De Isis a María
Fulcanelli, en su obra El misterio de las catedrales nos dice al comentar la figura de la Virgen Maria en Notre Dame de Paris:
"De cara a la plaza -y en lugar de honor-, aparece la alquimia representada por una mujer cuya frente toca las nubes. Sentada en un trono, lleva un cetro -símbolo de soberanía- en la mano izquierda, mientras sostiene dos libros con la derecha, uno cerrado (esoterismo) y el otro abierto (exoterismo). Entre sus rodillas y apoyada sobre su pecho, colocase la escala de nueve peldaños -scala philosophorum-, jeroglífico de la paciencia que deben tener sus fieles en el curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor hermética. "La paciencia es la escala de los Filósofos -nos dice Valois- y la humildad es la puerta de su jardín; pues a todos aquellos que perseveren sin orgullo y sin envidia, Dios les tendrá misericordia."
Así, la catedral se nos presenta fundada en la ciencia alquímica pues la Virgen- Madre, despojada de su velo simbólico, no es más que la personificación de la sustancia primitiva que utilizó, para realizar sus designios, el Principio creador de todo lo que existe. Tal es el sentido, de la singular epístola que se lee en la misa de la Inmaculada Concepción de la Virgen, cuyo texto dice:
"El Señor me tuvo consigo al principio de sus obras, desde el comienzo, antes que criase cosa alguna. Desde la eternidad fui predestinada, y antes que fuese hecha la tierra. Aún no existían los abismos, y yo había sido ya concebida. Aún no habían brotado las fuentes de las aguas; aún no estaba asentada la pesada mole de los montes; antes de que hubiese collados yo había ya nacido. Aún no había hecho la tierra, ni los ríos, ni los ejes del globo de la tierra. Cuando Él extendía los cielos, estaba yo con Él; cuando con ley fija y valla encerraba los abismos; cuando arriba consolidaba el firmamento, y ponía en equilibrio los manantiales de las aguas; cuando circunscribía al mar en sus términos, y ponía ley a sus olas para que no traspasasen sus linderos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, con Él estaba yo concertándolo todo."
Nos enseña la Letanía que la Virgen es el Vaso que contiene el Espíritu de las cosas: Vas espirituale. "Sobre una mesa, a la altura del pecho de los Magos -nos dice Etteilla-, estaban, a un lado, un libro o una serie de hojas o de láminas de oro (el Libro de Thoth), y, al otro, un vaso lleno de licor celeste-astral, compuesto de un tercio de miel silvestre, una parte de agua de la tierra y una parte de agua del cielo... El secreto, el misterio, estaba, pues, en el vaso."
Esta Virgen es la dispensadora de la sustancia pasiva, a la cual anima el espíritu solar. María, Virgen y Madre, es pues, la forma; Elías, el sol, Dios Padre, es emblema del espíritu vital. De la Unión de estos dos principios nace la materia viva, sometida a las vicisitudes de las leyes de mutación y de la continuidad. Y nace Jesús, el espíritu encarnado, el fuego que toma cuerpo en las cosas, tal como las conocemos aquí abajo:
Y EL VERBO SE HIZO CARNE, Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS
Por otra parte, la Biblia nos dice que María, madre de Jesús, era de la rama de Jesé. Ahora bien, la palabra hebrea Jes significa el fuego, el sol, la divinidad. Ser de la rama de Jesé equivale, pues, a ser de la raza del sol, del fuego. El mismo nombre de Jesús ( JES_US) se nos presenta en su esplendor divino: fuego, sol, Dios.
En el Ave Regina, la Virgen es adecuadamente llamada Raíz (Salve, radix), para señalar que es inicio del Todo. "Salve, raíz por la cual la Luz ha brillado sobre el mundo."
Nos dice Ares: "Todos los historiadores reconocen que la temática artística de la Virgen María con el niño en el regazo, que tanta difusión tuvo en la escultura del románico y gótico, tienen un origen egipcio. En el Valle del Nilo esta misma iconografía era la empleada para representar a la diosa Isis con su pequeño hijo Horus sobre el regazo, desde las primeras dinastías (2500 a.C.). Empleada, seguramente, por los coptos para sus representaciones marianas, fácilmente pudo haber sido éste el origen de tan extraño matrimonio artístico y su posterior difusión en Occidente. Así, existen varias tradiciones heréticas seguidas por diferentes sociedades secretas del Medievo, que podrían dar una explicación a este enigmático entramado histórico. Son muchas las herejías medievales que giraron en torno a una misma idea: Jesús estuvo casado con María Magdalena, llamada también María de Betania, hermana de Lázaro y Marta. La Magdalena primero huyó a Egipto y de ahí embarcó hacia el sur de Francia acompañada de sus hijos y hermanos. Según estas creencias, con ella habría ido también el famoso Grial, que en ningún modo fue el cáliz de la Última Cena, sino la propia Magdalena: la portadora de la sangre de Cristo.
Cabe preguntarse: ¿A quién pertenece la devoción existente en las grandes catedrales del norte de Francia: a Notre-Dame, María, la madre de Jesús, o, por el contrario, a la figura de María Magdalena?.
