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General: LA CORONA EN LA RAMPA DEL JUZGADO
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 16/02/2014 01:53

La Corona, en la rampa del juzgado

  Por Albert Garrido | 15/02/2014 - 2:00 | Crisis, España, Ética, Monarquía, Moral

Todas las monarquías tuvieron, tienen y tendrán en el futuro sus annus horribilis, según expresión rescatada del olvido por Isabel II, soberana del Reino Unido. Es el signo de los tiempos y de una modalidad de Estado que ha dejado de serlo por designio divino y que, se mire por donde se mire, tiene todas las trazas de constituir un anacronismo histórico, aunque en varios países goza de una envidiable buena salud. Es el signo de los tiempos porque los días de las testas coronadas que vivían a años luz de sus súbditos se extinguieron con todas las revoluciones –la industrial, la tecnológica, la social, la de los medios de comunicación, la de la aldea global y otras muchas– que han cambiado a Occidente y han rasgado la cortina detrás de la cual se ocultaban las flaquezas de las familias reales, así fueran de alcoba, de dineros o de cualquier otra naturaleza, siempre imposible de confesar. Repásese la muy restringida lista de familias entronizadas y se dará en ella con triángulos imposibles difundidos con desenfado por el papel cuché –Diana-Carlos-Camila, por ejemplo–, comisionistas con el título de príncipe –Bernardo de Holanda–, reyes sin asomo de respeto hacia el prójimo –Leopoldo I de Bélgica–, y así hasta nuestros días.

José Ortega y Gasset, autor del artículo ‘El error Berenguer’, publicado el 15 de noviembre de 1930 en el diario ‘El Sol’ de Madrid, que contiene la frase “delenda est monarchia”.

Desde el “delenda est monarchia” de José Ortega y Gasset en el diario El Sol (15 de noviembre de 1930) al paso de la infanta Cristina por un juzgado de Palma de Mallorca (8 de febrero del 2014) han transcurrido casi 84 años en los que la Monarquía española ha pasado del tormento del exilio de Alfonso XIII y su descendencia al éxtasis de la restauración, del juancarlismo desbordado que siguió al 23-F al martirio del caso Urdangarin-Nóos, según diagnóstico emitido por Rafael Spottorno, jefe de la Casa Real. Eso también forma parte del signo de los tiempos. Como ha explicado en EL PERIÓDICO el catedrático Javier Perez Royo, “en el Estado, la familia carece de relevancia constitucional” salvo que se trate de la familia real, porque en su seno funciona el mecanismo sucesorio que inviste a uno de sus miembros con la jefatura del Estado. No por derecho divino, claro está, sino de acuerdo con la decisión adoptada en su día por quienes redactaron la Constitución, aprobada por las Cortes y directamente por el pueblo español mediante referendo posterior.

Quiere decirse que la familia real posee un carácter singular que sí tiene relevancia constitucional, y la legitimación del papel desempeñado por esta familia depende directamente de su comportamiento público y privado. Y ahí se entra en el meollo del asunto: la legitimación está íntimamente relacionada con la probidad con la que el Rey y su familiares directos desempeñan las funciones que tienen asignadas; tiene que ver con la neutralidad política, con el cumplimiento de sus obligaciones cívicas y con la discreción de sus apariciones públicas y en los quehaceres privados de los que se tiene noticia. En una comunidad angustiada por los efectos de la crisis económica, la opinión pública acoge peor los manejos económicos a oscuras que la profusión de pamelas en una fiesta o las sesiones de bronceado en la cubierta de un yate. Esto último deriva de una cierta tradición mundana que la sociedad –al menos, una parte de ella– es capaz de metabolizar; los líos con Hacienda llegan directamente al alma y los bolsillos de contribuyentes exhaustos.

Alfonso XIII, segunda figura a la izquierda, detrás del coche, parte al exilio desde Cartagena.

Así están las cosas, y mientras tanto las encuestas presentan la institución en caída libre y sin que haya forma humana de desvanecer las dudas sobre qué curso seguirán los acontecimientos en el futuro si el caso Urdangarin-Nóos no lleva a la infanta Cristina a renunciar a sus derechos como integrante de la familia real para defenderse como cualquier otro ciudadano, de acuerdo con el argumento jurídico expuesto por Pérez Royo en el artículo citado antes. “La Monarquía se somete a un plebiscito popular diario de aprobación”, afirma el constitucionalista Fernando Rey, y la situación de la infanta interfiere en el mecanismo de aprobación, por no decir que lo hace imposible. La imputación de Cristina de Borbón lastra el cometido simbólico de un Rey físicamente debilitado y que tiene que superar, además, las nefastas consecuencias de sus propios errores.

