Por Jane E. Brody, The New York Times.
El destino de mi marido fue sellado a los 11 años de edad, cuando fumó su primer cigarrillo. En sus propias palabras, “se enganchó ese mismo día”.
Si bien intentó dejarlo varias veces, rara vez se abstenía de la nicotina más allá de una o dos tortuosas semanas. Finalmente, con la ayuda de un hipnotista y chicle con nicotina, a los 61 años de edad, lo dejó de manera definitiva.
Sin embargo, 50 años de tabaquismo cobraron su precio. El enfisema limitó su vigor durante una década, al tiempo que el cáncer de pulmón lo mató 15 años después de haber fumado su último cigarrillo. Esa es la mala noticia.
La buena noticia es que él les dijo repetidamente a nuestros hijos: “Aprendan de mi error; si nunca empiezan, nunca tendrán que dejarlo”, y ellos nunca lo hicieron.
La nicotina es una droga legal, pero perniciosamente adictiva, vinculada en su tenacidad con la heroína y la cocaína. Estudios recientes han demostrado cómo atrapa a muchísima gente -en particular adolescentes- y por qué quienes fuman enfrentan tantas dificultades para dejarlo, incluso cuando están enterados perfectamente de los riesgos. Una mujer que conozco ha tenido cáncer de pulmón dos veces y aún fuma.
Tras varias décadas de declinación en la incidencia del tabaquismo, fomentado en buena medida por regulaciones de aire limpio y el estigma público, se ha estabilizado en aproximadamente un 20% de los estadounidense de 18 años de edad en adelante, comentó el Dr. Neal L. Benowitz de la Universidad de California, en San Francisco, autor de un reciente informe sobre adicción a la nicotina en la revista de Medicina de Nueva Inglaterra. A medida que los fumadores de más edad dejan el cigarrillo o mueren, destacó Benowitz en una entrevista, empiezan más jovencitos. Eso mantiene el número de fumadores en 45 millones y el número de muertes relacionadas con el tabaquismo en 435,000 al año.
Empezando Temprano
Los estudios han demostrado claramente que quien fuman por vez primera en la adolescencia (o más jóvenes) tienen mayores probabilidades de convertirse en fumadores habituales y fumar mayores cantidades al día en la adultez.
Lo que es más, estudios en animales adolescentes encontraron que la nicotina puede inducir “cambios estructurales y químicos de tipo permanente en el cerebro que alteran la conducta y fomentan la adicción”, notó Benowitz.
De cualquier forma, la mejor comprensión de la adicción a la nicotina, incluida evidencia de una influencia genética, ha ofrecido nuevas avenidas para la prevención y el tratamiento. En primer lugar y sobre todo, hay que impedir que los más jóvenes empiecen. Quienes logran llegar a los 18 años de edad sin inhalar el humo del cigarrillo tienen menores probabilidades de convertirse en fumadores habituales.
Como informaron el Dr. Chyke A. Doubeni y colegas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts en la revista “Pediatría” de junio, un estudio durante cuatro años que siguió a 1.246 niños a partir del sexto grado de primaria, mostró que un adolescente no tenía que fumar a diario para acabar enganchado.
Al igual que con mi marido, en algunos jóvenes la dependencia a la nicotina se desarrolla después de su primer cigarro. Quienes inhalaron el humo del cigarrillo cuando menos una vez al mes, informaron los investigadores, tienen probabilidades 10 veces mayores que fumadores menos frecuentes de padecer síntomas de dependencia a la nicotina, incluido un fuerte deseo de fumar, síntomas de abstinencia, sensación de ser adicto y tener dificultades para controlar su tabaquismo.
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