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General: El significado de la Navidad
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De: Evaristo  (Mensaje original) Enviado: 06/12/2011 15:18

El significado de la Navidad

Por Ralph M. Lewis, F.R.C.

Imperator de la A.M.O.R.C.

La Navidad tiene múltiples significados, cuyos orígenes son desconocidos para un gran número de personas. El conocimien­to de sus significados y de sus orígenes hará que este día le brinde mucha mayor satisfacción a las que lo celebran.

Si hemos de investigar el tema con cierto método, podemos utilizar la si­guiente división: los aspectos históricos; las costumbres; y el idealismo de la Navidad. En cada una de estas divisiones, consideraremos brevemente los puntos más evidentes y significativos.

En la primera división concerniente a los aspectos históricos, comenzaremos con Jesús Cristo. Por supuesto, Jesús es la idea central en cada una de estas divisiones; es, por decirlo así, el núcleo central de las celebraciones de Navidad. La palabra Cristo va generalmente asociada con Jesús, para designarlo en for­ma más particular, constituyendo una especie de título. El origen inmediato de la palabra Cristo es del latin, Cristus, que a su vez tiene un origen griego. En la versión griega de los Setenta la palabra griega Cristos se usa para traducir la palabra hebrea Mahsiah, que nosotros escribimos Mesías, y cuyo signifi­cado original es "El Ungido".

La costumbre religiosa de los hebreos de ungir, era en realidad heredada de sus antepasados, especialmente del an­tiguo Egipto y de Babilonia. Se pensaba que el aceite usado en la unción le confería al individuo ciertas características espirituales y ciertas virtudes como re­sultado del rito. El rito de la unción iba acompañado de las correspondientes oraciones y liturgia.

Todo lo cual cons­tituía un acto simbólico de infusión divina, significando que por medio de la ceremonia se recibía un manto di­vino de poder y sabiduría. Todos los que eran ungidos de esa manera pasa­ban a ser sacerdotes y se les consideraba como intermediarios entre el hombre y su dios.

Las personas ungidas, o Mesías, eran esperadas en la categoría de reyes, para dirigir a los hombres en una ba­talla contra sus opresores, o bien para actuar como salvadores en un sentido moral o espiritual. La gente esperaba la llegada de un Mesías con el anhelo de librarse de las calamidades físicas y mentales y obtener la salvación. Los profetas hebreos, mucho antes de la era de Jesús, hablaron de la venida de un rey o de un Mesías. Uno de los pri­meros en hablar de esa manera fue el profeta Isaías. Se decía que el Cristo, este Mesías particular, se revestiría de justicia y rectitud, no se dedicaría a la guerra ni a la conquista y se referirían a él como "el Príncipe de la Paz".

Es interesante notar que el mismo Asurbanipal, famoso rey asirio, se consideraba él mismo como un Cristo. Fue durante su reinado que se constru­yó la biblioteca más grande del mundo antiguo.. El decía: "Yo nací en las montañas que ningún hombre conoce. Tú, Ishtar, me has traído desde las montañas para pastorear a tu pueblo." Este rey asirio creía que la Diosa Ishtar, o sea, la Diosa del Amor, lo había crea­do para convertirlo en salvador de su pueblo elevándolo a una posición de dominio; la cual fue realmente alcanzada por el pueblo en el mundo antiguo. Durante el reinado despótico de He­rodes, Rey de Judea, los judíos ansiaban la llegada de un Mesías personal, que los librase de la opresión y los abusos que estaban sufriendo. Este Cristo, cuya llegada esperaban, había de ser €œun liberador de la casa de David€ .

De hecho, todo el populacho de Jerusalén aclamó a Jesús como el Mesías que tanto habían esperado cuando él entró en esa ciudad. Es muy significativo ver que la manera en que Jesús entró en Jerusalén y los demás detalles relaciona­dos con este hecho, estaban de acuerdo con las predicciones tradicionales acerca de la manera en que los Mesías debían entrar para liberar al pueblo.

