Antes de fin del año 2011, un bebé
saldrá del vientre de su madre, dará su primer aliento y anunciará su llegada al
mundo con un grito. Así es como nacerá el Bebé Siete mil millones.
Todos estamos de
acuerdo que ese día será un hito importante porque nuestro planeta se convertirá
en el hogar de siete mil millones de seres humanos. Pero muchos se preguntarán
si este acontecimiento será una señal de advertencia de una catástrofe inminente
o es algo que deberíamos celebrar.
Los profetas del
pesimismo, de las bombas poblacionales y de los “baby booms” seguramente
preferirían que el Bebe Siete Mil Millones nunca nazca.
Él o ella llegará a
un mundo más próspero de lo que nuestros ancestros ni siquiera
imaginaron.
Las cifras nos
dan la razón
A medida que
aumenta la población, también aumenta nuestro bienestar. En 1800, cuando había
solamente mil millones de seres humanos, el ingreso per cápita era de apenas el
equivalente a US$ 100 de hoy. En 1900, cuando la población estaba cerca de los 2
mil millones, alcanzó los US$ 500.00. Actualmente, con 7 mil millones de
personas, el ingreso per cápita se ha elevado a más de US$ 5,000.00. En el 2100,
con una población proyectada entre 7 y 8 mil millones (pero ya en descenso
debido a las tendencias de natalidad actuales), será de US$ 30,000.00 en dólares
actuales.
La llamada
“explosión demográfica” de los últimos dos siglos ha sido una verdadera
revolución en el incremento de la salud. En el siglo 19, cuatro de cada 10 niños
morían antes de cumplir los 5 años de edad. Hoy la mortalidad infantil de los
menores de 5 años está en menos del 7%. Consecuentemente, los seres humanos
viven más. Hace doscientos años, la esperanza de la vida humana era menos de 30
años. Hoy en día está cerca de los 70 años.
Como la gente vive
más, naturalmente hay más de nosotros en un momento dado. Esto es motivo de
celebrar, no de desesperación.
En casi todas las
medidas de bienestar, desde la mortalidad infantil y la expectativa de vida al
nivel de educación y la ingesta calórica, la vida en África, Asia y América
Latina ha estado mejorando drásticamente. Según el Banco Mundial, el ingreso
promedio en el mundo en desarrollo se ha más que duplicado desde
1960.
Se produce
suficiente grano para cada persona en la tierra como para consumir 3,500
calorías diariamente. No es necesario que nadie se muera de hambre en medio de
esta abundancia.
La población se ha
duplicado desde 1960, pero la disponibilidad de comida y la producción mundial
de recursos nunca ha sido tan elevada. Las economías continúan creciendo, la
productividad se incrementa y la contaminación está disminuyendo. La esperanza
de vida se alarga, la pobreza se ha reducido y la libertad política está
creciendo. Incluso el siempre convulsionado Oriente Medio que se pensó sería
para siempre el campo de dictadores y ayatolas, está en constante movimiento
hacia el desarrollo. La raza humana nunca ha estado en tan buena
posición.
¿Qué estamos
haciendo con todo ese bienestar?
Si bien todas las
curvas de indicadores económicos indican mejoría, demográficamente hablando,
sucede todo lo contrario. De hecho la despoblación, y no la sobrepoblación, es
la mayor amenaza que enfrenta el mundo hoy en día. Más de ochenta países, que en
conjunto representan más de la mitad de la población mundial, tienen una tasa de
fertilidad por debajo del reemplazo, definido en 2.1 niños por mujer.
Actualmente la
población en los países desarrollados se mantiene estática o en declive.
Naciones Unidas predice que, para el 2050, la población de Rusia se habrá
reducido en 25 millones de personas, la de Japón en 21 millones, la de Italia en
16 millones y la de Alemania y España en 9 millones cada una. Europa y Japón
perderán la mitad de su población para el año 2100.