Esa rampa que desciende desde la calle a la puerta del juzgado donde José Castro cita a los imputados para interrogarlos es una metáfora del momento; ese perfil de caída se asemeja mucho al que dibujan los sondeos. Ha dejado de tener vigencia el mecanismo de protección a toda costa que rodeó a la Casa Real durante por lo menos treinta años, con el Rey y su entorno librados de críticas mayores. Y la rueda de la historia ha girado de esta forma porque la maduración democrática de los hábitos sociales y la dimensión de los problemas han hecho imposible que se mantuviese el pacto de caballeros –¿de silencio?– que todo lo cubría bajo un manto de campechanía no siempre bien entendida. En los regímenes de opinión pública, los tratos de privilegio tienen siempre fecha de caducidad.

El príncipe Bernardo de Holanda, esposo de la reina Juliana, se vio envuelto en varios escándalos, entre otros del cobro en 1974 de una comisión de 1,1 millones de dólares de la compañía aeronáutica Lockheed.

¿Puede una institución meramente simbólica, según fija la Constitución, cumplir con sus funciones en esta situación? La pregunta entronca con la afirmación contenida en el artículo publicado por Fernando Rey en El País el 26 de abril del año pasado: “Ahora bien, esta impronta simbólica de la Monarquía la hace, al mismo tiempo, extraordinariamente vulnerable. El secreto de su éxito es su potencial punto débil. La Monarquía se alimenta de la confianza ciudadana de un modo más acuciante que el resto de instituciones porque los titulares de estas pueden ser cesados, sancionados o no reelegidos, pero el Rey no”. El juancarlismo era, en cierta medida, la concreción social de la confianza ciudadana, pero aquel mecanismo de apoyo o complicidad con la persona ha decaído y, para sustituirlo, no ha surgido ningún otro ismo coronado o en condiciones de poder serlo, sino más bien el cansancio colectivo enmarcado por la desconfianza hacia las instituciones y la política, los casos de corrupción sin desenlace y el desgaste del entramado surgido de la transición. Tan urgente resulta revisar la Constitución de 1978 para poner al día el modelo territorial, por más que el PP diga lo contrario, como actualizar el funcionamiento de la Corona si la meta es conseguir para ella una larga, venturosa y confortable vida. Dejar las cosas tal cual están sería tanto como olvidar la proclama que William Shakespeare puso en boca del rey Lear: “Armado está el arco y tendida la cuerda; evitad la flecha”.

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: KARLA GUERRERA Enviado: 17/02/2014 10:33
Que "la justicia és igual per tothom" està clar que és una falacia perque en un cas com el que ens ocupa (tant flagrant) ni el fiscal general de l'estat. ni el cap d'inspectors d'hisenda("hacienda somos todos", diuen) acusen a la infanta.
 
Com diria aquell: MANDA "GÜEVOS" !!!

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 17/02/2014 14:24

La Corona, a la rampa del jutjat

  Per Albert Garrido | 2014.02.15 - 02:00 | Crisi , Espanya , Ètica , Monarquia , Moral

Totes les monarquies van tenir, tenen i tindran en el futur els seus annus horribilis , segons expressió rescatada de l'oblit per Isabel II, sobirana del Regne Unit. És el signe dels temps i d'una modalitat d'Estat que ha deixat de ser-ho per designi diví i que, es miri per on es miri, té totes les traces de constituir un anacronisme històric, encara que en diversos països gaudeix d'una envejable bona salut . És el signe dels temps perquè els dies de les testes coronades que vivien a anys llum dels seus súbdits es van extingir amb totes les revolucions-la industrial, la tecnològica, la social, la dels mitjans de comunicació, la del veïnatge universal i moltes-que han canviat a Occident i han esquinçat la cortina darrere de la qual s'amagaven les febleses de les famílies reials, així fossin d'alcova, de diners o de qualsevol altra naturalesa, sempre impossible de confessar. Repásese la molt restringida llista de famílies entronitzades i es donarà en ella amb triangles impossibles difosos amb desimboltura pel paper cuixé - Diana-Carlos-Camil, per exemple-, comissionistes amb el títol de príncep - Bernardo d'Holanda -, reis sense mena de respecte cap al proïsme - Leopoldo I de Bèlgica-, i així fins als nostres dies.

José Ortega i Gasset, autor de l'article 'L'error Berenguer', publicat el 15 de novembre de 1930 al diari 'El Sol' de Madrid, que conté la frase "delenda est monarchia".

Des del " delenda est monarchia "de José Ortega i Gasset al diari El Sol (15 de novembre de 1930) al pas de la infanta Cristina per un jutjat de Palma de Mallorca (8 de febrer del 2014) han transcorregut gairebé 84 anys a què la Monarquia espanyola ha passat del turment de l'exili de Alfons XIII i la seva descendència a l'èxtasi de la restauració, l'joancarlisme desbordat que va seguir al 23-F al martiri del cas Urdangarin-Nóos , segons diagnòstic emès per Rafael Spottorno, cap de la Casa Reial. Això també forma part del signe dels temps. Com ha explicat a EL PERIÓDICO el catedràtic Javier Perez Royo , "a l'Estat, la família no té rellevància constitucional" llevat que es tracti de la família reial, perquè en el seu si funciona el mecanisme successori que investeix a un dels seus membres amb la direcció de l'Estat. No per dret diví, és clar, sinó d'acord amb la decisió adoptada en el seu dia pels que van redactar la Constitució, aprovada per les Corts i directament pel poble espanyol mitjançant referèndum posterior.

