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De: NeΪida (Mensaje original) |
Enviado: 24/03/2014 22:15 |
Capítulo 2
—Los hombres son repugnantes —dijo Debbie Harris, completamente asqueada, levantando su copa.
—¡Eso, eso! —afirmó Janine Shaker, preparándose también para el brindis.
—Ni que lo digáis —afirmó Caitlyn, tomando su copa para golpearla contra la de sus amigas.
Después del fin de semana que había tenido, por no mencionar la última conversación con Jefferson, resultaba muy agradable estar con sus amigas. Mujeres que la comprendían. Mujeres con las que podía contar a cualquier precio.
—¿Te encuentras bien, cielo? —preguntó Debbie, que era la que tenía el mayor corazón—. ¿De verdad?
—Sí, estoy bien —dijo Caitlyn, sorprendida por la veracidad de sus palabras. ¿No debería estar más disgustada por el hecho de que no fuera a casarse con Peter? ¿No debería estar llorando miserablemente en un rincón?
Efectivamente, había llorado bastante durante el fin de semana, pero, si Peter había sido el amor de su vida, ¿por qué no se sentía más… destrozada?
No lo sabía. Este hecho le resultaba aún más duro que la ruptura en sí del compromiso. —No me puedo creer que Peter piense que estás enamorada de tu jefe —dijo Janine, en tono de sorna.
—Creo que Peter tuvo miedo y que, simplemente, necesitó una razón para evitar la boda. Menudo gallina —comentó Debbie.
—Sí, pero acusarla a ella de estar enamorada de Lyon —replicó Janine, sacudiendo la cabeza—. Eso sí que es pasarse.
En aquel momento, Caitlyn no podía pensar en Jefferson Lyon sin rechinar los dientes. ¿Enamorada de él? Ni hablar. ¿Atraída? Claro. ¿Qué mujer joven y viva no se sentía atraída por él? Sin embargo, se quedaba sólo en eso. En una atracción.
—Ni siquiera me habléis de Jefferson —dijo—. Cuando se enteró de que ya no me iba a casar, se limitó a decirme que me podría ir a Portugal con él. Nada de decirme que lo sentía o preguntarme si me encontraba bien y quería tomarme el día libre. Os aseguro que estuve a punto de dimitir.
—Deberías haberlo hecho —afirmó Debbie—. Los hombres son repugnantes.
—¿Dónde hemos oído eso antes? —preguntó Janine.
—Muy graciosa —repuso Debbie. Entonces, se volvió para concentrarse de nuevo en Caitlyn—. A mí me parece evidente que a Peter le suponía un problema lo del compromiso y utilizó a Lyon como excusa.
—Pues menuda estupidez —afirmó Caitlyn. Se negó a pensar en las sensaciones que experimentaba cuando estaba demasiado cerca de Jefferson. Sólo era deseo. Ni siquiera eso. Reconocimiento ante un hombre guapo. Eso era. Reconocimiento. Atracción. Nada más.
—Sí, pero el resultado es que te ha dejado un mes sólo para que lo canceles todo — comentó Janine, sacudiendo la cabeza—. Al contrario que mi ex, John, al que le pareció que tres días era más que suficiente. |
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De: NeΪida |
Enviado: 24/03/2014 22:55 |
Era cierto. El ex novio de Janine le había dejado una nota tres días antes de su boda en la que le decía simplemente que lo sentía. A Caitlyn le pareció que Debbie tenía razón. Los hombres eran repugnantes.
—¿Se lo has dicho ya a tu madre? —le preguntó Debbie, haciendo un gesto de dolor al imaginarse la respuesta.
Efectivamente, las amigas de Caitlyn conocían perfectamente a su madre.
—Sí —dijo Caitlyn, recordando el gesto de frustración, conmoción y desilusión que se dibujó en el rostro de su madre el día anterior, cuando ella fue a casa de sus padres para contárselo todo.
—Imagino que no se lo tomó bien —comentó Janine.
