La sociedad es un inmenso mercado, donde muy temprano las personas
son etiquetadas y colocadas en algún lugar, sin elección posible.
El guapo, el feo, el desarreglado, el inteligente, el retrasado, el grande,
el pequeño, el normal, el anormal...
Y se juzga, sin piedad, a los débiles, los fuertes, los vencedores,
los perdedores, los sanos, los enfermos.
Se le llama diferente a aquél que no está en la misma línea de normalidad
que la mayoría de los seres humanos.
Pero, ¿Qué es ser diferente sino el hecho de no ser igual?
¿Acaso no somos así, todos diferentes?
¿Por qué etiquetar, si todos traemos en nosotros innúmeras riquezas,
aunque en muchas ocasiones imperceptibles a los ojos humanos?
¡Sí! ¡La diferencia pide permiso!!!
¡Dame oportunidad!
¡Déjame mostrar quien soy, a mi debido tiempo!
Déjame desarrollar mis capacidades y haré florecer mi desierto.
Pido la oportunidad para mostrar de lo que soy capaz.
Pido aceptación para estar en mi lugar, no el escogido para mi,
sino a donde soy capaz de llegar.
¡Si no plantamos semillas, jamás colectaremos frutos!
Dejar que cada cual desarrolle a su tiempo y ritmo su potencial es
dar apertura al mundo.
Es la diversidad de las flores lo que dá belleza a un jardín.
¿Quien es normal y quien es anormal si la sangre corre de la misma forma
en todos, si el corazón late de la misma manera, si las lágrimas tienen
el mismo color y si la sonrisa habla con las mismas palabras?
La diferencia pide aceptación, pide respeto, pide tolerancia y pide,
sobre todo, mucho amor.
Anormal no es quien huye de los patrones sociales; anormal es quien
no comprende y no acepta que somos todos seres imperfectos, pero,
no por ello, disminuídos a los ojos de Dios;
anormal es quien se cree grande y piensa que todo el mundo es pequeño;
es quien no se dió cuenta del verdadero significado de la palabra amar.
Cuando Jesús murió con los brazos abiertos fue para abrazar a toda
la humanidad; cuando perdonó al ladrón, lavó pies, sanó ciegos y leprosos,
fue para darnos la lección de la humildad, para mostrarnos cuán grande
es aquella persona capaz de abrir todas las puertas de su corazón y,
a ojos cerrados recibircon amor a todo aquél que la vida coloca en
nuestro camino, independientemente de su clase social, raza,
religión, condición física o mental.
¡La diferencia pide permiso!...
¡Ábrele el camino y verás a dónde es capaz de llegar!
Leticia Thompson