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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Siondra  (Mensaje original) Enviado: 03/12/2009 21:22
Muy interesante
Fecha: 23.12.2008 - 19.55    Autor: 4704Paloma

De: Alias de MSNHaviva49  (Mensaje original) Enviado: 06/08/2006 2:40
En 1985, Robert W. Funk creaba el Jesus Seminar, un grupo formado por un centenar de académicos estudiosos del Nuevo Testamento, con el objetivo de elucidar, utilizando la antropología, la historia y el análisis textual, qué pudo y qué no pudo decir Jesús. Y la polémica, que se había encontrado latente a lo largo de todo el siglo XX, estalló. La razón es obvia: además de sesudos artículos y libros, los miembros del seminario se dedicaron de manera consistente a exponer su postura en los medios de comunicación, dando una visión de Jesús muy diferente a la conocida. El tranquilo mundo de la investigación neotestamentaria (de “Nuevo Testamento”), en manos de católicos y protestantes, se vio sacudido por este terremoto mediático en la década de los 90. Autores no vinculados a ninguna Iglesia ofrecieron nuevas imágenes de Jesús y las viejas posturas tuvieron que asumir la acusación de haber entorpecido y enmascarado al verdadero.

Una idea debemos tener presente: la investigación histórica del Nazareno, del que realmente vivió y murió en Galilea, está y estará siempre en la cuerda floja. “No existe una Suiza neutral en la investigación sobre Jesús”, afirma el sacerdote católico John P. Meier, profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Notre-Dame, en Indiana, EE UU. No es lo mismo que estudiar a Sócrates o a Alejandro Magno. En rarísimas ocasiones se ha dado el caso de que un historiador haya llegado a conclusiones distintas a las que dicta su fe; de ahí que nos encontremos con periodistas como el católico Vittorio Messori defendiendo a capa y espada la historicidad de la resurrección en cuerpo y sangre, o con sacerdotes-historiadores que justifican la tradición del nacimiento virginal de Jesús mediante juegos semánticos del estilo “un nacimiento extraordinario que obligó a José a adoptar al hijo de María”.


¿Se puede constatar si fue “histórica” su resurrección?

Otros investigadores, conocedores del rigor que exige su disciplina, prefieren eludir el importante problema que plantea la resurrección de Jesús diciendo que un historiador no puede afirmarla ni negarla. Algo paradigmático, pues entonces tampoco puede decirse nada sobre la historicidad del viaje de Mahoma a Damasco a lomos de un caballo volador o sobre la revelación de El Corán que recibió en el monte Hira de labios del mismísimo arcángel San Gabriel. O la verdad histórica que se oculta tras las nunca vistas planchas de oro que Joseph Smith descifró en presencia de otros tres testigos –a lo que hay que unir las visitas regulares del ángel Moroni y la más esporádica de Juan el Bautista–, cuyo contenido es la base de la fe mormona. ¿Dónde queda el conocido adagio “afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias”? Si uno acude a la fe en su defensa, deja la historia fuera.

La investigación del Jesús histórico ha estado en manos de católicos y protestantes hasta finales del siglo XX

Querámoslo o no, la vida de Jesús, tal y como nos ha llegado, es totalmente sobrenatural: nacido de una virgen, autor de portentosos de la muerte. Ya lo dijo Pablo de Tarso: “Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también nuestra fe”. En este sentido, la historicidad de la resurrección, que el Catecismo de la Iglesia Católica sostiene en base al testimonio recogido en los evangelios, es clave para entender las peleas y debates que en la última mitad del siglo XX se han producido en el ámbito universitario y que se conocen como The Jesus Wars, las Guerras de Jesús.

“El estudio histórico de Jesús es un cómodo lugar para hacer teología y llamarlo historia y para hacer autobiografía y llamarlo biografía”, comenta uno de los más polémicos estudiosos neotestamentarios, John Dominique Crossan. Ejemplo es la imagen de Jesús como un hippie contestatario en los 70 o el proletario, pobre y revolucionario de la Teología de la Liberación, hoy de capa caída y sustituido por el Cristo Señor del Pentecostalismo estadounidense– cuya versión católica son los grupos de renovación carismática–.
 

Desmitologizar el Nuevo Testa-mento
En el siglo XVIII, H. S. Reimarus –arriba– fue el primero en plantear que los evangelios no eran documentos históricos sino textos repletos de construcciones teológicas, como la anunciación de la Virgen. Los elementos míticos son habituales en las religiones, incluso en las más modernas, como la mormona –abajo, Joseph Smith, su fundador–.

