ARITMOSOFIA Y GEOMETRIA
Los símbolos geométricos tienen, como dijimos antes, una relación simbólica precisa con las cifras matemáticas. Como se verá, a cada número corresponde exactamente una o más figuras de la Geometría; podríamos decir que éstas son la representación espacial de las mismas energías que los números también expresan a su manera.
Como todos los números pueden ser reducidos a los nueve primeros (por ejemplo el número 8765 = 8 + 7 + 6 + 5 = 26 = 2 + 6 = 8, y de ese modo podríamos proceder con cualquier número mayor que nueve), nos limitaremos por ahora a describir sucintamente el simbolismo de los nueve primeros números más el cero.
1 El número uno, y su correspondiente el punto geométrico, representando aparentemente lo más pequeño, contiene en potencia, sin embargo, a todos los demás números y figuras. Sin él ningún otro podría tener existencia alguna. Todo número está constituido por el anterior más uno, así como toda figura geométrica nace a partir de un primer punto; o sea, que éste genera a todas las demás.
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El Uno simboliza el Origen y el Principio único del que derivan los principios universales, y también el Destino común al que todos los seres han de retornar. Es, según la máxima hermética, "el Todo que está en Todo", es decir, el Ser Total.
Aunque el punto y el uno son ya una primera afirmación (proveniente de una página en blanco, o del cero, o del No-Ser) normalmente se los describe más bien en términos negativos, ya que representan lo indivisible, lo inmutable, es decir el motor inmóvil, padre de todo movimiento y manifestación.
La meta primera de los trabajos iniciáticos es alcanzar la conciencia de Unidad.
2 El número dos signa a la primera pareja, que dividiéndose de la Unidad opone sus dos términos entre sí, al mismo tiempo que los complementa. Se dice que constituye el primer movimiento del Uno, que consiste en el acto de conocerse a Sí Mismo, produciendo una aparente polarización: el sujeto que conoce (principio activo, masculino, positivo) y el objeto conocido (pasivo o receptivo, femenino y negativo). Desde la perspectiva de la Unidad esta polarización o dualidad no existe, pues lo activo y lo pasivo (yang y yin en el extremo Oriente) contienen una energía común (Tao) que los neutraliza, complementa, sintetiza y une (ya se vislumbra aquí el tres); pero desde el punto de vista del ser manifestado, esta dualidad está presente en toda la creación: noche y día, cielo y tierra, vida y muerte, luz y oscuridad, macho y hembra, bien y mal, se encuentran en el génesis mismo del acto creacional, y a partir de allí toda manifestación es necesariamente sexuada.
Al dos se lo representa geométricamente con la línea recta:
3 Pero como dijimos, para que la dualidad se produzca ha de haber siempre un punto central del que nace la polarización:
El tres se corresponde con el triángulo equilátero (símbolo de la triunidad de los principios) y representa a la Unidad en tanto que ella conjuga todo par de opuestos. Las tres columnas del Arbol, sus tríadas y los tres principios de la Alquimia de que hemos hablado así lo testimonian; y podemos también encontrar esta ley ternaria en los tres colores primarios (azul, amarillo y rojo) de cuya combinación nacen todos los demás; en las tres primeras personas de la gramática (yo, tú, él); en las tres caras del tiempo (pasado, presente y futuro); en las tres notas musicales que componen un acorde (do, mi, sol, por ej.); y en los tres reinos de la naturaleza (mineral, vegetal y animal), etc.:
En la dualidad cielo-tierra el tercer elemento es el hombre verdadero (el Hijo) que los une conjugando así lo material y lo espiritual.
4 Si el punto es indimensionado, la recta expresa una primera dimensión y el triángulo es de dos dimensiones (es la primera figura plana), el número cuatro es el símbolo de la manifestación tridimensional, según se ve en la geometría en el poliedro más simple (nacido del triángulo con un punto central), el tetraedro regular de cuatro caras triangulares:
Se dice que los tres primeros números expresan lo inmanifestado e increado y que el cuatro es el número que signa toda la creación. En efecto, al espacio se lo divide en cuatro puntos cardinales que ordenan toda la medida de la tierra (geo = tierra, metría = medida), y a todo ciclo temporal se lo divide en cuatro fases o estaciones, como hemos visto.
La representación estática del cuaternario es el cuadrado y su aspecto dinámico está expresado en el símbolo universal de la cruz:
Queremos recordar aquí lo que hemos mencionado referido a los cuatro mundos del Arbol cabalístico y a los cuatro elementos alquímicos y apuntar que éstos se relacionan en la tradición judía con las cuatro letras del Tetragramatón o nombre divino (YHVH).