Vol dir-se que la família reial té un caràcter singular que sí que té rellevància constitucional, i la legitimació del paper exercit per aquesta família depèn directament del seu comportament públic i privat. I aquí s'entra en el moll de l'assumpte: la legitimació està íntimament relacionada amb la probitat amb què el Rei i la seva familiars directes tenen les funcions que tenen assignades, té a veure amb la neutralitat política, amb el compliment de les seves obligacions cíviques i amb la discreció de les seves aparicions públiques i en els quefers privats dels quals es té notícia. En una comunitat angoixada pels efectes de la crisi econòmica, l'opinió pública acull pitjor les maniobres econòmics a les fosques que la profusió de pameles en una festa o les sessions de bronzejat a la coberta d'un iot. Això últim deriva d'una certa tradició mundana que la societat-almenys, una part d'ella-és capaç de metabolitzar, els embolics amb Hisenda arriben directament a l'ànima i les butxaques de contribuents exhausts.

Alfons XIII, segona figura a l'esquerra, darrere del cotxe, part a l'exili des de Cartagena.

Així estan les coses, i mentrestant les enquestes presenten la institució en caiguda lliure i sense que hi hagi forma humana d'esvair els dubtes sobre quin curs seguiran els esdeveniments en el futur si el cas Urdangarin-Nóos no porta la infanta Cristina a renunciar a seus drets com a integrant de la família reial per defensar-se com qualsevol altre ciutadà, d'acord amb l'argument jurídic exposat per Pérez Royo en l'article citat abans. "La Monarquia se sotmet a un plebiscit popular diari d'aprovació", afirma el constitucionalista Fernando Rey , i la situació de la infanta interfereix en el mecanisme d'aprovació, per no dir que ho fa impossible. La imputació de Cristina de Borbó llasta la comesa simbòlic d'un Rei físicament debilitat i que ha de superar, a més, les nefastes conseqüències dels seus propis errors.

Aquesta rampa que descendeix des del carrer a la porta del jutjat on José Castro cita als imputats per interrogar és una metàfora del moment; aquest perfil de caiguda s'assembla molt al que dibuixen els sondejos. Ha deixat de tenir vigència el mecanisme de protecció tant sí que va envoltar la Casa Reial durant almenys trenta anys, amb el Rei i el seu entorn lliurats de crítiques grans. I la roda de la història ha girat d'aquesta manera perquè la maduració democràtica dels hàbits socials i la dimensió dels problemes han fet impossible que es mantingués el pacte de cavallers - de silenci? - Que tot ho cobria sota un mantell de campechanía no sempre ben entesa. En els règims d'opinió pública, els tractes de privilegi tenen sempre data de caducitat.

El príncep Bernardo d'Holanda, espòs de la reina Juliana, es va veure embolicat en diversos escàndols, entre d'altres del cobrament en 1974 d'una comissió de 1,1 milions de dòlars de la companyia aeronàutica Lockheed.

Pot una institució merament simbòlica, segons fixa la Constitució, complir les seves funcions en aquesta situació? La pregunta entronca amb l'afirmació continguda en l'article publicat per Fernando Rey a El País el 26 d'abril de l'any passat: "Ara bé, aquesta empremta simbòlica de la Monarquia la fa, a la vegada, extraordinàriament vulnerable. El secret del seu èxit és el seu potencial punt feble. La Monarquia s'alimenta de la confiança ciutadana d'una manera més urgent que la resta d'institucions perquè els titulars d'aquestes poden ser cessats, sancionats o no reelegits, però el Rei no ". El joancarlisme era, en certa mesura, la concreció social de la confiança ciutadana, però aquell mecanisme de suport o complicitat amb la persona ha decaigut i, per substituir-lo, no ha sorgit cap altre isme coronat o en condicions de poder ser-ho, sinó més aviat el cansament col · lectiu emmarcat per la desconfiança cap a les institucions i la política, els casos de corrupció sense desenllaç i el desgast de l'entramat sorgit de la transició. Tan urgent és revisar la Constitució de 1978 per posar al dia el model territorial, per més que el PP digui el contrari, com actualitzar el funcionament de la Corona si la meta és aconseguir per a ella una llarga, venturosa i confortable vida. Deixar les coses tal com estan seria tant com oblidar la proclama que William Shakespeare va posar en boca del rei Lear: "Armat està l'arc i estesa la corda; eviteu la fletxa".



 
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