¿Existe el destino?
Muchas personas creen que el destino está predeterminado y no estiman que con sus pensamientos crean su futuro. A estas personas les gusta pensar que un ser superior ha determinado por ellos y destino. Unos piensan en casualidad y otros en causalidad, son las dos posturas que vemos corrientemente. Hay quien afirma, no obstante, que la causalidad es un producto de mente humana. Cada efecto en su momento se convierte en causa y cada causa en efecto.
Pero cada día hay más personas que están conscientes de que el origen de ciertos actos es el resultado de sus propios impulsos o ideas de los cuales es consciente. Por ello, se considera causativo, esto es, introduce la causalidad en su propia existencia y por su propia motivación.
Si una persona es o parece ser causativa, podemos decir que todo lo que ha entrado en su existencia o realidad debe haber sido también una causa. De acuerdo con una doctrina ontológica, hubo una materia prima de la cual provino todo. Tales, el filósofo griego, afirmó que esta materia prima era el agua; otros que era el aire o el fuego. Anaxágoras dijo que era la mente. Antes que esas ideas, predominó la teogonía, esto es, la creencia de que cada fenómeno era el resultado de la acción causativa de los dioses. El concepto teísta de lo divino es que un dios, igual al humano en deseos y emociones, se cree que ha creado el universo como éste es. La interpretación literal de la Biblia tiene en esta suprema deidad, la creadora de la tierra como el mundo principal y establece que las estrellas y demás astros están subordinados a él. La ciencia moderna hace mucho tiempo que demostró que este concepto religioso aparecido en la antigua versión hebrea de la Biblia es equivocado. También otras religiones han establecido la creación del universo a través de otros tantos dioses.
En todo eso vemos que el hombre ha atribuido los fenómenos naturales a un determinismo o propósito preconcebido. Esta idea, sin embargo, no se sostiene desde un punto de vista racional. Un propósito supone un final, un objetivo, lo cual, la propia idea degrada a la deidad y la perfección que uno atribuiría a un ser supremo. Si concebimos un destino es igual que decir que Dios es imperfecto y se tiene que mover en dirección a un estado de perfección. Si este ser es la Causa Primera ¿cómo es que crea la maldad que se ve en la tierra y permite que ello ocurra? ¿No será que el determinismo no tiene nada que ver con Dios sino con una idea adquirida por la mente humana?.
Cuando pensamos en un destino particular para cada ser humano volvemos a entrar en un reino que no es racional. Decimos que estamos dotados de facultades divinas, que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que tenemos poderes y funciones que aunque humanas destacan de otras especies: imaginación, intuición, voluntad, memoria, razón, etc. Se nos enseña que esos dones son para utilizarlos en nuestro favor y en el de los demás, en lo que podríamos llamar el dominio de la vida, pero ¿en qué beneficiaría intentar el dominio del ser si un destino específico como la suerte ha sido predeterminado para cada uno de nosotros? Si hubiera un plan cósmico establecido previamente ¿para qué estudiar o preocuparse por hacer bien las cosas? El aceptar tal determinismo haría que permaneciéramos pasivos ¿para qué ayudar a los demás? ¿para qué educar a los hijos? Si el destino está prefijado ¿para qué buscar curarnos de una enfermedad? Deberíamos dejar que el tiempo y las circunstancias nos impulsen y nos obliguen mientras nosotros no hacemos anda. Toda la iniciativa humana y toda la creatividad desaparecerían.
El cósmico consiste de una conciencia universal que persiste en la naturaleza de la cual es y que es la causa esencial de todos los fenómenos. El hombre tiene la posibilidad de entonarse en algún grado con esa conciencia y aumentar la que individualizamos como nuestra propia conciencia. De esa forma acrecentamos la intuición y nos convertimos en mentes esclarecidas o seres iluminados. El discernimiento místico es “ver” las cosas en su propia luz. Es este “ver” producido por nuestros propios personales esfuerzos, lo que moldea nuestro destino.