—Podríamos decir que no. No puedo encontrar nada a lo que comparar el golpe que esto supuso para mi madre. Se compró el vestido la semana después de que Peter me pidiera que me casara con él. Le hacía mucha ilusión ser la madre de la novia después de haber sido cuatro veces la madre del novio. Menos mal que Peter y yo decidimos organizarlo todo. Si no, mi madre habría escogido una catedral o algo así para la boda. Yo soy su única hija.
—Va a hacerte pagar por esto.
—Pues debería hacerle pagar a Peter —gruñó Janine.
—No importa —repuso Caitlyn—. Todo ha terminado. Ahora, nuestro pequeño círculo de mujeres abandonadas está completo.
Debbie la miró con tristeza.
—No me puedo creer que Peter haya resultado ser un cerdo. Parecía tan agradable… Janine terminó su copa y miró con pena el vaso vacío.
—Todos parecían muy agradables… al principio. Mike se portó muy bien contigo hasta que descubriste que ya tenía otras dos esposas.
Efectivamente, seis meses atrás, cuando a Debbie le faltaban sólo un par de semanas para casarse interceptó una llamada a su prometido en casa de éste. Resultó que la mujer que había al otro lado de la línea telefónica era la esposa de Mike. Cuando todo quedó zanjado, apareció una segunda esposa. En aquellos momentos Mike estaba en la cárcel, que era el lugar donde debían terminar todos los bígamos.
—Es cierto —admitió Debbie. Entonces se encogió de hombros y miró a Janine—. A ti te fue peor que a ninguna. Sólo tuviste tres días para cancelarlo todo.
—Sí —admitió ella—. A John siempre le gustó lo dramático.
—En realidad, ha sido un año pésimo —afirmó Debbie, mirando a sus dos amigas—. En lo que se refiere al corazón, claro.
—Es cierto —asintió Janine mientras hacía una señal a la camarera y le indicaba las tres copas vacías—. ¿Qué posibilidades teníamos de que las tres nos comprometiéramos y luego volviéramos a estar sin compromiso en el mismo año?
—Admito que resulta bastante raro —dijo Caitlyn—. Al menos, nos tenemos las unas a las otras.
—Gracias a Dios —comentó Janine. |
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De: NeΪida |
Enviado: 24/03/2014 22:57 |
14
—Las tres nos comprometimos y a las tres nos dejaron en el mismo año. ¿Qué dice eso de nosotras?
—¿Que somos demasiado buenas para los hombres que haya disponibles en este bar? —sugirió Janine, con una sonrisa.
—Bueno, eso por descontado —afirmó Debbie, con una sonrisa—. Sin embargo, también dice que hoy, lunes por la noche, estamos sentadas a la misma mesa del mismo bar en el que llevamos quedando los últimos cinco años.
—Oye, que a mí me gusta este bar —protestó Debbie, haciendo de nuevo indicaciones a la camarera.
—A todas nos gusta —dijo Caitlyn.
On The Pier, un pequeño bar de Long Beach, había sido su lugar de encuentro desde que todas cumplieron los veintiún años. Todos los lunes por la noche, ocurriera lo que ocurriera, las tres mujeres se reunían allí para tomar una copa y charlar.
A lo largo del año, aquellos lunes por la noche habían servido para que se consolaran las unas a las otras por la ruptura de sus compromisos, por lo que aquella cita se había convertido en algo mucho más importante. Las tres mujeres eran amigas desde el instituto.
Como Caitlyn era la más pequeña de cuatro hermanos, había deseado siempre tener una hermana. En Debbie y Janine había encontrado dos. Las tres estaban muy unidas. —Es un bar estupendo y, además, aquí conocemos a todo el mundo. Es nuestro lugar de relax y consuelo.
—¡Exactamente! —exclamó Debbie—. A eso me refería yo precisamente. Es nuestro lugar de relax y consuelo. A las tres nos han dejado y seguimos aquí. En el mismo lugar. El mismo día. A la misma hora.