Según Ares-, no sería muy arriesgado afirmar que el ideal cristiano que emana de la figura de la Virgen María, o de la Magdalena si nos centramos en el movimiento herético, está muy relacionado con el significado teológico de la diosa egipcia Isis, esposa de Osiris el dios, que al igual que Jesús, resucitó de entre los muertos.
La figura de Osiris fue relacionada desde las primeras dinastías egipcias con la constelación de Orión. Ésta, según los textos de las pirámides (2.400 a.C.), desempeñaba un importante papel en los ritos funerarios muy en relación con la figura de Isis, vinculada a la estrella Sirio, la más brillante de la constelación del Can Mayor. En este sentido, hace exactamente una década, el ingeniero belga Robert Bauval planteó la posibilidad de que una serie de pirámides del Valle del Nilo fueran ubicadas en un lugar determinado con el fin de formar sobre la superficie terrestre un esquema idéntico al formado por las estrellas de la constelación de Orión.
Ya hemos dicho que la figura de Isis fue identificada con la Virgen María o la Magdalena, de esta ultima en círculos esotéricos se dijo que durante su estancia en Egipto realizó los ritos iniciáticos de Isis. Tan intrigante cuestión en una antigua tradición medieval de origen gitano. En ella se dice que las catedrales góticas que poseen la advocación de Nuestra Señora en el norte de Francia, fueron edificadas por sus arquitectos de manera que formaran una imagen reflejada de la constelación de Virgo -Nuestra Señora- sobre el suelo.
Louis Charpentier en su libro El misterio de la catedral de Chartres, nos dice que no ha podido confirmarse sobre un plano, ya que no coincide la posición de las catedrales con la situación de las estrellas de la constelación de Virgo.
Según Fulcanelli: "Nosotros sabemos que la diosa Isis es la madre de todas las cosas, que las lleva a todas en su seno, y que sólo ella es la dispensadora de la Revelación y de la Iniciación. Profanos, que tenéis ojos para no ver y oídos para no oír, ¿a quién dirigiríais, sino, vuestras plegarias? ¿Ignoráis que sólo puede llegarse hasta Jesús por la intercesión de su Madre; sancta Maria ora pro nobis? Y la Virgen es representada, para vuestra instrucción, de pies sobre la media luna y siempre vestida de azul. Color simbólico del astro de la noche.
"De cara a la plaza -y en lugar de honor-, aparece la alquimia representada por una mujer cuya frente toca las nubes. Sentada en un trono, lleva un cetro -símbolo de soberanía- en la mano izquierda, mientras sostiene dos libros con la derecha, uno cerrado (esoterismo) y el otro abierto (exoterismo). Entre sus rodillas y apoyada sobre su pecho, colocase la escala de nueve peldaños -scala philosophorum-, jeroglífico de la paciencia que deben tener sus fieles en el curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor hermética. "La paciencia es la escala de los Filósofos -nos dice Valois- y la humildad es la puerta de su jardín; pues a todos aquellos que perseveren sin orgullo y sin envidia, Dios les tendrá misericordia."
Así, la catedral se nos presenta fundada en la ciencia alquímica pues la Virgen- Madre, despojada de su velo simbólico, no es más que la personificación de la sustancia primitiva que utilizó, para realizar sus designios, el Principio creador de todo lo que existe. Tal es el sentido, de la singular epístola que se lee en la misa de la Inmaculada Concepción de la Virgen, cuyo texto dice:
"El Señor me tuvo consigo al principio de sus obras, desde el comienzo, antes que criase cosa alguna. Desde la eternidad fui predestinada, y antes que fuese hecha la tierra. Aún no existían los abismos, y yo había sido ya concebida. Aún no habían brotado las fuentes de las aguas; aún no estaba asentada la pesada mole de los montes; antes de que hubiese collados yo había ya nacido. Aún no había hecho la tierra, ni los ríos, ni los ejes del globo de la tierra. Cuando Él extendía los cielos, estaba yo con Él; cuando con ley fija y valla encerraba los abismos; cuando arriba consolidaba el firmamento, y ponía en equilibrio los manantiales de las aguas; cuando circunscribía al mar en sus términos, y ponía ley a sus olas para que no traspasasen sus linderos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, con Él estaba yo concertándolo todo."
Nos enseña la Letanía que la Virgen es el Vaso que contiene el Espíritu de las cosas: Vas espirituale. "Sobre una mesa, a la altura del pecho de los Magos -nos dice Etteilla-, estaban, a un lado, un libro o una serie de hojas o de láminas de oro (el Libro de Thoth), y, al otro, un vaso lleno de licor celeste-astral, compuesto de un tercio de miel silvestre, una parte de agua de la tierra y una parte de agua del cielo... El secreto, el misterio, estaba, pues, en el vaso."
Esta Virgen es la dispensadora de la sustancia pasiva, a la cual anima el espíritu solar. María, Virgen y Madre, es pues, la forma; Elías, el sol, Dios Padre, es emblema del espíritu vital. De la Unión de estos dos principios nace la materia viva, sometida a las vicisitudes de las leyes de mutación y de la continuidad. Y nace Jesús, el espíritu encarnado, el fuego que toma cuerpo en las cosas, tal como las conocemos aquí abajo.