A pesar de que la Navidad es esencialmente una época de celebraciones, los Rosacruces deberíamos tomarnos unos cuantos minutos para pensar en alguna otra razón del por qué celebramos esta festividad. Siendo seres duales, debemos interesarnos en saber su origen desde el punto de vista esotérico, así como también desde el punto de vista exotérico que domina nuestra cultura.
En la celebración de la Navidad existe una dicotomía entre el enfoque teológico y sus verdaderos orígenes místicos. Quienes fuimos educados dentro de la tradición cristiana de occidente, nos sentimos un tanto en desventaja por sus interpretaciones ortodoxas. Agravando el problema, ocultos bajo el barniz teológico hay una miríada de vestigios de los rituales y las creencias llamados paganos, del pasado precristiano. La tradición cultural resistió tenazmente y la iglesia antigua adaptó en forma deliberada
muchas de las prácticas establecidas, para que la nueva religión fuera más aceptable. A medida que el tiempo pasó se perdieron los orígenes, y las mezclas culturales los borraron aún más con el transcurso de los siglos. Finalmente, emergió un sistema más o menos permanente que es el guía de los pensamientos y las costumbres de hoy en día.
Un aspecto básico de este sistema navideño es el intercambio de regalos. Hemos convertido casi en un arte el reparto de regalos, sólo rivalizado por las grandes fiestas que los indios del noroeste de América celebraban en siglos pasados. En sus celebraciones de invierno el anfitrión distribuía valiosos regalos en todas las aldeas, en un despliegue competitivo de opulencia que con frecuencia le llevaba a la ruina financiera.
Sin embargo, la gente que se lamenta de que el comercialismo está destruyendo el espíritu de la Navidad, probablemente se sorprendería al enterarse de que la mayor parte de las tradiciones que le son tan queridas y sagradas, son tan improcedentes como el acto de dar regalos, a excepción de los que se ofrecen desde el punto de vista simbólico. Con el correr de los siglos se han formado muchas falsas interpretaciones respecto a la Navidad.
El Nacimiento del Sol
La época de mediados del invierno refleja una condición cósmica y durante ésta se celebraba el nacimiento del Sol, y se exaltaba también la manifestación de las leyes y los principios simbolizados por éste. Esta es la época del solsticio de invierno, cuando el Sol emprende su jornada anual alargando los días. En el mundo antiguo, las gentes exaltaban de varias maneras los poderes dadores de vida del Sol.
Los romanos celebraban el Natalis Solis Invicti, el "Nacimiento del Sol Invencible", costumbre que adoptaron de los persas cuyo héroe-dios de la luz del día era Mitra. El mitraísmo tuvo muchas otras similitudes con el cristianismo, por ejemplo, la comunión simbólica comiendo pan de maíz junto con vino consagrado, el bautismo para el perdón de los pecados, la redención, la salvación, la gracia sacramental, el renacimiento del espíritu, la confirmación y la promesa de una vida eterna. Tanto la cristiandad como el mitraísmo son de índole personal y moral.
Cuando la Gran Hermandad Blanca de Egipto estableció que el día y la hora del solsticio de invierno era el período cósmico para el nacimiento de los Avatares, proclamaron lo que habían observado. Su observación se basó en los principios de la reencarnación, los ciclos cósmicos de la vida y las leyes cósmicas relativas a los períodos de avance de la civilización. Una razón pragmática para que la cristiandad escogiera el 25 de diciembre, fue conocida como "El Plan de las Edades", que se originó en la antigua teoría cristiana de que la Creación tuvo principio en la época del equinoccio de primavera, alrededor del 25 de marzo. Es en esta época cuando la naturaleza estalla y se renueva, y los días y las noches tienen la misma duración. Los miembros de la iglesia consideraron que Cristo, la Nueva Creación, el Cordero Pascual, tuvo que haber sido concebido en ese período, fijándose Su nacimiento el 25 de diciembre. El solsticio simboliza, por lo tanto, la llegada de la "Luz del Mundo".
A causa de la universalidad de la observancia del solsticio de invierno, fue que se creyó que los salvadores de la humanidad
-los mensajeros o Hijos de Dios- nacieron alrededor del 25 de diciembre, por lo menos en el calendario de los días festivos. Es notable, además, que ellos nacieran de Vírgenes. De acuerdo con la narración bíblica de los pastores, la fecha verdadera del nacimiento físico del Maestro Jesús ocurrió a comienzos de la primavera, y originalmente se celebraba en abril, en mayo y aun en enero. Hasta el Siglo V A.D. fue que se estableció el 25 de diciembre como día del nacimiento de Cristo.
