Nadie está lo suficientemente solo, cuando se tiene a sí mismo, sus recuerdos, sus amores (aún los del pasado), y sobre todo tiene a Dios en su corazón.
La soledad puede ser una gran compañera:
es nuestra cómplice deshecha recuerdos tristes o amargos si así lo deseamos, y nos trae al presente momentos felices del pasado que nos hace volverlos a vivir y nos pone una sonrisa en el rostro...¡ahhhh! pero también es nuestro juez, y eso es bueno, pues nos enfrenta a situaciones en las que no obramos muy bien, o no reaccionamos como debimos; pero no es un juez tan implacable que solo condene, es un juez benévolo y buen asesor, es nuestro amigo, pues detrás o con él, viene el consejero. La soledad es nuestra mejor consejera también.
Esta poesía habla de la soledad, pero no solo la del autor, sino de la soledad de Dios...lamentablemente muy cierto, cada vez nos alejamos más de Dios, y lo vamos dejando solo en el Sagrario, donde nos espera ávidamente cada día.
Muchas gracias mi niño, me encanta leerte siempre.
Flaquita