Viernes de la
17ª semana de Tiempo Ordinario
Agosto 3 del 2012
PRIMERA LECTURA
del libro de Jeremías 26, 1-9
Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de
Judá, vino esta palabra del Señor a Jeremías:
-«Así dice el Señor:
Ponte en el atrio del templo y di a
todos los ciudadanos de Judá que entran en el templo para adorar, las palabras
que yo te mande decirles; no dejes ni una sola.
A ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, y me
arrepiento del mal que medito hacerles a causa de sus malas acciones.
Les dirás:
“Así dice el Señor:
Si no me obedecéis, cumpliendo la
ley que os di en vuestra presencia, y escuchando las palabras de mis siervos,
los profetas, que os enviaba sin cesar (y vosotros no escuchabais), entonces
trataré a este templo como al de Silo, a esta ciudad la haré fórmula de
maldición para todos los pueblos de la tierra.” »
Los profetas, los sacerdotes y el pueblo oyeron a Jeremías decir estas
palabras, en el templo del Señor.
Y, cuando terminó Jeremías de decir cuanto el Señor le había mandado decir
al pueblo, lo agarraron los sacerdotes y los profetas y el pueblo,- diciendo:
-«Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este
templo será como el de Silo, y esta ciudad quedará en ruinas, deshabitada? »
Y el pueblo se juntó contra Jeremías en el templo del Señor.
PALABRA DE DIOS
¡TE ALABAMOS SEÑOR!
SALMO
RESPONSORIAL 68, 5. 8-10. 14
Responso: Que me escuche tu gran bondad, Señor.
Más que los pelos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?
Responso: Que me escuche tu gran bondad,
Señor.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mi.
Responso:
Que me escuche tu gran bondad, Señor.
Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Responso:
Que me escuche tu gran bondad, Señor.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
13, 54-58
¡GLORIA A TÍ, SEÑOR!
En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar
en la sinagoga. La gente decía admirada:
-«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del
carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y
Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?»
Y aquello les resultaba escandaloso.
Jesús les dijo:
-«Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.»
Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.
PALABRA DEL SEÑOR.
¡GLORIA A TÍ, SEÑOR JESÚS!
MEDITACIÓN
Las enseñanzas de Cristo, era siempre sorprendente, además
“su palabra iba
acompañada de autoridad” (Lc 4:31), “no como los
escribas” (Mc 1:22).
Pero esta admiración era de “escándalo”. Sin embargo esto
generalmente sucede entre los
hombres y parece acentuarse en los poblados pequeños, la
gente no concibe cómo uno de
los suyos pueda ser distinto de ellos, máxime con la
altura que Jesús les demostraba.
Entonces ellos se
preguntaban; “¿De dónde le viene a éste la sabiduría y los milagros?”.
Seguramente se
hacían esta pregunta porque conocían a sus padres y a sus familiares y a él
mismo desde pequeño.
Pero este detalle es precisamente la clave de la solución
del “escándalo” de los nazarenos,
ya que Juan alude y explica el porqué de esto.
Dicen los
judíos:
“¿Será verdad que
(Jesús) es el Mesías? Pero de éste sabemos de dónde viene; más el Mesías,
cuando venga, nadie sabrá de dónde viene” (Jn 7:26-27).
En efecto, en la creencia de entonces estaba divulgado
que del Mesías nadie sabría su
origen. Por eso, la gran contradicción que tenían sus
paisanos era ésta:
“la sabiduría y los milagros” le acreditaban como Mesías.
Era lo que le dirá un día Nicodemo (Jn 3:2).
Pero, conociendo ellos a sus padres el carpintero y María
y a sus “hermanos” y “hermanas,” al enfrentarse ellos con la creencia popular
del origen desconocido del Mesías, se “escandalizaban de El” como Mesías.
Un día le dirán sus mismos “hermanos,”
ante esta tremenda duda, que vaya a Jerusalén, sin duda
para que la autoridad religiosa
vea estas cosas y las juzgue (Jn 7:3.5).
La respuesta de Cristo, es una observación de evidencia
cotidiana, y que los evangelistas
recogen:
“Un profeta es despreciado solamente en su
pueblo y en su familia.”
Y tal era la actitud de desconfianza de los nazaretanos
ante su obra, que El “se
maravillaba.”
Cristo sabía todas
las cosas por su ciencia sobrenatural. Y esta conducta de sus paisanos, que
cerraban los ojos a la evidencia, era, en el plan de Dios, obstáculo a que El
se prodigase en milagros allí:
“No hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe
de esa gente”
El evangelista Mateo, nos destaca el escándalo de los
paisanos de Jesús, y ellos alegaban
que conocían a su familia:
No es éste el hijo del
carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos
Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus
hermanas?
