Quemar las naves
En el año 335 A.C., Alejandro Magno enfrentó una de sus grandes batallas. Al desembarcar en la costa de Fenicia comprendió que los soldados enemigos superaban tres veces en cantidad a su gran ejército. Sus hombres estaban atemorizados y derrotados, aún antes de la batalla. La idea de un combate tan desigual, había acabado con la moral de aquellos guerreros invencibles. Entonces, Alejandro tomó una decisión estratégica desconocida hasta entonces. Primero, hizo desembarcar a todos sus hombres en la costa enemiga. Luego, ordenó quemar todas las naves de su flota. Mientras los barcos ardían hasta hundirse en el mar, Alejandro reunió a todo su ejército y les dijo:
"Observen cómo se queman los barcos. Ahora existe una única razón por la que estamos obligados a vencer. Sin el triunfo nunca regresaremos a nuestros hogares, ninguno podrá reunirse con su familia y no podremos abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos vencer esta batalla y regresaremos a casa de la única forma posible: usando los barcos de nuestros enemigos."
El ejército de Alejandro venció aquella batalla y regresaron como héroes a su tierra, usando los barcos de sus enemigos.
Así como en la vida cotidiana, "el no quemar las naves" nos priva de conseguir éxitos o desafíos; de la misma manera sucede en la vida espiritual. Muchos pierden sus almas por aferrarse a cosas o estilos de vidas torcidos. La Biblia relata la historia de un joven rico que perdió su alma por amar su dinero más que a Jesús. Pregunta ¿Qué es aquello que te impide recibir a Jesús en tu corazón?
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Romanos 8:37