Nacimiento virginal

Otro eslabón en el significado his­tórico de la Navidad puede verse en el nacimiento virginal de Jesús. Existen muchos cuentos, mitos y leyendas mara­villosas en diversos países con narra­ciones de nacimientos misteriosos. En la mayoría de estos relatos, se dice que la madre era la esposa de alguna deidad o ser sobrenatural del cual concibió. En otros se dice que la madre concibió al ser tocada por un rayo de luz celestial, o al bañarse en aguas sagradas, o bien al tragar una piedra extraña de una forma y color especial. Sin embargo, hay muchos otros relatos de nacimientos virginales pues se parecen notablemente al relato evangélico del nacimiento de Jesús. Todos esos relatos son anteriores al tiempo de Jesús; por ejemplo, el naci­miento de Zoroastro, primer fundador de una religión organizada, que tuvo lugar alrededor de mil años antes de la llegada de Jesús.

Los últimos seguidores de Gautama Buda narran muchos acontecimientos extraños, con el fin de explicar la ma­nera de su nacimiento. La colección de estas narraciones, constituye una parte de la literatura clásica budista, bajo el título de Jataka. Sin embargo, estas narraciones no aparecen en las ense­ñanzas Pali de Buda, lo cual indica que él nunca las enseñó. Podemos suponer, por lo tanto, que los monjes budistas de los lamaserios, impulsados por una gran veneración hacia Buda, exageraron varios incidentes de su vida para hacer­lo aparecer como hombre muy diferente y superior a todos los demás.

Esa es una práctica generalizada en otras sec­tas religiosas cuando desean venerar a un gran líder, cuya vida idealizan por medio de leyendas y proezas fantásticas.

No debemos olvidar que Jesús tenía verdaderos hermanos y hermanas, quie­nes, según los datos, tuvieron un naci­miento muy natural. El tenía cuatro hermanos y algunas hermanas casadas, cuando fue bautizado por Juan. Entre los teólogos y otros intelectuales han habido grandes controversias en relación con el nacimiento virginal de Jesús. Las autoridades bíblicas han señalado el hecho de que la narración del naci­miento solamente aparece en los evan­gelios de Mateo y Lucas. Más aún, Pablo, el Apóstol, nunca hace mención del nacimiento virginal de Jesús en las epístolas que se le atribuyen, aunque de algún modo sugiere que su naci­miento fue milagroso y diferente del de los demás hombres.

Pero lo im­portante no es que Jesús naciera de una virgen en el sentido literal de este concepto. Lo verdaderamente impor­tante es que nos demos cuenta de que en él se encarnó el Espíritu Divino; tal vez más que ningún otro ser humano, Jesús estaba imbuido en la consciencia espiritual. Desde el punto de vista del concepto místico, todos los hombres y mujeres son la encarnación del ser divino o espiritual.

Otro eslabón de la cadena histórica de la Navidad está relacionado con la doctrina de que Jesús era el Hijo de Dios. ¿Fue éste un privilegio exclusivo de Jesús, como la mayoría de los cris­tianos pretenden? Es interesante notar que muchos siglos antes de Jesús, en la antigua ciudad de Egipto llamada Helió­polis y dedicada al dios-sol Ra, los sacerdotes declararon que Khufu era el hijo corporal del dios Ra. El mismo Khufu, a quien más tarde los griegos llamaron Cheops, fue el constructor de la Gran Pirámide de Gizéh. Subsiguien­temente cada Faraón fue proclamado como hijo corporal del dios-sol eterno.

Entre los antiguos hebreos, Israel mismo era concebido como el hijo de Dios. En el Exodo, Capítulo 4:22, en­contramos: "Israel es mi hijo, mi primogénito." Aquí vemos, pues, que es declarado como hijo de Dios.

Si Jesús es un hijo de Dios o el único Hijo de Dios, ha sido un asunto de acaloradas polémicas y argumentaciones entre los teólogos por muchos siglos. ¿Se trataba solamente de uno de varios maestros espiritualmente privilegiados, o de la persona más cercana a la Divinidad de una manera exclusiva? Puesto que Jesús, de acuerdo con las narra­ciones bíblicas, tuvo un nacimiento especial, los teólogos encontraron apro­piado asignarle una afiliación única también, diferente a la de todos los demás mortales.

