Un hombre fue llamado a la playa para pintar un barco. Trajo con él pinturas y pinceles, y comenzó a pintarlo de un rojo brillante como fuera contratado para hacerlo.
Mientras pintaba, verificó que la tinta estaba pasando por el fondo del barco, al observar percibió que había un orificio y decidió repararlo. Cuando terminó la pintura, recibió su dinero y se fue.
Al día siguiente, el propietario del barco busco al pintor y le regaló un gran cheque.
El pintor quedó sorprendido. ¡El señor ya me pagó por la pintura del barco!
Mi querido amigo, usted no comprende, déjeme contarle lo que sucedió. Cuando le pedí que pintase el barco, olvidé de hablarle del orificio. Cuando el barco se secó, mis hijos se subieron y salieron de pesca. Yo no estaba en casa en ese momento. Cuando volví y me di cuenta de que habían salido con el barco, quedé desesperado pues recordé que el barco tenía un agujero.
Imagine mi alivio y alegría cuando los vi retornando sanos y salvos. Entonces, examiné el barco y constaté que usted lo había reparado.
¿Percibe ahora, lo que hizo?, salvó la vida de mis hijos! No tengo dinero suficiente para pagarle por su "pequeña" buena acción... (Desconozco su autor)
Mis queridos amigos y amigas, esta pequeña historia nos deja de manifiesto que no debemos limitarnos a hacer sólo lo que se espera de nosotros. No debe importarnos el qué, el cuándo ni el quién o para quién debamos desarrollar un trabajo lo que importa es que siempre demos lo mejor de nosotros mismos.
Que Dios los bendiga, guarde con bien y llene nuestras almas de luz, amor y fe en que juntos podemos hacer de éste un mundo mejor.
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