—¿Y? —preguntó Janine, mientras la camarera les llevaba por fin las tres copas que habían pedido.
Cuando la camarera se hubo marchado, Debbie tomó su copa y le dio un trago.
—A eso me refiero yo. ¿Por qué estamos satisfechas con permanecer en este bar? ¿Por qué no queremos romper con todo esto? ¿Tratar de experimentar algo nuevo?
—¿Como qué?
—Como… —dijo Debbie, interrumpiéndose—. Bueno, no se me ocurre nada, pero deberíamos hacer algo.
—Tal vez… —susurró Janine. Entonces, cerró rápidamente la boca y sacudió la cabeza— . No. No importa.
—¿El qué?
—No puedes empezar a decir algo y luego arrepentirte —protestó Caitlyn.
—Bien —dijo Janine, con una sonrisa. Entonces tomó un sorbo de su bebida—. Llevo un par de días pensando en esto. Ninguna de las tres se ha casado. Ninguna de nosotras va a tener la luna de miel que habíamos planeado. Ninguna de las tres se ha gastado el dinero que había estado ahorrando para la boda, luna de miel, etc.
—¿Y? —preguntó Debbie.
—Anoche se me ocurrió de repente que… ¿por qué no nos gastamos juntas ese dinero? |
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De: NeΪida |
Enviado: 24/03/2014 23:53 |
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—¿Cómo? —preguntó Caitlyn, muy interesada.
—En unas vacaciones en las que lo fundamos todo —sugirió Janine, con los ojos brillantes por su propia idea—. Sugiero que cada una nos tomemos las cuatro semanas que habríamos utilizado para irnos de luna de miel y que nos vayamos de viaje juntas. Podríamos irnos a algún lugar maravilloso a que nos cuiden, a beber, a jugar y a acostarnos con hombres con tanta frecuencia como sea humanamente posible.
—Veo que lo has estado pensando muy bien, ¿verdad? —comentó Debbie.
—Bueno, sí —admitió Janine—. Desde el sábado por la noche, cuando Caitlyn llamó para contarme lo de Peter. Me sentí tan furiosa por lo ocurrido que fue entonces cuando me di cuenta de que las tres habíamos tenido un año nefasto y me pareció que nos merecíamos divertirnos un poco.
Debbie soltó un suspiro y luego dio un sorbo a su copa.
—A mí me parece muy bien.
Caitlyn sentía que la sangre le hervía en las venas. La emoción y la alegría se habían apoderado de ella.
Había pasado un pésimo fin de semana y el día hasta aquel momento había sido para olvidar. ¿Acaso no se merecía divertirse un poco? Aquello podría ser precisamente lo que necesitaba. Asintió.
—Me parece una idea genial —dijo—. ¿Cuándo nos vamos?
Janine miró a sus dos amigas y se echó a reír.
—Dentro de dos semanas. El tiempo suficiente para que encontremos a alguien que nos sustituya en nuestros trabajos, pero no demasiado para que podamos convencernos de que marcharnos es una locura.
—Tienes razón, Janine. Si no nos vamos ahora, terminaremos convenciéndonos para no ir —advirtió Debbie.
—Es cierto —dijo Caitlyn, sabiendo que era así—. Muy bien. Dentro de dos semanas. Si podemos conseguir hacer la reserva en algún sitio.
—Fantasías —susurró Janine, con los ojos llenos de un brillo muy especial.
—Vaya… —musitó Debbie, dejándose caer sobre el respaldo de su silla.
Tomó su copa y empezó a pensar en las posibilidades que tenían. Fantasías era uno de los centros hoteleros más exclusivos de todo el mundo. Todo lo que Caitlyn había leído sobre aquel lugar sugería noches desenfrenadas y días gloriosos plenos de romance y atenciones.
Justo lo que las tres necesitaban.
—Jamás podremos reservar en un lugar como ése —protestó Debbie.
