El atroz dolor de ser refugiada
En llagas el tiempo del pasado se esconde en manos de nubes y me remonta. Vuelo aferrada al deseo de crear un lugar adonde podamos ser de nuevo, ver lo que vimos.
Lloro por la inquietud perdida en la distancia, con el cuadro a mi lado de Muriel dormida en la esperanza y con sus versos digo
"Tierra mía Puñado de tierra amiga Hoy me llamas, pero es tarde No hay regresos ni mañana Y si hubiera: No lo sé." La voz cercena la garganta dilata la sangre las pupilas una madre somalí le da su mano al crío.
Bajo este mismo techo en que hoy dormitan los ositos de mi hija, la manta prisionera, mi hijo que entrelaza música africana con su chal escocés cargado del perfume de su cuerpo y el mío, una guitarra mira, un tambor bosteza y el silencio celebra con notas de la lluvia un atardecer de fiesta.
Con coros de Bosnia envuelta en la ternura de mis hijos y amigos, con la vida, intacta aquí, en Londres existo todavía.
Marta R. Zabaleta©Museum of London, 2007.
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