El que se considere por los nazaretanos como “hijo del
carpintero,” ignorantes ellos de la
concepción virginal de Jesús, no significa sino que
hablan de El como lo que “legalmente
aparecía. Pero después de citar a María, “su
madre,” habla de “sus hermanos.”
Esto plantea el problema, ya célebre, de los “hermanos”
de Jesús. Algunas confesiones religiosas evangélicas, gustan mucho de
interpretar a su modo este relato, y proclaman que la Virgen María tuvo más
hijos.
Que María no tuvo más hijos después de Cristo, que es el
“primogénito” (Lc 2:7), no solamente es dogma de fe la perpetua virginidad de
María , sino que también es bíblicamente manifiesto.
Ya es indicio de ello la escena que relata Lucas:
Cuando
Jesús tenía doce años, suben al templo, según costumbre, con el Niño. El
cumplimiento estricto de la Ley el bar miswah (hijo del precepto o de la Ley)
comenzaba para los varones a los trece años cumplidos. Pero los judíos
acostumbraban ya a llevar a sus hijos antes al templo, lo mismo que a otras
prácticas, para acostumbrarlos. Esto sugiere que, si Jesús a los doce años, antes
de la obligación usual, es llevado por sus padres, según costumbre “iban cada año”
, es que no tenía más hermanos, pues María debería haber quedado al cuidado de
ellos, ya que habían de ser pequeños, y la mujer no estaba obligada a subir a
Jerusalén.
Otra indicación bíblica de esta perpetua virginidad de María
es la escena del Calvario:
Cristo, moribundo, encomienda a María a San Juan, quien
“desde entonces la recibió en su casa” (Jn 19:26.27). Pero, si María hubiese
tenido más hijos esto supone también la muerte de San José , Jesús no tenía por
qué encomendar a nadie su cuidado temporal, pues por derecho correspondía a sus
propios hijos. Máxime cuando bastantes años después vivía en Jerusalén “Jacobo
el hermano del Señor” (Gal 1:19).
No deja de ser notable que, siempre que se habla de estos
“hermanos del Señor,” jamás se diga que son hijos de María. Tampoco choca ver
la conducta de estos “hermanos” que se portan como hermanos mayores de Cristo,
pues le daban consejos (Jn 7:3) y querían reducirle a casa, pues les extrañaba
su modo de conducirse (Mc 3:21).
Pero estos pequeños detalles son igualmente de interés a
este propósito. Ya que ésto, en las costumbres de Oriente, sólo era permitido a
los hermanos mayores, pero no viceversa.
Pero Cristo era el “primogénito.” También a esto puede
aadirse que, según el relato de la anunciación, María, entonces “desposada,” o,
según otros, ya casada, tiene hecho un propósito de perpetua virginidad en el
matrimonio (Lc 1:34). Pero ¿habría de ser motivo para quebrantar este propósito
el haber sido hecha madre del Mesías y Madre de Dios?
¿No es éste un motivo más para mantener su “voto”?
La razón fundamental de hablar de estos “hermanos” y
“hermanas” de Cristo, que no son sino parientes y familiares, es que ni en
hebreo ni en arameo hay una palabra que exprese específicamente estos grados de
parentesco; éste ha de expresarse por un circunloquio o suponerse por otro
capítulo Ejemplos de esto aparecen numerosos en la Biblia (Ex 2:11;
Lev 10:4; 1 Par 23:21-22; 2 Par 36:4; cf. 2 Re 24:17; Jer
37:1; 2 Sam 2:26, etc.). Así,
Abraham dice que él y Lot son “hermanos” ('ahím) (Gen
29:15), cuando es el mismo libro
el que dice que Lot era sobrino de Abraham, hijo de una
hermana (Gen 29:13; 28:2; Tob
8:7).
Pero no sólo estas razones hacen ver que no se trata de
hijos de María, sino que el mismo Evangelio da los nombres de la madre de estos
“hermanos” de Jesús.
Estos “hermanos” de
Jesús son los siguientes: “Santiago y José, Simn y Judas” (Mt 13:55; Mc 6:3).
De las “hermanas”
no se dan nombres. Pues bien, son los mismos evangelistas que dan estos nombres de los “hermanos” de Jesús los que dan el nombre
de la madre de ellos.
Al hablar de las
personas asistentes en el Calvario a la crucifixión de Cristo, donde estaba
presente María la madre de Jesús (Jn 19:25), Mateo cita a “María la madre de
Santiago y José” (Mt 27:56) y Mc cita igualmente a “María la madre de Santiago
el Menor y de José” (Mc 15:40).
Luego ni por realidad histórica ni por la perspectiva de
los evangelistas, esta expresión de “hermanos” de Jesús se puede referir a
hijos de María, sino a familiares o parientes.
Cristo Jesús, María y San José, vivan en nuestros
corazones.
POR LA LECTURA DEL SANTO EVANGELIO, SEAN PERDONADOS
NUESTROS PECADOS.
¡AMÉN!