ad
Gentes, 11; Vaticano II)
“Te bendigo por haberme juzgado
digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de tus
mártires...Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el
eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado. Por él, que está
contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros.
Amén.” (s. Policarpo, mártir, 14, 2-3)
POR
LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS NUESTROS PECADOS.