La figura de Jesús ha sido la más manipulada de la historia

Semejante “reconstrucción” de Jesús no sucede lejos de los ambientes académicos. Como dice la periodista Charlotte Allen en su libro El Cristo humano, cualquiera que tenga un agravio puede apuntar a Jesús en sus filas. Así hay quien afirma que “es negro porque ha sido oprimido, y ha sido oprimido porque es negro”. O como lo define una profesora feminista de Harvard: “Un tipo andrógino, con tendencias feminoides que se creyó emisario de Sofía, la personificación femenina de la Sabiduría”. También hay quien califica la crucifixión de Jesús como un caso de “abuso infantil divino”: Dios mata a su hijo por un pecado que no ha cometido.

El interés que ha despertado en los medios lo que podríamos bautizar como “revisionismo teológico” ha sacado a la luz y promovido visiones tan exageradas como las de Barbara Thiering, una teóloga australiana que afirma que Jesús se casó con María Magdalena, tuvo tres hijos, se divorció y luego se casó con Lidia –una mujer de Tiatira (una pequeña ciudad comercial de Asia Menor y una de las siete Iglesias a las cuales Jesucristo le escribe una carta en el Apocalipsis), que fue convertida por Pablo y que para Thiering fue una obispo influyente en su ciudad–









¿Es imposible saber nada de la figura de Jesús?


El objetivo de Bultzmann es la desmitologización completa de la figura de Jesús, limpiarla de todo contenido teológico para descubrir al verdadero hombre. Con él, del estudio de las fuentes se pasa al estudio de las tradiciones, lo que hace aparecer un periodo de la historia hasta entonces olvidado: el que va de la muerte de Jesús a la elaboración de las fuentes escritas más antiguas. Es en este periodo cuando las tradiciones de Jesús se van concretando en pequeñas formas literarias, llamadas “perícopas”, que la tradición va homogeneizando y conservando. Para Bultzmann, los evangelios no son otra cosa que testimonios de fe y compilaciones de esas pequeñas historias por parte de las propias comunidades que las transmitieron. Es más, el fundamento del cristianismo no es Jesús sino la predicación de la comunidad primitiva. La consecuencia es evidente: es imposible saber nada de la vida de Jesús. Esta postura iba a dominar durante toda la primera mitad del siglo XX.

El 20 de octubre de 1953, un discípulo de Bultzmann, Ernst Käsemann, dictó la conferencia titulada Nueva pregunta sobre el Jesús histórico. En ella enmendó la plana a su maestro al afirmar que la fe primitiva tuvo que integrar al Jesús histórico en su predicación. Desde ese momento los exégetas alemanes dedicaron sus esfuerzos a buscar en los evangelios los rastros dejados por ese Jesús: comienza la llamada New Quest o Nueva Búsqueda, cuyo objetivo fundamental es listar los verdaderos dichos de Jesús. ¿Cómo saber cuáles son? Entre los criterios utilizados, el que se usa con más fuerza es el de disimilaridad: aquello que “choca” contra lo que serían las creencias de la comunidad primitiva tiene todos los visos de ser cierto. Por ejemplo, el bautismo de Jesús por parte de Juan. ¿Cómo es posible que el hijo de Dios y nacido sin pecado se bautice para limpiarse de ellos? Semejante contradicción no se habría mantenido en los evangelios si no hubiera sucedido de verdad…

Günther Bornkamm, en 1956, y Norman Perrin, en 1967, listan el mínimo irreducible de dichos auténticos de Jesús –las parábolas, amar a los enemigos, el camello y el ojo de la aguja, el Reino de Dios es de quien sufre la violencia…–. Los nuevos historiadores de Jesús, que empezaron a exigir a sus pares que fundamentaran sus afirmaciones con una mayor cantidad de evidencia que la que se exigía a la investigación histórica habitual, hizo que en los ambientes académicos empezaran a tomarse en serio a Jesús.




¿Se conocerá algún día la historia real de Jesús?

Cualquier investigación histórica tiene suficientes lagunas para poder adaptar los hechos hasta acomodarlos a nuestras concepciones previas. La investigación sobre el Jesús histórico presenta una clara falla: la escasa investigación antropológica y psicológica de cómo se construyen las historias míticas y religiosas. Entender por qué aparecieron y triunfaron movimientos más modernos, con un origen netamente sobrenatural, como el espiritismo –a los dos años de su nacimiento en 1848 aglutinaba a más de 8 millones de seguidores– o el más reciente de los contactos con extraterrestres, quizá proporcione alguna luz sobre el nacimiento de las religiones y sobre la fiabilidad de las fuentes. De todas formas, en Jesús se hace cierto lo que el físico teórico Werner Heisenberg dijo en broma de su propia especialidad: “Cuando los hechos no concuerdan con la teoría, es un problema exclusivo de los hechos”.


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