La casaca femenina estaba inspirada en la masculina: se abría por delante, tenía la misma abertura en la espalda, los mismos pliegues con su botón arriba en los faldones, las mismas tapas de los bolsillos y las mismas mangas con gran vuelta bajo el codo. Como diferencias: los faldones de las casacas de las mujeres estaban cortados a la altura de las caderas, los bolsillos eran fingidos y, ante todo, se cerraban de forma distinta.
Para ocasiones que requerían más elegancia se utilizaban vestidos como éste, cuyo exterior tiene la parte de la falda recogida en tres bullones por medio de unos cordones que la fruncen de manera que, para conseguir las faldas abultadas, las mujeres ya no tenían que recurrir al tontillo, lo que en verdad era una gran simplificación. La polonesa era un traje de calle y tenía la falda más corta, con lo que se veía el tobillo de las mujeres.
Llegó a la moda el Neoclasicismo como había llegado antes a la Arquitectura y a la Pintura. Las mujeres quisieron vestirse como las estatuas clásicas con trajes enteros de telas blancas y vaporosas, con el talle bajo el pecho, mangas cortas y zapatos bajos, sin tacón.
La casaca era la pieza exterior y la que más se veía. Era una chaqueta con cuello a la caja que llegaba hasta las rodillas, un poco más larga que la chupa. También se abrochaba de arriba abajo con botones por un lado y con grandes ojales por otro, aunque muchas veces ambos eran puramente decorativos; la mayor parte de ellos no se abrochaban.
Este vestido masculino estaba compuesto por tres piezas: casaca, chupa y calzón, que son el antecedente, en el traje de hombre, de la chaqueta, el chaleco y el pantalón usado hasta nuestros días.