El invierno había llegado y los pájaros habían volado hacia el Sur en busca de tierras más calientes y frutas para comer. Un pajarito se rompió el ala y no pudo seguir a los demás. Se quedó solito en aquel mundo de hielo y nieve. El bosque parecía ser más calentito y se fue arrastrando hasta los árboles para pedir ayuda.
“Voy a hablar con la Encina” –Pensó- Y le dijo así:
-Gran Encina, tú que eres tan fuerte ¿Me dejas vivir en tus ramas hasta que mis amigos vuelvan en Primavera?
-¿En Primavera? –gritó la Encina- Falta mucho tiempo. Los pajarillos están siempre buscando alguna cosa para comer y ¿Cómo voy a saber que no vas a comerte mis bellotas?
“Tal vez el Sauce sea más bondadoso”, pensó el pajarillo y le dijo: - Gentil Sauce, mi ala está rota y no he podido volar con los otros pájaros hacia el sur, ¿Puedo vivir en sus ramas hasta que llegue la Primavera?
El Sauce no fue nada amable. Sacudió sus ramas y respondió altivamente:
-En verdad no te conozco y los Sauces no hablan con desconocidos. Es posible que otros árboles acepten a extraños. Que lo pases bien.
El pobre pajarillo no sabía ya que hacer. Así que aún con el ala rota intentó volar a lo lejos, pero antes de que consiguiese desplazarse, oyó una voz:
- ¿Adónde vas pajarito?
-De verdad que no lo sé –respondió él con tristeza - Tengo mucho frío.
-Ven acá, entonces – le dice el amable Abeto, dueño de la voz - Puedes pasar el invierno en mi rama más caliente, si quieres.
-¿Me dejas? –Preguntó el pajarillo incrédulo.
-¡Claro que sí! – Respondió el Abeto. Ven a esta rama de aquí que tiene más hojas y está más blandita.
- Mis ramas no son muy gruesas –dice un amigable Pino-, pero soy grande y fuerte. Puedo protegerte a ti y al Abeto contra el viento del Norte.
-¡Yo también puedo ayudar! –Dice un Mimbre. - Doy frutas todo el año y todos los pajarillos adoran las frutas de Mimbre.
Así, el Abeto dio un hogar al pajarillo, el Pino le protegió del viento del Norte y el Mimbre lo alimentó con frutas de Mimbre.
Los otros árboles miraban y comentaban arrogantes:
-Yo no quiero a nadie comiéndose mis bellotas – Decía la Encina.
-Yo no quiero saber nada de extraños – Dijo el Sauce.
Y todos se encerraron dentro de sus hojas.
A la mañana siguiente, todas las hojas, tan verdes y brillantes durante la víspera, estaban en el suelo, porque durante la noche, el frío viento del Norte había soplado y cada hoja que el viento sopló, se cayó al suelo.
-¿Puedo soplar a todos los árboles del bosque? – Preguntó el viento, loco por hacer travesuras.
- No – le dijo el rey del frío - Los árboles bondadosos con el pajarillo que se rompió el ala, tienen que mantener todas sus hojas.
Es por eso que el Abeto y el Pino y el Mimbre están siempre verdes, incluso en Invierno.
Florence Holbrook