La sagrada Hé
Dice Louria que el primer acto de la creación es un ocultamiento, como si Dios se ocultara a sí mismo. Por eso, antes de las emanaciones representadas por el Arbol sefirótico aparecen encima tres conceptos escritos en hebreo. El primero es "ain" que se traduce por "no", el segundo es "ain sof", que se traduce por "no fin", el tercero es "ain sof or" que se traduce por “luz infinita”. Esta luz estaba encerrada en sí misma, no tenía calor y no se proyectaba, por eso el Ser no sentía ni tenía forma. Pero la fuerza centrípeta dio paso a la fuerza centrífuga, entonces comenzó a emanar de la propia luz todo lo que después percibimos, desde lo más sutil a lo más denso. Esto es como hablar de antes del big bang y de después del big bang. Pero para que esa luz se manifestara en todos los planos se necesitó una plantilla triangular, de ahí la idea de la Primera Trinidad que en el árbo sefirótico estaría enunciada con los nombres de Corona (Kether), Sabiduría (Jojmá) y Entendimiento (Binah).
En el dibujo de abajo he colocado la letra hebrea "hé" como símbolo de ese paso desde lo oculto hasta lo manifestado. Esa letra está indicando "aquello que está oculto que se abra", "que lo cerrado se manifieste" y está relacionado en el Génesis con la historia de Abraham. Antes de llamarse Abraham se llamaba Abram, sin la hé hebrea, nuestra hache. Dios le había prometido una gran descendencia según el Génesis, pero él tenía 100 años y Saray 90 y no habían tenido hijo. No interpretar mal el escrito, Saray, al ver que no tenían descendencia le dijo que se uniera a Agar, una sirvienta egipcia, entonces nació Ismael, el padre de los ismaelitas, pero entre ellos dos, Saray y Abram, no había descendencia. Abram siempre se quejaba hasta que una día Dios lo saca de la tienda y le dice: Mira las estrellas del cielo ¿puedes contarlas? Pues así será tu descendencia. Pero a partir de hoy no te llamarás más Abram, sino Abraham, y a tu mujer no la llames más Saray, sino Sarah, y les colocó una hache a cada uno, la letra hebrea "he", entonces tuvieron a Isaac, padre de Jacob y éste padre de las doce tribus.
Abram estaba en Ur, que para nosotros es un lugar, pero la mentalidad judía en la que está narrada la historia no es espacial sino temporal, de modo que Ur es un momento. Allí Abram oye la voz de Dios que le dice "lej leja", "sal tú", "sal de ti mismo" y vete hacia la tierra que yo te indicare. Este es el viaje de la humanidad desde lo cerrado, lo oculto a lo manifestado. Y eso está representando la "he", la hache en el dibujo, esa apertura, ese cambio de lo oculto a lo manifestado. El viaje de la humanidad es de Ur a otra Ur, Urshalom (Jerusalem), es decir, desde un tiempo a otro tiempo, el de la reintegración de nuevo en lo oculto.
Dicen los cabalistas que el nombre de Dios Yah se completa con el nombre humano de Abraham, aunque no debemos entender que Abraham es humano en el sentido que nosotros le damos a ese término. Lo que quiere decir es que es a partir de esta apertura de lo cerrado a lo manifestado es que Dios toma en su nombre una ampliación, una nueva Hé y pasa a ser el tetragranmatón o nombre sagrado de cuatro letras pasando de ser Yah a ser YHVH (pronúnciese “YUD – JEI- VAV – JEI”). La primera Hé está relacionada con el mundo de arriba, que incluye lo inmanifestado, mientras que la segunda hé se refiere al mundo manifestado. Estas dos Hé las representamos como las dos velas de nuestro sactum y en un sentido oculto con el pasaje de Éxodo que narra el momento en que Moisés (MShH), hace cruzar a Ishrael por medio de las aguas del Mar Rojo. De modo que la sagrada Hé también se halla presente en el momento en que Ishrael, es decir, la humanidad, pasa del mundo oculto al mundo manifestado.
El tetragranmatón o nombre sagrado de cuatro letras: YHVH, está cargado de simbolismo. La yud nos indica la idea de “principio”, la primera Hé nos indica el mundo de arriba, la segunda el mundo de abajo, y la Vav es el beso del Santo, es decir, es el punto de unión entre los dos mundos.
Que mores siempre en la Luz sagrada de la Sabiduría divina.