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Los amantes de la belleza del cielo nocturno estuvieron de plácemes con la tercera superluna del 2014, observada el nueve de septiembre.
Esta luna algo más cercana trajo mareas vivas, por el incremento de la fuerza gravitacional. Algo propio de todas las lunas llenas y hasta nuevas, dicen los expertos.
Otros sucesos como erupciones volcánicas o terremotos, si transcurren en ese tiempo, son simple coincidencia, porque nada tienen que ver con la luna en perigeo, el nombre dado por los científicos a este evento que tanta atención ha despertado.
El fenómeno astronómico causó admiración por el brillo –un 30 por ciento mayor- y el tamaño superior que se apreció en el satélite natural de la Tierra, un 14 por ciento más que lo usual.
Para que una luna llena o en plenilunio se llegue a convertir en superluna, debe coincidir que se encuentre en perigeo, o sea, a una menor distancia de la tierra. que lo habitual.
En Cuba fue avistada por el ciudadano común y sin equipos especiales con un llamativo color naranja al comienzo, pero más tarde cobró su acostumbrado resplandor blanco plateado.
Usualmente la luna dista a unos 400 mil kilómetros de nuestro planeta y en su perigeo la distancia disminuye hasta unos 350 mil, una diferencia de unos 50 mil kilómetros, que es notable.
Es un suceso que no ocurre todos los días. Los tres sucesos similares de 2014 han sido excepcionales.
Observar la superluna, cuando no se tiene experiencia en la visualización corriente de la luna llena , puede decepcionar a más de uno, pues el incremento en tamaño, aunque real desde el punto de vista óptico, no será tan apreciable para el ojo no avisado. En cambio, sí se nota el gran fulgor.
Para próximos avistamientos, se aconseja mirar al astro en los momentos de su salida en la línea del horizonte y no esperar a que esté en lo alto, para obtener las mejores visiones y fotografías.
La luna de anoche no fue tan magnífica como la del pasado 10 de agosto. La anterior, de un ciclo de tres, sucedió el 12 de julio, también en este mismo año.
Pero nos dio un hermoso espectáculo, con la magia de una auténtica “luna de limón”, como llamara algunas veces a los plenilunios el escritor G.K. Chesterton en su conocida saga de Las Aventuras del Padre Brown.
Al describía las peripecias del estrambótico detective, lo situó por momentos en fantásticas “noches de hadas” de la campiña inglesa, bajo una brillante luna de limón.
Comparar la forma del satélite terrestre con la de un limón no es solo cosa de literatos.. Científicos estadounidenses han coincidido en el uso de este símil a la hora de describir los contornos del cuerpo celeste, luego de un estudio minucioso.
En realidad, la luna tiene achatamientos en los polos y una protuberancia en uno de sus lados, que la asemejan a esa fruta cítrica.