LA CORONA
En una primera lectura, la corona simboliza las virtudes más elevadas que existen en el hombre, de ahí que se ciña sobre la cabeza, la "cúspide" del microcosmos humano, esto es, en aquella parte del mismo que se corresponde con el Cielo, cuya forma circular la corona reproduce. Pero, precisamente por ello, la corona también expresa lo que está por "encima" o "más allá" del cosmos y del hombre: la realidad de lo divino y lo trascendente. Podría decirse que en el significado de la corona coinciden, pues, las cualidades más nobles y superiores del ser humano y al mismo tiempo aquello que las trasciende por constituir el arquetipo de las mismas. En el camino del Conocimiento, o vía iniciática, dichas cualidades se van desarrollando tras un largo proceso de transmutación alquímica, durante el cual el aspirante a él va tomando gradualmente conciencia de la sacralidad de su existencia, o de su realidad en lo universal, hasta identificarse plenamente con ésta.
Esa identificación se visualiza muchas veces como la "conquista" de un estado espiritual (o supra-individual), que es el que, efectivamente, "corona" la realización de dicho proceso, es decir, lo "legitima" (o lo hace verdadero y cierto, que es lo que esta palabra significa realmente), invistiendo a quien lo cumplimenta de una autoridad que emana directamente del poder mismo de Dios, el Rey Supremo, o Rey del Mundo. Este es el sentido que tenían en la antigüedad los ritos de coronación de los reyes, los jefes de un pueblo o de una comunidad tradicional, que eran tales porque antes habían llegado a ser los reyes y jefes de sí mismos, gobernando de acuerdo a la Voluntad del Cielo, a la que representaban ante sus súbditos. La verdadera coronación (que es una "consagración" o asunción plena de lo sagrado) ocurre en lo más secreto, en el corazón, donde se establece la "alianza" que sella la unión con la Deidad, siendo entonces la corona un signo externo y distintivo que confirma la posesión de la auténtica realeza interior.
Por otro lado, no podemos dejar de mencionar las estrechas vinculaciones que se dan entre la corona y los cuernos, los cuales también se ceñían sobre la cabeza, y simbolizan exactamente lo mismo que aquella. Los cuernos son un atributo de la potencia del Espíritu que "desciende" a la naturaleza del hombre, al que fecunda y transfigura integrándolo en la entidad superior, que es su verdadero Sí Mismo. Igualmente, es evidente la relación que existe entre los cuernos y el rayo, y desde luego con el relámpago, y recordaremos, a este respecto, que las coronas más antiguas estaban adornadas de puntas que semejaban los rayos luminosos. Lo mismo podría decirse de la corona de espinas que portaba el Cristo Rey durante su Pasión. Con todo ello se trata de destacar el aspecto solar de estos símbolos, el que también aparece en la corona de laurel (símbolo eminentemente solar) que llevaban los emperadores romanos y con la que eran coronados los héroes, pero sin olvidar que dicho aspecto se complementa con el simbolismo polar, que es el más primordial.
En efecto, ambas palabras, corona y cuernos, proceden de idéntica raíz lingüística, KRN, la misma de Kronos, o Cronos, que es el nombre griego de Saturno, la más alta y elevada de las esferas planetarias y considerado como el rey de la Edad de Oro. También la hallamos en Karneíos, que era uno de los nombres que recibía entre los griegos el Apolo hiperbóreo (Apollón Karneíos), el dios del "alto lugar" (Karn), siendo ese lugar la cúspide misma de la Montaña sagrada del Polo (el Eje del Mundo), sede de la Tradición y la humanidad primigenia. Aparece asimismo en la palabra cráneo, el cual es, efectivamente, la parte más elevada de la columna –o eje– vertebral, cuyo extremo superior se denomina precisamente la "coronilla". Siendo el cráneo un símbolo de la bóveda celeste, la coronilla equivaldría entonces a la Estrella polar, llamada el "ápice" del Cielo porque ella "corona" todo nuestro universo visible, y además es considerada en todas las tradiciones como el lugar por donde simbólicamente se accede a los estados superiores del ser, esencialmente supra-cósmicos y metafísicos. Recordemos, en este sentido, queKether, la Unidad, significa precisamente la "Corona", ceñida por el Adam Kadmon u "Hombre Universal".
Esta idea de lo supracósmico es la que representa también el Sahasrra chakra en la tradición hindú y budista. Todo este simbolismo polar y axial conviene perfectamente al de la tiara papal (de origen muy remoto), que es una corona de tres pisos superpuestos, y cuya parte superior aparece rematada por una cruz, otra figura del Eje del Mundo (ver por ejemplo el Arcano V del Tarot). Si la corona propiamente dicha es el símbolo de la autoridad temporal ejercida por el rey (el guerrero), la tiara simboliza a la autoridad espiritual asumida por el sumo pontífice o sacerdote, que en la antigüedad tradicional ocupaba la cúspide de la jerarquía iniciática, ejerciendo su función sobre los tres mundos, es decir sobre el conjunto de la Existencia manifestada, tal cual el Dios Hermes Trismegisto. El era, es, el puente o eje que comunica la Tierra con el Cielo, y el Cielo con la Tierra, el que transmite las bendiciones o las influencias espirituales y el que posee íntegra la Doctrina y la Enseñanza tradicional. Esto explicaría el por qué durante la Edad Media occidental los reyes eran coronados por la autoridad espiritual, reconociéndose así la superioridad de lo metafísico sobre lo temporal, de lo divino sobre lo humano.
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