HERMAAANOOOSS...
Un pedo se escuchó cuando decía el cura HERMANOS, todos callados, todos sentados y de repente PRRROOOOOMMMMMMMM. Se oían murmullos, lamentos, desmayos, risitas y hasta algún aspaviento. Fue un soplo retumbante y armonioso, como un redoble a dos manos, como cuando te agachas y la costura del pantalón, si, justo, la del pandero, estalla y deja ver el calzón. Y todos abrieron los ojos, y todos se miraron, y todos hacían con las manos YO NO, EH? YO NO. Se produjo un silencio. Un incómodo e interminable corte, una interrupción. Se llenaron de espías todos los aposentos, hasta las caras de las más beatas se llenaron de horror. Y al final, en la última fila, justo donde las sombras se vuelven amigas, yo. Lo siento, fue el frío del asiento o fue que mi culo de tanto apretar estaba exigiendo un alivio una salida, un no aguanto más. O me peo o reviento. QUIERO MI LIBERACIÓOOOOONNNNNN. Sudor frío corría por mi cara. ¿Qué hacer? Los cinco sentidos parecían soldados y no se movían ni una pestaña. Miré fíjamente al frente y guardé la respiración, como si fuera lo más importante que hacía desde que rompí la ventana del colegio con el balón. Al minuto y medio, cuando todo se calmó el sacerdote volvió a repetir: HERMAAAANOSSSS... Y aquello fue, ufff, mi salvación.
COMUNERO
HERMAAANOOOSS...
Un pedo se escuchó cuando decía el cura HERMANOS, todos callados, todos sentados y de repente PRRROOOOOMMMMMMMM. Se oían murmullos, lamentos, desmayos, risitas y hasta algún aspaviento. Fue un soplo retumbante y armonioso, como un redoble a dos manos, como cuando te agachas y la costura del pantalón, si, justo, la del pandero, estalla y deja ver el calzón. Y todos abrieron los ojos, y todos se miraron, y todos hacían con las manos YO NO, EH? YO NO. Se produjo un silencio. Un incómodo e interminable corte, una interrupción. Se llenaron de espías todos los aposentos, hasta las caras de las más beatas se llenaron de horror. Y al final, en la última fila, justo donde las sombras se vuelven amigas, yo. Lo siento, fue el frío del asiento o fue que mi culo de tanto apretar estaba exigiendo un alivio una salida, un no aguanto más. O me peo o reviento. QUIERO MI LIBERACIÓOOOOONNNNNN. Sudor frío corría por mi cara. ¿Qué hacer? Los cinco sentidos parecían soldados y no se movían ni una pestaña. Miré fíjamente al frente y guardé la respiración, como si fuera lo más importante que hacía desde que rompí la ventana del colegio con el balón. Al minuto y medio, cuando todo se calmó el sacerdote volvió a repetir: HERMAAAANOSSSS... Y aquello fue, ufff, mi salvación.
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