—Ya he reservado —anunció Janine guiñando un ojo—. Llamé ayer y reservé tres habitaciones. Habían tenido unas cuantas cancelaciones, por lo que hemos tenido suerte. A mí me parece que es el modo en que el destino nos dice que ha llegado nuestra hora.
Que tenemos que hacerlo.
—No me puedo creer que ya hayas hecho las reservas.
—Bueno —dijo Janine—. Me imaginé que si no os podía convencer, siempre podía cancelar las reservas. |
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De: NeΪida |
Enviado: 24/03/2014 23:56 |
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Caitlyn sintió que una maravillosa excitación se apoderaba de ella. Fantasías. Había leído tanto sobre aquel lugar en periódicos y revistas que no podía negarse a conocerlo personalmente con sus dos mejores amigas.
—Yo me apunto —anunció golpeando el centro de la mesa con una mano.
—Bueno, ya sabéis que yo me apunto, dado que fue idea mía —dijo Janine cubriendo la mano de Caitlyn con la suya propia. Entonces, las dos se volvieron a mirar a Debbie.
—Esto es una locura… sabéis que tengo razón, ¿verdad? Estamos hablando de marcharnos de vacaciones y fundirnos un montón de dinero pasando unas pocas semanas en un lugar de ensueño sólo por un capricho —susurró Debbie, sin dejar de morderse los labios.
—¿Qué es lo que quieres decir? —le preguntó Janine.
—Pues lo que estoy diciendo… Pero bueno, yo también me apunto —dijo Debbie colocando por fin la mano encima de las de sus amigas.
—Esto va a ser genial. Lo necesito tanto —musitó Caitlyn—. Todas necesitamos marcharnos un tiempo.
—Algunas más que otras —murmuró Debbie. Entonces, hizo un gesto indicando la puerta.
—¿Qué está haciendo él aquí? —preguntó Janine.
Con curiosidad, Caitlyn se giró en su asiento y sintió que el alma se le caía a los pies. Jefferson Lyon acababa de entrar en el bar como si fuera dueño del local. Estaba allí, como una estatua, examinando a todo el mundo con sus penetrantes ojos azules hasta que por fin localizó a Caitlyn. Entonces se dirigió hacia ella con decisión.
—Vaya —susurró Debbie—. Jamás me habría imaginado que ese hombre vendría a un lugar como éste.
—Sí —asintió Janine—. Decididamente no es su estilo.
Caitlyn tenía que darles la razón a sus amigas. En medio de una multitud de pantalones vaqueros y camisetas, su traje de Armani resaltaba como si se tratara de una luz de neón. En realidad, Jefferson Lyon destacaba en cualquier sitio. Tenía como una especie de aura. Transmitía poder, sensualidad y…
«No sigas por ese camino», se dijo mientras se ponía de pie para encontrarse con él. Al hacerlo, sintió algo caliente que se le iba extendiendo por las venas. Ni siquiera sabía que conociera la existencia de aquel bar.
Mientras lo observaba fue consciente también de que todas las mujeres de la sala estaban haciendo lo mismo. ¿Cómo iba a sorprenderle que él despertara tanta admiración entre el sexo opuesto? Su modo de andar sugería poder y languidez al mismo tiempo. Se movía de un modo que hacía que ninguna mujer pudiera dejar de preguntarse cómo lo haría en la cama…
Oh, Dios…
—Caitlyn…
—Jefferson, ¿qué estás haciendo aquí?
—Evidentemente, necesitaba verte por algo que no puede esperar. —¿Y cómo has sabido dónde estaría? |
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De: NeΪida |
Enviado: 24/03/2014 23:57 |
17
—Es lunes por la noche. Los lunes por la noche siempre estás aquí.
—Eso ya lo sé, pero, ¿cómo lo sabes tú? —preguntó, sorprendida de que no supiera el nombre de su prometido pero sí conociera aquel detalle.
Jefferson se encogió de hombros y miró a sus amigas. Entonces volvió a mirar a Caitlyn a los ojos.
—Debes de haberlo mencionado.
Muy sorprendida, Caitlyn sacudió la cabeza.
