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General: LA CRUZ DE LA INICIACIÓN.
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De: Evaristo (Mensaje original) |
Enviado: 16/06/2011 17:10 |
LA CRUZ DE LA INICIACIÓN. G. de Purucker. El tema del ego humano ENTRENADO que tiene que pasar a través de la iniciación sin ayuda ni protección de su parte superior es un tema de gran importancia y en este ambiente de pensamiento que ha surgido tras las distintas observaciones hechas al respecto, quiero añadir algo mío. Es perfectamente cierto que podemos recibir ayuda de los demás, porque el amor es siempre permisible, y es el poder que todo lo sostiene porque es como la salud y como el aire fresco. Pero cuando llega la prueba, hemos de pasarla solos. El iniciado está en el universo, es una parte de él, los pulsos del universo pulsan a través suyo. Cuenta con la ayuda del universo precisamente porque éste es una parte de él. Pero nadie le ayuda dándole la mano o secándole el sudor o el rocío de la frente, o dándole una inyección, etc. El alma tiene que permanecer desnuda ante la prueba y vencer por sus propios poderes internos. Si lo consigue, lo consigue, y tenemos un adepto. Si fracasa, tiene otras oportunidades, PERO NO RECIBE EN ABSOLUTO AYUDA ALGUNA DE MANERA DIRECTA. Si lo hiciera, la prueba no sería tal. Tiene que aprender a ser digno de convertirse en una de las piedras del Muro Guardián. Es una posición de gran responsabilidad, una posición con tantas implicaciones que ningún eslabón puede ser débil. No es que no haya favoritismos, es que no se muestra absolutamente ninguna compasión por el alma desnuda. Si se mostrara alguna compasión, y se ayudara al alma a vencer, contribuyendo a su victoria con la mano tendida, el resultado sería un receptáculo débil, incapaz de sostenerse por sí solo contra el terrible impacto de las fuerzas cósmicas del exterior. El Muro Guardián está compuesto de “Piedras” humanas y espirituales de gran fortaleza en cada una de sus fibras y que así lo han demostrado antes de poder ser insertadas en el muro. Estamos hablando de varios temas de peso y trascendentales y quiero que os fijéis bien en el hecho de que es el ego entrenado, sin protección y sin ningún escudo, el ego humano, el que tiene que “conseguirlo” o fracasar. Si se le ayuda, si se le protege, ¿de qué sirve pasar la prueba? La prueba se convierte en un simple juego, en una farsa, en un engaño. En la escuela ¿quién es el que aprende? ¿Es acaso la entidad divina que vive en el corazón, en el alma de cada niño? Obviamente, no. Es el niño quien debe aprender o fracasar. Si el niño aprende, obtiene su diploma. En una escuela honrada, si no se aprende no se consigue el diploma, aunque por compasión se pueda permitir algún fallo, especialmente si el niño es serio y muestra interés. Y lo mismo pasa con la iniciación, que es la intensificación y aceleración del proceso evolutivo. Es AQUELLA parte del ser humano que se está probando, no una parte superior a la prueba, sino aquella parte que se prueba y se examina la que tiene que vencer o fracasar. Y si alguien le ayuda o comparte su sufrimiento, o responde a sus preguntas, o le proporciona un escudo protector a su alrededor, ¿dónde puede encontrarse la virtud en la prueba que consigue superar? No sería una prueba, sería un proceso debilitador. Es como un hombre en el agua. Tiene que nadar o ahogarse. Supongamos que tiramos un hombre al agua para ver si sabe nadar. Si alguien se echa al agua y lo sostiene, ya no hay prueba que responda a la pregunta de si sabe nadar. Y pasa precisamente esto en la iniciación, porque en el éxito de ese hombre estriba la dicha del alma, la seguridad del alma, la seguridad de las almas de los seres humanos. Tiene que pasar la prueba para ser oro puro en todo su ser, sin una sola hebra de debilidad; ni un solo punto, ni un solo átomo puede fallar bajo la presión. Por eso da miedo la iniciación. Y sólo se les permite intentarla a quienes los maestros consideran capaces de pasar a través del fuego de la prueba y salir purificados. ¿Qué es lo que pasa la iniciación, en lo que respecta a nosotros, los seres humanos? No es nuestra parte divina. No es nuestra parte espiritual. No es nuestra parte Manasapútrica. Todo esto está más allá de las iniciaciones que los humanos pasamos. Somos