La Estrella del Oriente

Y ¿qué diremos de la misteriosa Estrella del Oriente? ¿En qué forma la estrella se relaciona con los aspectos históricos de la Navidad y con la vida de Jesús? A muchas personas les sorprenderá saber que la ascensión ines­perada de una estrella en el Este, no es un fenómeno extraordinario y ha sucedido antes y después de los tiempos de Jesús. Astronómicamente dichas es­trellas se denominan helíacas. Son las que salen por el Este poco antes de la salida del sol. No se perciben a simple vista por el día o por la noche. Los antiguos egipcios, especialmente, obser­vaban el ascenso helíaco de Sirius, la estrella fija más brillante. Estos sabios de la antigüedad determinaron que el intervalo entre uno y otro ascenso helíaco de Sirius era poco más de trescientos sesenta y cinco días, aproxima­damente un año. Podemos encontrar referencias de estos fenómenos de es­trellas helíacas en épocas que se remon­tan a mil ochocientos ochenta años an­tes de Jesús..

Es posible que nuevas excavaciones arqueológicas traigan a la luz del día inscripciones que puedan demostrar que las estrellas helíacas habían sido observadas por los hombres en épocas más remotas todavía. Cada vez que una estrella semejante aparecía en los cielos, ocasionaba muchas con­jeturas en las mentalidades supersti­ciosas. Casi siempre se las consideraba como augurio de milagros o calamidades para la humanidad.

¿Cuál es la explicación de las estre­llas helíacas? ¿Son el resultado de al­guna causa sobrenatural, o más bien de una razón definitivamente física y empírica? En realidad son estrellas situadas por breve tiempo en el meri­diano del sol y en el mismo plano del sol. Como consecuencia de esto, mien­tras están en el meridiano del sol, los rayos solares hacen imposible que se vea la luz mucho más débil de la estrella. Pero entonces, poco antes de la salida del sol, o poco después de la puesta, la estrella resulta visible de repente debido a que el sol ha pasado a un meridiano diferente.

Los antiguos egipcios orientaban muchas veces sus templos por medio de esas estrellas helíacas. Se fijaban en la posición de la estrella al salir el sol y entonces el arquitecto construía el portal del templo en la dirección ade­cuada. Y así, cuando la estrella periódicamente salía, se podía ver en el extremo del largo salón de columnas, llamado hipóstilo, al mirar desde el otro extremo. Cada año el sacerdote observaba el fenómeno de la salida de la estrella, que se veía como si estuviera a la entrada del hipóstilo, y entonces, con la ceremonia apropiada, pronosti­caba los hechos del futuro.

Casi siem­pre esas predicciones eran de naturaleza astrológica, basadas en la determina­ción de la posición de la estrella helíaca respecto a los planetas. Estos sacerdotes no creían que la estrella en sí misma poseyese una influencia sobrenatural.

Los Magos, fraternidad secreta

La leyenda de los Magos también tiene un lugar definido en el significado histórico de la Navidad. La palabra Mago significa "hombre sabio". Los primeros Magos venían del Oriente, de los antepasados de los persas. Tenían grandes conocimientos en todas las ramas del saber vivieron muchos siglos antes de los días de Jesús. Como sabios eran conocidos y al principio no tenían que ser necesariamente sacer­dotes ni ocuparse de los ritos y cere­monias religiosas.

Poseían los secretos de la magia, que en la antigüedad con­sistía en la comprensión profunda de las leyes naturales. Así, pues, los Magos venían a ser los científicos de su tiempo.

Estudiaban los fenómenos naturales para descubrir sus causas y efectos y aplicar las leyes al bienestar del hom­bre. Por eso los Magos poseían grandes poderes para efectuar curaciones. También tenían grandes conocimientos de astronomía, astrología, matemáticas y estaban muy bien familiarizados con las filosofías principales de la época.

Los Magos pertenecían al pueblo de los medas, antecesores de los persas; ambos eran descendientes de la raza aria, que a su vez constituía una de las divisiones de la gran raza blanca. Esta gran raza estaba compuesta de una serie de tribus que se extendía a través de Europa desde el Atlántico hasta las planicies del Mar Caspio.

Con el correr del tiempo se consolidaron y se volvieron a dividir; una de estas divisiones se estableció en Irán, lo cual le ha valido el nombre de Irania o Aria. Esta palabra significa que es de origen noble. La otra división de la raza aria pasó al valle del Río Indo y son los antecesores de los hindúes de hoy día. La palabra magos es probable­mente de origen ario.

