EL ESPEJO
Por Ganubath de Jesus Roa mercado
Palabra cuya matriz latina es SPECULUM y de la que en ese largo proceso evolutivo a partir del latín clásico a través de trasformaciones fonéticas reconocidas en una restitución hipotética resultó en la lengua española ESPEJO y que definida en el Diccionario Hispánico Universal contiene la siguiente carga semántica: 1) Plancha de cristal azogada por la parte posterior para que se reflejen y se representen los objetos que tenga delante ( primera acepción ); 2) " Aquello que se ve una cosa como retratada " ( segunda acepción figurativamente ) ; 3) "Modelo o dechado digno de estudio e imitación " ( tercera acepción también en leguaje figurado ( D. H.U. 1.980).
Posiblemente desde esa óptica de la lengua figurada podríamos seguir añadiendo numéricamente acepciones diferentes, pero para lo que a nuestra Orden concierne aún habría que agregar otro tipo de acepciones relativas a otra dimensión de acuerdo con las funciones que desempeña un instrumento tal sobre las cuales se nos ha ocurrido comentar algunas en este ensayo, las cuales a pesar de pertenecer a un plano distinto, no se divorcian de las suministradas por cualquier diccionario español.
Reconozcamos primero que un chimpancé de cualquier época a pesar o a causa misma del avance intelectual científico y tecnológico del hombre moderno nos aventaja en cuanto que posee un universo instintivo superior; pero, justamente va a ser el espejo el instrumento preciso que establece la diferencia entre el bruto y el sabio (hommo sapiens ), ya que este último tiene perfecta consciencia de que lo refleja el espejo es su propia imagen, mientras que aquél experimentalmente demuestra que no es su reflejo, sino otro bruto el que aparece en la pantalla espectacular; ese hecho trascendental de tener consciencia absoluta que somos nosotros mismo quienes nos vemos en el espejo nos conduce a otras importantes reflexiones.
La fundamental para nosotros es el papel que juega el espejo en su función de crear la consciencia de Yo interno en una sola unidad con el aspecto externo de nuestra faz tal y como se revela en la apariencia cotidiana.
El espejo para ello nos aporta una luz que se desprende directamente de nuestro ego concebido como la dualidad alma-cuerpo que manifiesta totalmente el momento preciso de nuestro estado de consciencia que conjuga a su vez nuestros actos; lo que hacemos diariamente.
Su trabajo instrumental se constituye en algo así la labor profesional que brinda el psiquiatra en su que hacer psicoanalítico y aunque pasivamente lo hace de tal manera que parece que el objeto en referencia nos hablara reconveniéndonos según las circunstancias y el grado de culpabilidad o aplaudiéndonos en lo positivo del peso de nuestros actos y hasta aconsejándonos para que mejoremos nuestro sendero cuando es necesario; todo desprendiendo una luz invisible pero que se percibe intuitivamente y emana directamente del maestro interno que todos llevamos.
Es este uno de los aspectos que nos diferencia en la redonda tierra y es que sin haber tenido una instrucción especial para ello, cuando nos acercamos al espejo no es solamente para ver el color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz, el tamaño de nuestra boca y contarnos las arrugas, sino para mirar los detalles de nuestro comportamiento que se reflejan iluminados con la Luz Mayor que perseguimos desde el día en que nos hicimos estudiantes Rosacruces.
Acaso existan entre nosotros fratres y sorores que al volver a mirase al espejo de su Sánctum recuerden la imagen que percibieron el primer día despúes de haber llegado a la Antigua Y Mística Orden Rosacruz (AMORC), e inspirados por el hecho de haber traspasado el umbral y caminar hacia la búsqueda de la luz mayor, vieron en el espejo algo diferente de lo que comúnmente veían; tal vez, algunos se alegraron al poderse ver de un modo distinto: otros se asustaron quizás haciendo el propósito de verse mejor otro día y desde entonces, mirarse frecuentemente para escuchar la voz que emana de lo más profundo de la imagen reflejada.
Porque es que el efecto que produce en un auténtico Rosacruz el acto de verse en el espejo es inagotable y se aparta totalmente de la inanidad común de los colores, formas, tamaños y arrugas.
La reacción inteligente que el espejo desencadena en el ser humano, muy diferente de la del mono, es registrada desde la infancia cuando el niño apenas tiene seis meses y lo comprobamos al colocarle frente a un espejo donde suelta cualquier objeto o juguete que aprisione en sus manos y se concentra animadamente frente a su imagen proyectada en el marco del mismo; y más tarde a medida que transcurre la vida va realizando frente a la plancha azogada una serie de gestos y movimientos que culminan en los brincos y estiramientos de la niñez para comprobar su vitalidad desbordante; esta postura se extiende hasta la edad en la que la persona quiere ver en el espejo sólo eso; y se traslada a otro nivel cuando el mundo reflexivo del ser amplía en un conocimiento mucho más profundo y real.
Para conseguirlo hay que entender la función del espejo que en realidad es la función de la mente de quien en él mira buscando el identificador del " EGO" con todas las modificaciones que se operen diariamente en el sujeto y que debe asumir ese reflejo de su ser como un "quantum" en el sendero que ha emprendido y del que aún queda tregua por recorrer.
Todo esto se erige cual indicador de la posición ideológica que tomemos frente al espejo que nos calificará como el chimpacé, el gorila, el orangután o el hommo sapiens común y corriente, o como un verdadero Rosacruz, con el manifiesto y ardiente deseo de alcanzar el "MONTE SAGRADO".
Tomado de la revista EL ROSACRUZ numero 318 del año 2005