nosotros, los egos humanos débiles, falibles, vulnerables y luchadores, aspirantes y a veces victoriosos, los que tenemos la oportunidad, cuando llega el momento en la iniciación, de salir del trance iniciatorio como seres espirituales o de fracasar. Es una prueba y una búsqueda y purificación en el fuego del sufrimiento. Todos los comentarios que se hacen sobre la iniciación por parte de pseudo místicos y falsos ocultistas hoy en día es terrible, y es correcto y necesario que sepáis estas cosas. Os he dicho un millón de veces, me parece, que la constitución humana es compuesta. Hay todo un mundo de ocultismo en esa frase. “¡Ah! sí, compuesta. Ya lo sabemos. Tiene un alma divina, un alma espiritual y un alma humana, y un cuerpo astral, un Linga-Sharira y un cuerpo físico. Es compuesta, sí. ¡Ah! ya lo entendemos”. Pues, mis queridos Compañeros, todavía no he encontrado nunca a nadie entre vosotros que haya comprendido bien esa simple frase que afirma que el ser humano es un ser compuesto. He intentado, tanto directamente como por otros modos, despertar la intuiciónen vuestra mente respecto al significado de esta frase. Os he dirigido la atención al hecho de que además de nuestra numeración usual exotérica de los siete principios, hay distintas mónadas en el hombre y que no solamente cada principio es septenario o duodenario, sino que también esas distintas mónadas en el hombre, aunque formen su constitución tal como estamos ahora constituidos, no son, sin embargo, todas lo que yo llamo “yo” y cada uno de vosotros llama “yo”. Esa es la mónada humana. Esa mónada humana es tan septenaria como lo es nuestra constitución actual. Esto significa que la mónada humana sola, excluida de las otras mónadas en nuestra constitución actual, tiene una parte divina, una parte espiritual, una parte mental o intelectual, una parte psíquica, una astral y una física. Pues es esta mónada humana, la parte del ego humano de esa mónada, la que es “yo” y la que es “tú” y también es esta porción de la constitución que tiene que ser arrancada temporalmente, por así decirlo, de todos los demás elementos de la constitución humana y debe permanecer sola. Tiene su propio dios interno, su propio dios de la mónada humana, no el atman del septenario normalmente entendido, sino su propio atman o dios interno. Y toda iniciación, es decir, todas las pruebas, todos los juicios, todas las purificaciones de cualquier mónada o ego tienen como fin extraer la divinidad particular de ese ego que está siendo probado. Y siguiendo esta misma línea de pensamiento, ahora veréis tal vez la razón de que H.P. Blavatsky afirmara, y esto es algo que os ha intrigado a muchos de vosotros, que el Manasaputra, la influencia Manasapútrica dentro de nosotros y encima de nosotros, es como una plancha de salvación que nos dan. Cuando los Manasaputras encarnaron dentro de los primeros protoplasmas humanos, despertaron las partes manásicas de los egos humanos, -ellos mismos eran Devas manásicos-, y siguen fluctuando encima nuestro inspirándonos, ayudándonos, sirviéndonos y guiándonos. Pero no es el Manasaputra mío ni el vuestro, porque este “yo” y este “tú” pertenecen al uno que llamamos la mónada HUMANA. Podéis imaginar la situación vosotros mismos, si queréis, con la imagen de una cruz. ¡Qué símbolo tan maravilloso! Podemos decir que la parte vertical de la cruz es la línea de la constitución humana corriente tal como se explica en nuestros libros exotéricos: Atman, Buddhi, Manas, kama etc. La parte transversal u horizontal, donde se junta con la vertical en su línea de unión, podría llamarse el ego humano. Lo ponemos allí porque, al fin y al cabo, somos humanos. Pero esa línea de unión, donde la general, la vertical, atraviesa y cruza y por eso ayuda y eleva a la horizontal, o el individuo yo y tú, es, tal como dice HPB, nuestra plancha de salvación, nuestro contacto con el universo en el sentido vertical. Pero hemos de aprender a encontrar ese universo a través de la divinidad de nuestro propio ego monádico, dentro y por encima de nuestra propia mónada HUMANA. En otras palabras, encontrar el Atman que pertenece a nuestro ego HUMANO, que es el “horizontal”, además del Atman general de la consitución humana dentro y perteneciente al “vertical”. Para volver a usar esta metáfora, hemos de aprender a buscar la