También apuntar de paso que según la llamada ley de la tetraktys que estudiaban los pitagóricos, el cuatro, como la creación entera, se reduce finalmente en la unidad:
4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1
5 El cinco, que es el central en la serie de los nueve primeros números, en la geometría aparece cuando la unidad se hace patente en el centro del cuadrado y de la cruz:
Este punto medio representa lo que en Alquimia se denomina la quintaesencia, el éter, el quinto elemento que contiene y sintetiza a los otros cuatro y que simboliza el vacío, la realidad espiritual que penetra en cada ser uniendo todo dentro de sí.
En el símbolo tan conocido de la pirámide de base cuadrada ese punto central se coloca en su vértice, mostrando así que esa unidad se encuentra en otro nivel al que confluye el cuaternario de la manifestación:
Al número cinco –que se representa también geométricamente con el pentágono– se le relaciona con el hombre o microcosmos, ya que éste tiene cinco sentidos, cinco dedos en las manos y en los pies, y cinco extremidades (contando la cabeza), por lo que se lo puede ver inscripto en una estrella de cinco puntas:
fig. 3
6 La tríada primordial se refleja en la creación como en un espejo, lo cual se representa con la Estrella de David o Sello Salomónico, y también con el hexágono.
Si vimos los tres colores primarios (azul, amarillo y rojo) en el primer triángulo, los tres secundarios que completan los seis del arco iris, nacidos de la combinación de aquéllos (verde, naranja y violeta) se colocan en el segundo triángulo invertido.
En la geometría espacial es el cubo el que representa al senario, ya que tiene seis caras –como se observa en el símbolo del dado, de origen sagrado–, de las cuales tres son visibles y tres invisibles. La esfera (como el círculo) simboliza al cielo, y el cubo (como el cuadrado) a la tierra
Por otra parte, si ponemos las caras del cubo en el plano, se produce el símbolo de la cruz cristiana, al que se relaciona también por ese motivo con el seis:
Otro modo de representar geométricamente al seis es por medio de la cruz tridimensional, o de seis brazos, que marcan seis direcciones en el espacio: arriba y abajo, adelante y atrás, derecha e izquierda:
7 El siete, como el cuatro, representa a la unidad en otro plano, ya que puede reducirse al uno de la misma forma:
7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1
En la geometría el septenario puede representarse con el heptágono y la estrella de siete puntas, pero sobre todo se lo ve cuando se agrega a las figuras que simbolizan el seis su punto central o unidad primordial (obsérvese que las dos caras opuestas de un dado siempre suman siete):
Son variadísimas las manifestaciones del número siete en el simbolismo esotérico. Mencionaremos de paso las más conocidas: son siete los días de la creación (seis más el de descanso) en correspondencia con los días de la semana, los planetas y los metales como ya hemos visto. Este número representa una escala de siete peldaños –relacionada con las siete notas de la escala musical y con los siete chakras del Kundalinî yoga–, así como con los siete arcángeles y los siete cielos en correspondencia con siete estados de la conciencia:
Se dice que este número se produce por la suma de los tres principios más los cuatro elementos, a los que podemos vincular también con las siete artes liberales de la Tradición Hermética, constituidas por la suma del trivium (gramática, lógica y retórica) y el quadrivium (matemática, geometría, música y astronomía).
8 Si en la geometría plana, como hemos apuntado, el círculo es símbolo del cielo y el cuadrado de la tierra, el octógono viene a ser la figura intermedia entre uno y otro a través de la cual se logra la misteriosa circulatura del cuadrado y cuadratura del círculo que nos habla de la unión indisoluble del espíritu y la materia.
El ocho, se dice, es símbolo de la muerte iniciática y del pasaje de un mundo a otro. Por eso lo encontramos en el simbolismo cristiano tanto en las pilas bautismales (en el paso entre el mundo profano y la realidad sacra) y en la división octogonal de la cúpula (que separa simbólicamente la manifestación y lo inmanifestado) así como en el símbolo de la rosa de los vientos, idéntico al timón de las embarcaciones:
9 Al nueve se lo considera como un número circular, ya que es el único que tiene la particularidad de que todos sus múltiplos se reducen finalmente a él mismo (ej.: 473 x 9 = 4257 = 4 + 2 + 5 + 7 = 18 = 1 + 8 = 9).
Este número (que es el cuadrado de tres) se representa en geometría con la circunferencia, a la que se asignan 360 grados (3 + 6 + 0 = 9) y que se subdivide en dos partes de 180 (1 + 8 + 0 = 9), en cuatro de 90 (9 + 0 = 9) y en 8 de 45 (4 + 5 = 9).
Sin embargo la circunferencia no podría tener existencia alguna si no fuera por el punto central del cual sus indefinidos puntos periféricos no son sino los múltiples reflejos ilusorios a que ese punto da lugar.
Si añadimos a la circunferencia su centro ya obtenemos el círculo (9 + 1 = 10) con el que se cierra el ciclo de los números naturales.
P. Agartha
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