—Bueno, ¿qué es lo que querías, Jefferson?
Él miró a las amigas de Caitlyn, observándolas con ávido interés. Agarró a Caitlyn del brazo y tiró de ella hacia la entrada, donde el ruido no resultaba tan ensordecedor. Caitlyn trató de no pensar en las sensaciones que le estaba produciendo aquel contacto. Evidentemente, había tomado demasiados martinis. Cuando estuvieron en la entrada, se liberó de él y se cruzó los brazos por el pecho.
—Bueno, ¿qué es tan importante que no podía esperar hasta mañana?
Jefferson la miró y se dio cuenta del aspecto tan diferente que tenía Caitlyn cuando no estaba en su despacho. Estaba tan acostumbrado a su aspecto profesional y elegante que verla con el cabello suelto resultaba más turbador de lo que habría esperado en un principio. Llevaba unos vaqueros muy usados que se le ceñían al cuerpo como una segunda piel y una camiseta azul clara que mostraba el comienzo de un bonito escote. En los pies, llevaba unas sandalias que dejaban al descubierto unos dedos largos y elegantes y las uñas pintadas de rojo. Como perfume, llevaba uno ligero y floral que no tenía nada que ver con el que se ponía para trabajar. Ésa era la razón por la que prefería mantener las relaciones laborales estrictamente en el ámbito profesional. No quería saber que Caitlyn se pintaba las uñas de rojo. Ni que olía como un fragante jardín. Tampoco que, bajo los aburridos trajes que llevaba para ir a trabajar, había una seductora figura. Frunció el ceño y apartó aquellos pensamientos. Después de todo, no había ido allí para mostrarse sociable.
—Mi padre me ha llamado esta noche. Me necesita en Seattle mañana por la tarde. Por lo tanto, necesito que vayas temprano a la oficina para que puedas ocuparte de algunas cosas antes de que yo me marche.
—¿Se encuentra bien tu padre?
—Sí.
El padre de Jefferson se había jubilado de la empresa hacía un par de años. Tres meses atrás, había tenido un fuerte ataque al corazón y aún se estaba recuperando.
—Bien. Me alegro. ¿Y no podrías haberme llamado para darme esta información? Podría haberlo hecho. Debería haberlo hecho. Sin embargo, había acudido allí con una intención. Para recordarle quién estaba al mando de la relación que había entre ellos. Él era el jefe. Él decía lo que había que hacer. Si Caitlyn creía que podía marcharse de su despacho con aquellos aires… El hecho de presentarse en aquel bar le demostraría a su ayudante personal que él era quien tenía siempre la última palabra.
Por supuesto, no había tenido intención de ir hasta aquel bar de mala muerte. Había pensado en dirigirse directamente a su apartamento en Seal Beach, pero cuanto más |
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De: NeΪida |
Enviado: 24/03/2014 23:59 |
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pensaba en la actitud de Caitlyn, más lo irritaba. No había dejado de pensar en ella desde que se marchó de su despacho y, sin saber exactamente por qué, se había dirigido al lugar en el que sabía que podría encontrarla.
—Me pillaba de paso —dijo. Caitlyn lo observaba atentamente con sus ojos marrones, sin pestañear—. Bueno, mi vuelo es a las diez, así que te espero en la oficina a las seis de la mañana.
—Bien. Allí estaré —replicó Caitlyn, al tiempo que se daba la vuelta para regresar con sus amigas.
Jefferson le agarró el brazo para detenerla, notando la calidez y suavidad de su piel al hacerlo. No pensaba consentirle que le dejara plantado una segunda vez.
Sin embargo, en cuanto se dio cuenta de lo agradable que le resultaba el tacto de su piel, la soltó. Abrió la puerta y la atravesó, pero se detuvo en el umbral. Entonces, muy pagado de sí mismo por ser él quien tuviera la última palabra, le dijo: —Bien. Allí te veré. |
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De: NeΪida |
Enviado: 25/03/2014 04:24 |
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