La fama de los Magos se extendió por todo el mundo antiguo, junto con el relato de sus poderes extraordinarios. Se les conocía como profetas e intér­pretes de los sueños. Con el tiempo constituyeron una fraternidad, un grupo secreto, con el fin de conservar la sabiduría que habían acumulado y para transmitirla a sus sucesores oralmente. Nadie podía entrar en su secta a menos que demostrara sin lugar a dudas su capacidad y vocación. En­tonces, comenzaron a ejercer una poderosa influencia política como consejeros religiosos. Como grupo político-religioso eran tan importantes en su tiempo, en el poder que ejercían sobre los gober­nantes, como lo han sido los jesuitas en épocas más recientes. Los Magos siem­pre estudiaban las estrellas helíacas. Los tres Magos mencionados en la Biblia, sin duda hicieron un estudio astrológico para llegar a su famosa predicción.

Costumbres, Paganas o Cristianas

La segunda división general en nues­tro estudio de la Navidad, se refiere a las costumbres tradicionales. ¿De qué modo se eligió el 25 de diciembre como fecha de la Navidad? ¿Es que Jesús nació ese día? La celebración del 25 de diciembre como fecha de la natividad de Jesús, tuvo su origen en Roma, cuatro siglos después de su nacimiento. Antes de ese tiempo, durante los primeros cuatro siglos de la Era Cristiana, la celebración de la Navidad tenía lugar el 6 de enero, fecha de la Fiesta de la Epifanía. Se trataba de la conmemora­ción, no del nacimiento de Jesús, y en realidad de la visita de los Magos a Belén. La celebración de la natividad (Navidad), se estableció más tarde que la conmemoración de la resurrección. Durante mucho tiempo se estuvo celebrando la resurrección cuando todavía no se había establecido la celebración de la natividad.

El Papa Liberio de Roma entre los años 353 y 354 descartó la fecha del 6 de enero en favor del 25 de diciembre. De acuerdo con el calendario romano, el solsticio de invierno empezaba el 25 de diciembre. Por lo tanto, se estimó muy conveniente relacionar la nativi­dad de Jesús con el fenómeno del sol en su función astronómica de señalar el comienzo del invierno, que era una ocasión celebrada desde hacía tiempo por el pueblo. Ese día era conocido como el día del sol de la justicia. Tam­bién, alrededor del 25 de diciembre, se celebraba la natividad del dios-sol de Asiria, que era una derivación del dios Mitra, de Persia, conocido como el dios de la luz. Durante varios siglos esta fecha y la correspondiente celebración, era de gran importancia. El establecimiento del 25 de diciembre para la natividad de Jesús servía para hacer resaltar en la mente popular que El había nacido como hijo de un dios, por la relación que ese día tenía con la natividad de Mitra.

La fecha del 25 de diciembre, al ser escogida por los teólogos cristianos, no fue universalmente aceptada por todo el mundo cristiano. Es interesante notar que la Iglesia Oriental, que era rival de Roma y tenía su sede en Constanti­nopla y también en Antioquía, no acep­tó la fecha del 25 de diciembre sino hasta mucho después. La fecha del 25 de marzo o el 28, alrededor del equinoccio de primavera, también se había declarado como día de la natividad.. La razón por la cual muchos favorecían esta fecha es, que la primavera trae el renacimiento de la Naturaleza y el nuevo despertar de la vida.

Muchas razones filosóficas se presentaron en favor de la fecha de marzo. Algunos llegaron a afirmar que en la fecha de marzo Jesús había sido concebido y debía de celebrarse en vez de la fecha del nacimiento.

De hecho, la Iglesia Romana estaba ansiosa de corregir el sentido pagano que el pueblo le daba a las fiestas del 25 de diciembre. Como ya dijimos, esta fecha se celebraba en honor de Mitra, dios de la Luz. Era también la ocasión de la fiesta del Sol Invictus. Por consiguiente, se estimó lo más apropiado señalar las fiestas de Navidad para esa misma fecha. Desde un punto de vista psicológico, se estableció de esa manera en la mente popular una cierta relación entre Jesús y el sol y los fenó­menos relacionados con el sol siempre han impresionado profundamente al hombre.

