El kuchen es, tal vez, la mejor muestra de la influencia alemana en la cocina chilena, ya que esta masa horneada no sólo se ofrece a orillas de los caminos sureños, sino que tiene sus versiones en las panaderías más modestas y en los supermercados. La verdad es que este pastel lleva más de 150 años instalado en Chile y, pese a su complicada ortografía, se puede decir que ya forma parte de nuestra cocina. La historia del kuchen en Chile comienza con la inmigración alemana a la zona sur de nuestro país, época en que aquí se comenzaron a preparar estas masas. Como eran fáciles de hacer y con ingredientes que siempre estaban a la mano -harina, azúcar, mantequilla, huevos, alguna fruta-, se popularizaron rápidamente. Se diferencian de una torta en que el relleno se coloca encima de la masa, sin cortarse por capas para recibirlo. Casi siempre se trata de frutas, siendo la más popular en Alemania la manzana. Como en Chile las había, y tan buenas, se entiende que este tipo de tarta se difundiera tanto. Además, nosotros teníamos otros ingredientes que también se utilizaban en la cocina germana, como frambuesas, frutillas (originarias de Chile), arándanos, grosellas, cerezas, guindas, duraznos, damascos, nueces... También se adaptaron muy bien a esta preparación las murtillas y las avellanas. El secreto típico del sabor alemán son las especias: canela, cáscara de limón y vainilla. También clavo de olor, cardamomo y semillas de amapola, los que se usaban en ocasiones especiales. Hay kuchenes de distintos tipos, siendo los más conocidos los de frutas, de quesillo y de miga, todos deliciosos y perfectos para acompañar un té, café o chocolate caliente en estos días de invierno.
Fuente: "El kuchen, dulce tradición alemana en Chile", de Christine Gleisner.
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