A la inversa, el nacimiento de Krisna fue cambiado de diciembre a julio o agosto.
El Nacimiento de los Avalares
Muchos avalares que precedieron a Jesús nacieron alrededor del solsticio de invierno. Por ejemplo, Buda, hijo de la virgen Maya, nació por esa época. En el antiguo Egipto, Isis, Reina del Cielo, siendo virgen dio a luz a su hijo, Horus, cuya imagen era sacada del santuario para las celebraciones, tal como se hace actualmente con la imagen del Niño Jesús en Italia. De igual manera, Osiris nació de la virgen Neith.
Los antiguos griegos afirmaban que Hércules había nacido en la noche del solsticio, a la que ellos llamaron "La Noche Triple". Esto se refiere a "La Noche de la Trinidad Santa" o a las "Tres Luces Santas", y eran simbolizadas ora por un triángulo ora por dos triángulos entrelazados que representan tres personas en una sola Divinidad. Este concepto no fue característico de la cristiandad, sino hasta muchos años después del establecimiento de la iglesia.
Baco, o Dionisio, nació también de una virgen al amanecer de un 25 de diciembre, y con frecuencia se le mostraba siendo infante en su templo en el Monte Zehmissus en Tracia. De acuerdo con los antiguos escritores eclesiásticos, Adonis nació en una cueva en Belén, en la misma cueva donde nació Jesús. Esta gruta esenia había sido el lugar donde nacieron muchos Avatares, y esto explica el por qué los Reyes Magos sabían dónde encontrarían al nuevo Mesías.
El Dr. H. Spencer Lewis escribió una vez con respecto de la Navidad: "...El 25 de diciembre es, por acuerdo mutuo de parte de la conciencia religiosa y sagrada de los pueblos antiguos, un día de fiesta reconocido y, por lo tanto, un día místico. Siempre que la mente de los hombres en general concuerda en cualquier aspecto, principio, ley o doctrina, estos son místicos. Si no hubieran sido creados de esta manera, se hubieran convertido en místicos por tanta adoración y reverencia que se les concede. Muchas cosas de nuestra vida no son sagradas porque Dios las hizo así, sino porque mediante la actitud reverente y los motivos idealísticos del hombre se vuelven sagradas, ya que continuamente se piensa que lo son y la suposición se difunde".
Desde este punto de vista, los estudiantes de misticismo podemos compartir todas las tradiciones
de la época navideña, como lo son el decorar nuestros hogares, decorar el arbolito, enviar tarjetas y tomar parte en otras hermosas costumbres, pero con una diferencia muy significativa: con nuestra posición ventajosa más sofisticada, nos es posible apreciar el simbolismo que fundamenta estas prácticas, el cual nos recuerda sus verdaderos propósitos. La única diferencia verdadera entre la adhesión insensata a la costumbre por el puro placer de seguirla, y observarla de acuerdo con su verdadero significado, está en la conciencia de la persona.
Uno puede arrojar una moneda en la vasija para donativos de una organización caritativa como un gesto impulsivo de "ayudar a los pobres", debido a que nos sentimos acosados por los sentimientos de culpabilidad por haber gastado demasiado en la familia y en tos amigos, mientras que también puede ofrecerse otra donación impulsados por el espíritu de Amra. Ambos servirán al mismo propósito material, pero lo que importa no es quién la recibe, sino el motivo del que la da.
La mayor parte de la información que se presenta en este artículo tal vez tenga sólo un interés histórico leve, pero lo que es más importante es el "por qué" y
no el "qué". Los detalles no son tan importantes como lo es la idea de que lo que celebramos se fundamenta en leyendas y hechos reales que se remontan a la antigüedad, y en que todos ellos tienen como base una Gran Verdad desde el punto de vista del entendimiento de la gente de aquella época.
Deberíamos dirigir cada faceta de nuestra vida hacia la meta de comprendernos mejor a nosotros mismos y comprender también nuestra mutua relación; debemos dirigirla, además, hacia el génesis cósmico de nuestro ser. Los rituales de Navidad son una forma más de llegar al punto de la iluminación. Conociendo lo que sucedió antes, podemos ver de dónde hemos venido en esta jornada.
En el punto que nos encontramos en la historia, podemos considerar que la Navidad no es únicamente una festividad que se celebra todos los años, como lo hicieran los pueblos de la antigüedad, sino más bien que es una celebración importante que merece ser observada de acuerdo con su importancia mística. No es sólo la celebración tradicional del nacimiento del Niño Divino, sino también el nacimiento simbólico de la Consciencia Crística, o sea, de la Iluminación en cada uno de nosotros.
El Rosacruz Noviembre, 1986