divinidad de lo horizontal tanto como de lo vertical. Pero el dios perfecto y, en un grado menor el hombre perfecto, es aquél que ha aprendido a hacer que lo vertical y lo horizontal se unan en su constitución y se fundan en una unidad. ¿Captáis el pensamiento místico que estoy intentando transmitir? El de ver la divinidad dentro de su propia esencia e intentar ser esa divinidad. Y al mismo tiempo ver, e intentar ser, la divinidad cósmica que también está en él y forma parte de él, lo “vertical”. Así pues, en la iniciación no es la mónada divina la que se está poniendo a prueba. Sería una locura. No es el padre o la madre que aprenden el alfabeto para su hijo de cuatro años. Es el niño. No es la mónada espiritual la que está siendo puesta a prueba, examinada y purificada en estas iniciaciones humanas; ni tampoco es el Manasaputra que nos inspira, sino que es el ego HUMANO, que durante la iniciación tiene que convertirse, intentar convertirse y finalmente convertirse en la mónada humana, en la divinidad DENTRO DEL CORAZÓN O CENTRO del ego “humano”. Ya veis el motivo por el que se afirma que el alma que no puede soportar el fuego ardiente regresa inmersa en la locura o vuelve para morir, -eso o el éxito. Es algo infinitamente justo. Todo el proceso iniciatorio sería una terrible farsa, un engaño del alma humana, si el iniciado pasara las pruebas tan protegido y tan escudado que ninguna prueba pudiera alcanzarle, que ninguna prueba llegase hasta él y que ningún fuego pudiera quemar el mal de su interior. Cada nueva iniciación, y tened presente esta idea en vuestra mente, significa avanzar un paso hacia esa divinidad interna que no es el Atman corriente nuestro, de la parte vertical de la cruz cósmica, sino esa divinidad que es el mismo corazón del corazón de la esencia de la esencia de la mónada humana, todavía un peregrino evolutivo que se manifiesta débilmente. Por eso en las escrituras cristianas se da la enseñanza mística: Mi divinidad, mi divinidad, cómo me glorificas. Ya no dependo del Manasaputra que está encima mio. Desde dentro de mi propia esencia cósmica, desde dentro del dios de mi propia mónada HUMANA, yo HE LLEGADO A SER y A TRAVES DE MÍ MISMO, mi propia divinidad. Cómo me glorificas,¡tú divina parte de mí! Fijaros en el griego especialmente adecuado y aforístico: “Ho theos mou”, “ho theos mou”, el dios de mí. No sencillamente mi dios, sino el dios de mí. Y fijaros que esto sólo puede llegar en la iniciación, después de la otra exclamación: ¡Oh, dios de mí! ¿Por qué me has abandonado? Sí. El dios de lo correcto, porque ahora el niño tiene que aprender a caminar, a encontrarse a sí mismo. El dios, su dios, él mismo, su yo divino, no su dios “externo” de la constitución humana corriente, comúnmente llamada Atma-Buddhi-Manas, pero encuentra el Atma-Buddhi-Manas de lo horizontal, por así llamarlo, del individuo, de la esencia monádica humana. Así, cada mónada dentro de la constitución humana es septenaria o duodenaria, según la manera de contar, y cada iniciación que tiene lugar, por lo menos en lo que yo sé, según me han enseñado, en el tiempo cósmico o el espacio cósmico, tanto si es de un hombre o de dios o de un ser de los submundos, es la misma cosa en principio. Pueden cambiar los detalles; los lugares y los individuos pueden variar. Pero la idea y la norma fundamental son la misma. Por esto la muerte y la iniciación son idénticas. Y también lo es el sueño. He dicho estas cosas mil veces. El sueño, la iniciación y la muerte son todos lo mismo. El sueño es la misma cosa, pero felizmente velado de nuestra visión borrosa, de nuestra ignorancia y estupidez porque estamos demasiado sumergidos en los deseos de este mundo como para ver, para ser conscientes. La iniciación es un despertar consciente a las verdades. Y la muerte es exactamente la misma cosa en un grado todavía más grande que la iniciación, pero dado que no se lleva a cabo por propia voluntad con el propósito específico de acelerar nuestra evolución, es una función automática de las partes de nuestra constitución. Tal vez me estoy alejando un poco del tema, pero todo esto son ideas para vosotros. Vuestra intuición puede trabajar con ellas. Y repito que el sueño, la muerte y la iniciación son los tres esencialmente la misma cosa.
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