Los países con la
tasa de fertilidad por debajo del reemplazo finalmente desaparecerán. Es sólo
cuestión de tiempo.
Incluso en los
países en desarrollo el tamaño de la familia ha disminuido, de alrededor de 5
niños por mujer en 1900 a menos de 3 hoy. Y la tendencia al descenso sigue
firme.
De acuerdo a la
“proyección de la variante baja” de la ONU, históricamente la más precisa, la
población mundial alcanzará un máximo de 8 mil millones en el año 2040 y luego
empezará a declinar.
Las tasas de
fertilidad altas son cada vez más raras. Las cifras de Naciones Unidas para el
2008 muestran sólo un puñado de países con tasas de población en crecimiento por
encima del 3%.
Para el 2050 las
personas de 65 años o más serán casi el doble que los niños de 15 años o
menores. Las consecuencias económicas del envejecimiento de la población serán
el cierre de colegios, la disminución de los mercados de valores y las economías
moribundas.
¿Por qué
entonces siguen promoviendo el control natal?
Ninguna de las
cifras que hemos mencionado es parte de un reporte confidencial. Resulta muy
difícil pensar que quienes promueven el control natal en el mundo ignoren estos
hechos. Es mucho más verosímil pensar que persiguen una lógica distinta de quien
piensa sanamente en el bienestar de todos los seres humanos por igual. Basta
hacer una lista de los que financian el control natal y otra de cuáles son las
poblaciones a las que se dirige, y la respuesta saltará a la vista. Una revisión
ideológica sobre sus fundadores (Margaret Sanger, John Rockefeller III entre
otros) y de sus operadores políticos (aquí la lista sería interminable pero
citemos como ejemplo a los altos funcionarios de ONU desde U Thant en adelante
hasta Michelle Bachelet) nos quitará cualquier duda: el control natal es una
forma de variar el final de lo que las tendencias marcan. La pregunta es…
¿podrán hacerlo?
Una de las
principales formas de justificar el control natal fue la difusión del miedo al
crecimiento de la población, el mito de la superpoblación.
Para hacerlo era
necesario desinformar. Por eso el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA
por sus siglas en inglés) y otras organizaciones de control de población siempre
fueron reacios a informar la verdad sobre las tasas de fertilidad en descenso a
nivel mundial, ya que recaudan fondos asustando a la gente con el fantasma de la
sobrepoblación. Nos cuentan que la gente pobre en los países en desarrollo tiene
demasiados bebés. Equivale a decir que solamente los ricos deberían tener hijos.
Es una nueva forma de racismo mundial.
E hicieron muy bien
su trabajo. Hoy en día pensar en tener más hijos y no menos (pensar desde la
lógica de las cifras) nos resulta completamente extraño. Han trabajado
eficientemente nuestra mente y nuestra voluntad para crearnos una sensación de
inseguridad ante el crecimiento poblacional. Y al mismo tiempo, tenemos una
completa ignorancia y despreocupación ante las terribles consecuencias del
despoblamiento.
Desde aquí hacemos
un llamado a detener todo esto. A enterarnos y a enterar a otros de la realidad,
de las cifras y de los hechos. Debemos dejar de financiar los programas de
control de población, y en su lugar, dirigir nuestra atención hacia verdaderos
problemas como la malaria, el tifus y el VIH / SIDA.
Unámonos también
para celebrar el nacimiento del Bebé Siete Mil Millones. El o ella es un signo
de nuestro futuro, nuestra esperanza y nuestra prosperidad.
Las personas son el
mayor recurso de la humanidad. Personas extraordinariamente dotadas han
contribuido a enriquecer la civilización y alargar la vida. Pero el hecho es que
todos, ricos o pobres, es una creación única con algo invalorable para ofrecer
al resto de nosotros.
El Bebé Siete Mil
Millones, niño o niña, cualquiera sea el color de su piel, no es un pasivo sino
un activo. No es una maldición sino una bendición para todos
nosotros.
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