MARTES 22 DE MARZO DEL 2016
Martes Santo
PRIMERA LECTURA
Libro de Isaías 49,1-6.
¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre.
El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba.
El me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré".
Pero yo dije: "En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza". Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios.
Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza.
El dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra".
PALABRA DE DIOS
¡TE ALABAMOS SEÑOR!
SALMO RESPONSORIAL Salmo 71(70),1-2.3-4a.5-6ab.15.17.
R./ Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por Tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.
R./ Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Sé para mí una roca protectora,
Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque Tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!
R./ Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Porque Tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En Ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.
R./ Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Mi boca anunciará incesantemente
Tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, Tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado Tus maravillas.
R./ Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGùN SAN JUAN 13,21-33.36-38.
¡GLORIA A Tì, SEÑOR!
Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere".
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato".
Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer".
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás".
Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".
PALABRA DEL SEÑOR
¡GLORIA A Tì, SEÑOR JESùS!
Por la lectura del Santo Evangelio, sean perdonados nuestros pecados. Amèn
MEDITACIòN
Volviéndose el Señor, fijó su mirada en Pedro. Y Pedro, tomando conciencia de lo que acababa de decir, se arrepiente y llora..., se deshace en lágrimas y queda mudo.
Sí, las lágrimas son oraciones mudas; merecen el perdón sin pedirlo; sin más obtienen la misericordia... Las palabras a veces no llegan a expresar una oración, las lágrimas siempre son oración.
Las lágrimas expresan siempre lo que sentimos, mientras que las palabras pueden quedar impotentes para expresar los sentimientos.
Por esto, Pedro no recurre a palabras: las palabras lo empujaron a la traición, al pecado, a renegar de la fe. Prefiere confesar su pecado con sus lágrimas, ya que renegó hablando...
Imitemos a Pedro en lo que dice en otro lugar, cuando el Señor le pide por tres veces: “Simón, ¿me amas? (Jn 21,17). Tres veces responde: “Señor, tú sabes que te quiero.”
El Señor le dice luego: Apacienta mis ovejas”, y esto por tres veces.
Esta palabra compensa su desviación anterior; aquel que había negado al Señor lo confiesa tres veces; tres veces se hizo culpable, tres veces obtiene la gracia por su amor.
Veamos, pues, qué beneficio sacó Pedro de sus lágrimas!... Antes de derramar lágrimas, él era un traidor. Después de las lágrimas fue escogido como pastor. Aquel que se había portado mal, recibe el encargo de conducir a los demás.