Puesto que el sol había sido divinizado algunas veces por los anti­guos, esta relación reforzó el concepto de la divinidad de Jesús.

La Saturnalia era una antigua fiesta romana en conmemoración del dios Saturno. Las fiestas de la Saturnalia tenían lugar durante la semana del 17 al 24 de diciembre. Muchas costumbres de la Saturnalia llegaron a incorporarse a nuestras celebraciones de Navidad. Más aún, la mayoría de las costumbres y maneras de celebrar la Navidad en todo el mundo no tienen un origen cristiano, sino que representan un sin­cretismo, es decir, un esfuerzo de re­conciliar varias costumbres paganas.

El regocijo de la celebración de la Navidad constituía un aspecto impor­tante de la fiesta de la Saturnalia. Todas las escuelas se cerraban durante esa semana; la alegría y el júbilo se apoderaban de la gente. No se castigaban las transgresiones menores de la ley, no era necesario vestirse en la forma acos­tumbrada, ni existían en esos días las diferencias sociales.

Tanto los esclavos como sus amos participaban en los con­vites en una misma mesa, todas las clases sociales se ofrecían regalos mu­tuamente. Estos regalos consistían en gran parte de obleas de cera. Sin em­bargo, muñecas de barro y juguetes se le daban a los niños; también se tiraba confetti y se usaban disfraces. Repetimos que muchas de estas cos­tumbres fueron transferidas a la cele­bración de la Navidad, como resulta evidente todavía.

Algunas costumbres de nuestras cele­braciones de Navidad, se han heredado de las tribus nórdicas de los teutones. Estas tribus tenían la fiesta de Yol (Yule), cuyo motivo principal era cele­brar el rito del sol después de los cuarenta días de obscuridad, debido a la ausencia del sol durante una parte del invierno en las altas latitudes. Pues­to que la época de Yol tenía lugar durante la larga noche del invierno nórdico, las supersticiones abundaban entre la gente.

Creían que durante el largo período de obscuridad los de­monios y espíritus maléficos rondaban por todas partes. Más tarde, sin embar­go, cuando su mentalidad avanzó y obtuvo una comprensión exacta de las cosas, estos demonios fueron transfor­mados por la mente popular en tipos cómicos y la gente misma se disfraza­ba como demonios, con cuernos y rabos, en un espíritu de fiesta. Iban de una casa a otra con regalos que se ofrecían mutuamente y con juguetes para los niños. También tenían grandes cenas.

También en Alemania tenían gran­des celebraciones con ocasión del solsticio de invierno, despidiendo el año viejo y dando la bienvenida al año nuevo.

En los Estados Unidos y otros lu­gares, el "místletoe" o muérdago (plan­ta sagrada de los celtas y los galos), se deriva de las antiguas prácticas re­ligiosas de los celtas. Se dice que los sacerdotes celtas usaban ramas de esta planta cuando saludaban al sol na­ciente, o al dios sol. Stonehenge, en las planicies de Salisbury en Inglaterra, probablemente fue construido por los antiguos druidas. Las reliquias de sus monolitos todavía pueden verse, for­mando una especie de sala entre columnas, y unas estructuras circulares. Se supone que los sacerdotes se paraban en esas columnatas (que están orienta­das hacia el Este), sujetando en alto con la mano derecha una ramita de muérdago, como salutación al sol na­ciente.

Otras decoraciones verdes, de ramas, que añaden tanto colorido a la Navi­dad, tuvieron su origen en Alemania, en el siglo diecisiete. El Arbol de Navi­dad, que tiene tanta importancia en nuestras celebraciones y constituye un centro de atracción por sus decorados, probablemente tenga su origen en un animismo primitivo, que rendía culto al árbol.

Los animistas creen que todas las cosas están vitalizadas por un espíritu o inteligencia especial. El ár­bol sugería el concepto de la inmortali­dad, pues sus raíces penetran profundamente en la tierra y su parte superior se dirige hacia las regiones celestiales. Por esta razón los griegos tenían grutas y huertos sagrados donde, en un am­biente que hacia pensar en lo divino, efectuaban sus misterios y ritos sagra­dos, con las iniciaciones correspondi­entes.

