En este año puede que finalmente se cumpla el sueño de William Wallace. El próximo 18 de septiembre , los escoceses decidirán si continúan formando parte de Gran Bretaña o si, por el contrario, se independizan de la tutela de Westminster. Pero esta resolución, que en los tiempos medievales de Braveheart (1270-1305) se forjó con el filo de la espada, en el siglo XXI se resolverá con el voto.
"¿Debería Escocia ser un país independiente?" es la pregunta única, pero crucial, que a medida que se acerca la fecha del referéndum polariza cada vez más a la sociedad escocesa.
El mes pasado, en un sondeo del instituto ICM, la opción por el no contó con un 44% de adhesión, frente a un 37% del sí. Sin embargo, a pesar de imponerse hoy, hace tan sólo cuatro meses la diferencia que el no a la independencia le sacaba al sí era de 17 puntos porcentuales.
El Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) es el máximo referente del movimiento que busca el divorcio con Gran Bretaña. Su líder y primer ministro escocés, Alex Salmond, a quien algunos de sus adversarios acusaron de ser "el hombre que va a despedazar a Gran Bretaña", es una de esas figuras políticas que despiertan pasiones tanto a favor como en contra.
Denise Mina, una escritora escocesa, dijo a LA NACION: "Salmond es un gran político, pero por razones que no comprendo bien, posiblemente la amplitud en el espectro de los partidarios del sí es muy impopular, incluso en su propio partido. Muchas personas pro independencia dicen que van a deshacerse de él tan pronto termine la votación".
Pero otros independentistas lo estiman, como Marie Christie, una desempleada de 54 años que participa activamente en debates sobre el referéndum: "A muchas personas no les cae bien Alex Salmond, piensan que es arrogante. Pero yo creo que es un hombre que actúa conforme a los principios que defiende. Creo que los escoceses deberíamos estarle agradecidos, sin él jamás hubiéramos llegado a esta instancia", dijo a este medio.
Si bien es antiunión, Salmond nunca se mostró antiinglés y tiene una buena relación con la casa real, a tal punto que, a diferencia de Gordon Brown o Tony Blair, él sí fue invitado a la boda de Guillermo y Kate Middleton.
En noviembre del año pasado, el gobierno de Salmond publicó el White Paper , una guía inspirada en los modelos socialdemócratas de los países nórdicos, que propone, entre otras cosas, grandes cambios en seguridad social. Según el primer ministro, de esta forma queda en evidencia que no busca "la independencia como un fin en sí mismo, sino como un medio para lograr un país mejor".
Pero la asociación entre independencia y políticas sociales desató polémica. Una abogada escocesa que prefirió mantener su nombre en el anonimato dijo a LA NACION: "Con el informe queda en claro que la independencia es el proyecto personal de un hombre. Yo puedo querer ser independiente, pero no querer un Estado de bienestar".
Sin embargo, Michael Keating, profesor de la Universidad de Aberdeen y director del Scottish Center on Constitutional Change (Centro Escocés para un Cambio Constitucional), opinó: "Si bien es cierto que el partido se inclina por una visión socialdemócrata, particularmente para diferenciarse de Inglaterra, que según ellos está en la derecha, también es verdad que dejó abiertos espacios de deliberación y que incluso dentro del SNP hay visiones distintas de lo que debería ser el país en el futuro".
En la mira de otros
Mientras tanto, en el campo de batalla de la campaña electoral, los bandos parecen estar más preocupados por cautivar votos que por brindar certezas, especialmente cuando se trata de temas económicos.
"Ambas partes exageran el impacto económico de la independencia. El éxito no es una cuestión de ser o no independientes, tiene que ver con las políticas que se apliquen. Hay que tener en cuenta que las diferencias económicas entre Escocia e Inglaterra no son muy grandes. Se podría argumentar que aún con la independencia las cosas no cambiarían mucho", afirmó Keating.
"El debate está tan polarizado que nadie quiere admitir que podría haber complicaciones tanto si nos separamos como si nos quedamos en Gran Bretaña", opinó Denise Mina.
Más allá de la retórica interna del debate, el caso de secesionismo pacífico escocés marca una diferencia en un mundo que está más acostumbrado a que estas cuestiones se resuelvan a través de las armas (Chechenia, Sudán y Sri Lanka son sólo algunos ejemplos).
"El caso escocés ciertamente será tomado como un precedente político por los catalanes, los vascos y los flamencos, que seguirán el proceso de septiembre muy de cerca", señaló Keating.
"No se vayan", exhortó Cameron
"No se vayan. Queremos que se queden", les dijo ayer el premier británico, David Cameron, a los ciudadanos de Escocia, que en septiembre próximo votarán un referéndum sobre la independencia de Gran Bretaña. Además, les advirtió que es "extremadamente difícil" que mantengan la unidad monetaria.
En un discurso apasionado, Cameron exhortó a los ciudadanos de Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra a que difundan el mensaje, vía correo electrónico o Twitter. "Hablen a sus vecinos, a sus familiares. Cada uno en el país pida a los escoceses que se queden", dijo.