Los animales, además de expresar la parte instintiva e irracional del alma humana (los impulsos, deseos y emociones del ánima), siempre han ocupado un lugar destacadísimo en la cosmogonía de todos los pueblos y culturas tradicionales, que unánimemente han visto en ellos manifestaciones de las fuerzas cósmicas y divinas en su acción sobre el mundo, constituyéndose en vehículos y oráculos transmisores de la realidad de lo numinoso, y por tanto en mensajeros o intermediarios entre el Espíritu y el hombre. Ellos conforman, pues, un código simbólico de suma importancia, un lenguaje a través del cual el hombre ha podido y puede leer las claves que le permiten comprender las leyes y misterios del universo, y por consiguiente conocerse a sí mismo, pues siendo un microcosmos hecho a imagen y semejanza del macrocosmos, contiene dentro de sí todas las formas, lo cual es posible por la posición central que ocupa en su mundo, y que le fue designada por el Creador. En este sentido los textos tradicionales afirman que los primeros hombres tenían la potestad de poner nombres a todos los seres y cosas, lo que no sería tal si éstos no formaran ya parte de su naturaleza integral. Asimismo, la lengua adámica y primordial ha sido llamada la "lengua de los pájaros", no siendo éstos, efectivamente, sino los mensajeros de las realidades superiores, lo cual guarda relación con la "lengua de oc" (de oca), considerada en la Edad Media y en el sur de Francia como el argot simbólico utilizado por los alquimistas, constructores, trovadores y juglares para transmitir el Conocimiento. La "lengua de oc", o la "lengua de los pájaros", es verdaderamente el lenguaje de los símbolos.
Podríamos decir que los animales (sobre todo los salvajes), en cierto modo conservan todavía la pureza virginal de los orígenes: son lo que son, y en la espontaneidad de sus gestos participan, junto a la naturaleza entera, de la armonía y del rito perenne de la creación. Recordemos que en diversas culturas de las hoy llamadas "primitivas" o chamánicas es muy importante la figura del "animal iniciador", vinculado con la idea de un "alter ego" animal en el hombre; además, en dichas culturas por lo general el ancestro mítico y civilizador es un animal, y su danza, o rito, creacional es la que se reitera e imita en las ceremonias de acceso a lo sagrado. Conocida es también la existencia de ciertos animales "psico-pompos" (por ejemplo el perro y el caballo) que guían al difunto en su viaje post-mortem, considerado análogo al que ha de realizarse durante las pruebas por el laberinto iniciático; sin olvidar que los "guardianes del umbral", cuya función es impedir, o permitir a los que están cualificados para ello, la entrada al mundo invisible, aparecen revestidos con formas animalescas, en ocasiones con apariencia monstruosa y "terrible". Tal es el caso, por ejemplo, del Mákara y del Kala-Mukhahindúes, o del Tao-Tie chino, que figuran al Ser Supremo en su aspecto de animal monstruoso, cuyas fauces abiertas pueden ser, en efecto, tanto las "fauces de la Muerte" como la "puerta de la Liberación". La Esfinge, y concretamente la Esfinge egipcia con cabeza de hombre y cuerpo de león, tendría también el mismo sentido de "guardián del umbral".



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