Costumbre.
Mi vida se va acostumbrando a un triste despertar en cada día.
Que importa si no duermo, si ya no entono esa canción de amor,
si el sueño no acaricia mis ojos, si me acostumbro al dolor.
Cansada de tan pocas esperanzas, viendo mis ilusiones caer
como agua en pozo donde nada fluye; sintiendo estancada
el alma, triste y dolido el corazón.
Viví pendiente de tu vida, atada a tus caprichos, a tu voluntad,
mezclando mil penas con tan pocas alegrías, migajas de cariño
como limosna a un hambriento, como indigna
e insultante demostración de falso amor.
Veo con dolor lo difícil que es cruzar la frontera
que divide nuestras almas, separa nuestras vidas
lacerando el corazón.
Provoca solo amarguras, dejando resabios
y crueles sentimiento de rencor.
Si pudiera como un suspiro adentrarme
a tu interior, descubrir tus secretos,
verme en tus sentimientos iluminando
tu vida con destellos de luna, o tibieza del sol.
Hoy canto a la tristeza porque añoro tu presencia,
porque sufre el alma mía,
porque noche a noche te recuerdo,
porque aunque ya no sienta amor,
¡olvidarte no puedo!
Margarita.
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