SABADO 26 DE MARZO DEL 2016
Sábado Santo - En la noche : Santa Vigilia
Pascual
No hay celebración de la Eucaristía. La Cuaresma termina antes de la misa vespertina del Jueves Santo, incluimos el texto del Evangelio de esa celebración
Libro del Exodo 14,15-31.15,1a.
Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por
qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.
Y tú, con el bastón en alto, extiende tu
mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.
Yo voy a endurecer el corazón de los
egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré
de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus
guerreros.
Los egipcios sabrán que soy el Señor,
cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus
guerreros".
El Angel de Dios, que avanzaba al frente
del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la
columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás,
interponiéndose entre el campamento egipcio
y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros
iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los
unos a los otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el
mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló
toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron,
y los israelitas entraron a pie en el cauce
del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
Los egipcios los persiguieron, y toda la
caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en
medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el
Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró
la confusión entre ellos.
Además, frenó las ruedas de sus carros de
guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron:
"Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra
Egipto".
El Señor dijo a Moisés:
"Extiende tu
mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus
carros y sus guerreros".
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al
amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida,
pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
Las aguas envolvieron totalmente a los
carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en
medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.
Los israelitas, en cambio, fueron caminando
por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e
izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las
manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la
orilla del mar,
y fue testigo de la hazaña que el Señor
realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su
servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este
canto en honor del Señor:
Libro del Exodo 15,1b-2.3-4.5-6.17-18.
Cantaré al Señor, que se ha cubierto de
gloria:
èl hundió en el mar los caballos y los
carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección,
él me salvó.
El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su
grandeza.
El Señor es un guerrero,
su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su
ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el
Mar Rojo.
El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del
mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo.
Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de
tu herencia,
en el lugar que preparaste para tu morada,
en el Santuario, Señor, que fundaron tus
manos.
¡El Señor reina eternamente!»
Carta de San Pablo a los Romanos
6,3-11.
Hermanos:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos
bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en
la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también
nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo
por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la
resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha
sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así
dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al
pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos
que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar,
no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
Al morir, él murió al pecado, una vez por
todas; y ahora que vive, vive para Dios.
Así también ustedes, considérense muertos
al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGùN SAN LUCAS
24,1-12.
¡GLORIA A Tì, SEÑOR!
El primer día de la semana, al amanecer,
las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.
Ellas encontraron removida la piedra del
sepulcro
y entraron, pero no hallaron el cuerpo del
Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de
esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.
Como las mujeres, llenas de temor, no se
atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué
buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo
que él les decía cuando aún estaba en Galilea:
'Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al
tercer día'".
Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron
esto a los Once y a todos los demás.
Eran María Magdalena, Juana y María, la
madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo
a los Apóstoles,
pero a ellos les pareció que deliraban y no
les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió
hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó
lleno de admiración por lo que había sucedido.
PALABRA DEL SEÑOR
¡GLORIA A Tì, SEÑOR JESùS!
Por
la lectura del Santo Evangelio, sean perdonados nuestros pecados. Amèn
MEDITACIòN
«Esta fue una noche de vela para los
discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres
permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del
día siguiente al sábado, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus
corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: “¿Cómo haremos para
entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...”. Pero he aquí el primer
signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba
estaba abierta.
“Entraron en el sepulcro y vieron a un
joven sentado a la derecha, vestido de blanco”. Las mujeres fueron las primeras
que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.
“Entraron en el sepulcro”. En esta noche de
vigilia, nos viene bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las
discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para
eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado
con su vigilia de amor.
No se puede vivir la Pascua sin entrar en
el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es
mucho más.
“Entrar en el misterio” significa capacidad
de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el
susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla.
Entrar en el misterio nos exige no tener
miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no
entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar
los interrogantes.»
(Homilía de S.S. Francisco).
|