"Si queréis consagrar un objeto a una entidad celestial, a una actividad benéfica, comenzad por purificarlo. ¿Por qué? Por que todo objeto ha recibido ya la influencia de personas que lo han tocado, de acontecimientos que se han producido a su alrededor y que han depositado en él capas fluídicas opacas e impuras. Estas capas impiden que vuestro pensamiento pueda impregnar este objeto, porque forman una especie de pantalla que hace de obstáculo. Empezar pues por purificar el objeto quemando incienso, pronunciando fórmulas, y luego consagradlo a una cierta entidad, a una virtud, a un trabajo espiritual. Entonces queda reservado. Es como si se hubiera colocado sobre él un cartel: «prohibida la entrada a las fuerzas del mal.» Está impregnado de luz y sólo las entidades celestiales pueden instalarse en él."