Me encamino hacia el baño a lavarme la cara, me miro en el espejo y veo una cabeza calva, una que otra cana en la barba, las mejillas más redondeadas que de costumbre ¿qué me pasó? apenas ayer correteaba a las chamaquillas de 18 y hoy me hablan de usted, pero ¿por qué? Solo tengo 37 años.
No, esto no puede estar pasando. Me pongo mis tenis, un short y me dispongo a ir a la placita donde se reúnen los jóvenes a jugar futbol, ansioso de demostrarme a mí mismo que soy el mismo de siempre, pido si me dejan jugar con ellos, la primera palabra que pronuncia un joven de entre 15 y 16 años fue "sí, véngase oiga".
Hubiera preferido una patada a esas palabras. Pero en fin, empiezo a correr y siento que las piernas no me responden como deberían… A los 15 minutos ya estaba yo exhausto y los muchachos correteaban como si nada pasara.
Entro en razón y empiezo a aceptar que me están pegando los años, ya no soy el mismo de antes: tantas desveladas, tantas juergas, tantas noches de pasión infinita acabaron por mermar mi rendimiento hasta ese momento inquebrantable.
Sé que tengo mucho para dar todavía, mas ya no soy un chiquillo de 15, eso no lo entendí hasta ayer antes de escribir estas letras. Tomaré la vida como vaya pasando, aceptaré la edad que tengo y procuraré hacer más ejercicio, desvelarme menos y ayudar en lo que pueda a estas nuevas generaciones que vienen empujando con mucha fuerza.