Vivir hasta que no se tienen más sueños. O soñar mientras se esté vivo. Alguien que no tiene un proyecto: está muerto.

¿Cómo transitar la última etapa de la vida? “Con altura”, me respondo cada vez que el tema me pasa cerca.

“Las chicas de la lencería” es una película suiza dirigida por Bettina Oberli. La historia cuenta el caso de Martha que no ha podido superar la muerte de su marido y trata de encontrar un significado a su vida.

“Las partidas de cartas con sus amigas Lisi, Hanna y Frieda- dice una sinopsis de Internet- han perdido un poco su alegría y se plantea realmente qué hacer con su vida.

Una noche, se va a dormir pensando morirse. Pero el destino parece tener otros planes para ella.

Preocupadas por Martha, sus tres amigas la convencen, a pesar de sus 80 años, de hacer realidad su sueño de ser modista. Es entonces cuando decide abrir una tienda de ropa interior femenina, moderna y con toques eróticos, dónde destacan los sugerentes diseños que ella misma imaginó”.

Cada uno debe tener su técnica. Hay diferentes maneras de encarar ese momento. Creo que será una charla íntima conmigo misma donde me pregunte ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Cómo queremos vivir? ¿Qué te falta? ¿Qué sueños te quedan por cumplir?

Y cuando las respuestas salgan espero haber criado hijos que no se interpongan en mi camino, sino que respeten que mi corazón todavía late, que estoy viva hasta el último respiro.

No me veo dependiendo de todo mi entorno, ni reclamando, ni exigiendo compañía, porque entenderé que cada uno está cumplido sus sueños, dándole una forma más acertada a la misión, entenderé que el que quiera venir es porque se siente bien al lado mío.

Conocí dos mujeres- una de ella en un taller literario con 90 años y la otra ayudándola a cruzar la calle con 88- las dos me dijeron lo mismo: “mis hijos están lejos, eso me mantiene viva. Porque me hace salir, porque no dependo de nadie”.

En la película “Guardianes de altamar” con la actuación de Kevin Costner hay una situación en una cantina donde él está hablando con la dueña del bar.

-¿Cuándo nos volvimos viejos?- pregunta él.

-Yo siempre he sido vieja. Y eso no me importa- contesta ella-. Si los músculos me duelen es porque los usé bien. Si tengo estas arrugas aquí es porque pasé cientos de días bajo el sol. Yo lo veo y lo siento de esta forma: fue porque bebí, viví y amé, canté e hice el amor como yo escogí hacerlo durante mi hermosa vida. ¿Sabés una cosa? Envejecer no es tan malo, es solo haber gozado.

Quiero llegar a vieja habiendo gozado y seguir haciéndolo. Ser yo misma hasta el último respiro, y no un cuerpo colgando de otros, ser yo misma y no alguien que solo puede hablar del pasado, no quien está sentada esperando la muerte. Ser yo misma, bailando, riendo, gozando, rodeada de vida hasta el último respiro.