El Arbol de Navidad pudiera tener, también alguna relación con el tronco de Yol, que también se adornaba con sentido religioso en un antiguo rito de los teutones.

Tal vez el símbolo más popular de la alegría de la Navidad es Santa Claus, que se deriva de la tradición de San Nicolás, antiguo obispo de la ciudad de Myra, en Asia Menor. Tuvo que sufrir persecuciones, fue arrestado y sufrió tormentos durante muchos años. Al convertirse en mártir obtuvo un gran número de devotos. Se le atribuyeron grandes proezas y actos de generosidad que hicieron resaltar su importancia ante los ojos del mundo.

Entre otras cosas se decía que San Nicolás le había dado dotes a las hijas de los campesinos pobres para que pudieran casarse y nunca pregonaba los actos generosos que realizaba. Más tarde también se dijo que San Nicolás ofrecía muchos regalos secretamente en su día y se le ha presentado siempre como un protector de los niños; las estatuas que lo representan en varias partes de Europa, muestran a los niños sujetándose a su túnica. El nombre Santa Claus, se derivó por evolución fonética del nombre holandés San Ni­colás; fueron precisamente los primeros colonizadores holandeses quienes tra­jeron esa tradición al Nuevo Mundo.

Idealismo

La tercera división del significado de la Navidad, se refiere a su idealismo. Claro está que no puede existir ningún maestro religioso, ni ninguna enseñanza religiosa o espiritual, que sea universalmente aceptada en todos sus detalles por todos los hombres. La inteligencia de los diversos pueblos, las asociaciones mentales y la diversa educación y di­ferente ambiente de las personas, hacen que miren las mismas cosas con muy diversos puntos de vista. Cada individuo deriva una interpretación diferente de sus experiencias, de acuerdo con la ele­vación o desarrollo de su consciencia, de su habilidad de comprender y per­cibir. Sin embargo, en el mundo in­mediato de cada ser humano hay algún personaje a quien conoce personalmente, o de quien ha oído hablar o acerca del cual ha leído, cuya vida ejemplar constituye su propio ideal. Todos concebimos una forma de vida, o la vida de algún personaje, como la representación de lo que consideramos lo mejor y más excelente.

Sin embargo, lo que una persona considera como verdad y aun como milagro, para otras personas no es así. Hay quienes consideran las creencias sagradas de otros no como realidades, sino como fantasías. No es que quieran ser sacrílegos o parecer ateos; es, sencillamente, que lo que otros veneran no armoniza exactamente con su concepto de lo espiritual. Se ha dicho que la belleza está en los ojos del que la con­templa. Así también, la espiritualidad está en aquello que despierta la ar­monía del alma; de otra manera la espiritualidad que hay en una tradición carecería de sentido. Nada se pierde al comprender que muchas de las cos­tumbres que hoy se relacionan con Jesús no tenían ese mismo significado en épocas pasadas.

Por el contrario, esto demuestra que los hombres han ido cultivando gradualmente un concepto más amplio de lo bueno y en todos los tiempos han encontrado cosas que representan la espiritualidad. En conse­cuencia, una personalidad que repre­senta lo bueno que hay en todo, ha servido como centro de atracción y se le han atribuido todas las virtudes del pasado. En todas las épocas los hom­bres escogen, cual si fueran joyas, las cosas que representan sus ideales.

No importa que los hombres crean o no crean la narración de la natividad de Jesús según la exégesis cristiana. Mucho más importante es que para ellos Jesús se convierta en un símbolo de los conceptos más nobles, hacia los cuales la humanidad espiritualmente se encamina. Después de todo, lo divino ha de ser siempre lo ideal.

Los ideales no pueden reducirse completamente a hechos concretos, puesto que de este modo estarían limitados a la materia objetiva de que se componen. Los ideales humanos han de elevarse más alto que los hombres que los conciben, ayudando a levantar sus propias na­turalezas. El concepto espiritual es siempre la culminación del crecimiento moral de la humanidad, y representa las mayores alturas que ha alcanzado en una era determinada. La Navidad y la narración bíblica de Cristo, están entre los ideales espirituales más eleva­dos y admirables que el hombre haya logrado concebir.



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