Fidel, Raúl y otros dirigentes, en el Ayuntamiento de Santiago de Cuba. Esta vez los mambises sí entraron a la heroica ciudad. (Foto: Autor no identificado)
Por PEDRO ANTONIO GARCÍA/Fotos: Archivo de BOHEMIA y del libro La Caravana de la libertad (Editora Abril, 2009)
En 1958, al quebrar el Ejército Rebelde la columna vertebral a la tiranía, tras derrotarla de manera rotunda en la ofensiva batistiana de verano, Cuba vivía un momento similar al que enfrentó 60 años antes, cuando a España ya le era imposible vencer a los mambises por la vía militar (ver los artículos Aires de guerra imperialista y El último año de la tiranía, BOHEMIA, 5 de enero de 2018). El enemigo se desmoronaba, pero la guerra no estaba ganada. Por ello Fidel envía hacia el centro del país al Che y a Camilo, sus dos lugartenientes en las acciones del Primer Frente, para derrotar el cacareado Plan FF (Fin de Fidel).
Fidel se dirige a los bayameses. (Foto: Autor no identificado)
En los últimos días de 1958 -al tomar los rebeldes los cuarteles de Yaguajay y Maffo, el pueblo de Palma Soriano y Santa Clara, además de cercar Santiago de Cuba y Guantánamo- el sátrapa Fulgencio Batista se vio perdido y huyó como el ladrón que era, de madrugada, tal como usurpó el poder siete años atrás. Una conjura, estimulada por la embajada estadounidense, trató de frustrar el triunfo revolucionario. Ante tal situación, Fidel, desde Palma Soriano y por medio de Radio Rebelde, convocó a la huelga general “para contrarrestar cualquier intento de golpe contrarrevolucionario”, e impartió a Che y Camilo la orden de avanzar hacia La Habana.
Con Raúl, Almeida y efectivos del Primer, Segundo y Tercer Frente, el líder de la Revolución entró triunfante en Santiago. El Señor de la Vanguardia partió de Yaguajay en la tarde de ese día, con su Columna Dos, y tras una breve parada en Santa Clara, donde se entrevistó con el Che, siguió rumbo al cuartel Columbia, hoy Ciudad Libertad, en La Habana. El Che saldría poco después hacia la fortaleza de La Cabaña.
En el aeropuerto agramontino, con miembros del Gobierno Revolucionario. (Foto: Autor no identificado)
A media mañana del 2 de enero, cuando todavía los soldados batistianos permanecían muy bien armados en varios de los más importantes cuarteles del país, Fidel se marchó de Santiago de Cuba con la Caravana de la Libertad y enrumbó a Bayamo, sede de un importante Puesto de Mando de Operaciones donde unos 3 000 efectivos, provistos de tanques y artillería terrestre, aún no habían capitulado.
En Cautillo esperaron al líder de la Revolución los altos oficiales enemigos acantonados en la Ciudad Monumento, con una pequeña escolta. El comandante Juan Almeida relataría años más tarde: “En las conversaciones [los oficiales batistianos] inclinan las banderas y rinden las armas. Sin combatir, sin sangre, se gana una victoria más”. La escolta de la oficialidad enemiga, tras un breve diálogo con el Comandante en Jefe rebelde, soltó los fusiles y los apiló disciplinadamente, “como si fuera un horno de carbón”, confesaría tiempo después un testigo presencial a un periodista.
Multitudinaria acogida al líder de la Revolución en las ciudades del centro del país. (Foto: Autor no identificado)
En el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, Fidel se reunió con la antigua tropa batistiana. Solo los que habían cometido crímenes fueron aprehendidos. Muchos de los restantes aceptaron integrar compañías mixtas de artillería y tanques con los insurrectos. Almeida vio emocionado cómo “con los militares unidos a la Revolución y al pueblo, abierta la conciencia y el sentimiento revolucionario, marchamos juntos, proclamando el triunfo de la Revolución”. Los odiados uniformes caqui fueron cambiados por trajes de campaña de color verde y bayamesas cosieron brazaletes rojinegros para los nuevos reclutas.
Holguín ya había sido tomado por los efectivos del IV Frente Simón Bolívar, al mando del comandante Delio Gómez Ochoa. Allí se sumó a la Caravana un grupo de combatientes del Segundo Frente, comandados por Antonio Enrique Lussón, quien se puso al frente de las fuerzas que garantizaban la seguridad de la Caravana, estructurada en tres compañías encabezadas por Orlando Pupo y Pedro García Peláez, del Primer Frente, y Ramón Valle Lazo, de la Columna 17 del Segundo. Para conducir el yipi de Fidel, Raúl había designado a dos expertos choferes: los también combatientes Alberto Vázquez, ex trabajador de ómnibus en Santiago, y el habanero José Alberto León, Leoncito, ex empleado de una agencia de autos en la capital.
El Comandante en Jefe dialoga con el pueblo santaclareño. (Foto: Autor no identificado)
La Caravana entró al amanecer del 4 de enero a Las Tunas, ya ocupada por la columna 12 comandada por Pity Fajardo, y fue recibida horas después en Camagüey bajo una lluvia de flores y vivas de la multitud. Cuando le informaron a Fidel que todos los establecimientos de la ciudad de Agramonte habían cerrado debido a la huelga, se preocupó por si el pueblo estaba bien abastecido y orientó que, en caso contrario, las bodegas abrieran. Indagó con los dirigentes del M-26-7 en esa urbe: “¿Habrá comida suficiente para la tropa? Ocúpense de esto, que toda esta gente tiene hambre”. Alguien se interesó: “¿Dónde va a dormir usted, Comandante?” Y respondió: “De mí no se preocupe, procure sitio para los muchachos”.
En el balcón del Gobierno Provincial, ciudad de Matanzas. (Foto: Autor no identificado)
De nuevo en la carretera, al pasar por Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Guayos, Cabaiguán y Placetas, la Caravana era recibida con gritos de júbilo. El 6 de enero llegaba a Santa Clara y al mediodía Fidel le habló al pueblo en el parque Leoncio Vidal. Relegó un suculento almuerzo que le habían preparado en la ciudad de Marta Abreu, y continuó hacia Cienfuegos donde, como en otros lugares, la gente abarrotó las aceras para recibirlo.
En Matanzas, al conocer que las bibliotecas de la provincia eran insuficientes, insistió en la necesidad de erradicar esa deficiencia, tanto en la Atenas de Cuba como en todo el archipiélago. Fue a Cárdenas y visitó la casa natal de José Antonio y la tumba del héroe en el cementerio local. Ese mismo 8 de enero, marchó hacia la capital. El pueblo habanero se lanzó a las calles, lleno de júbilo. En la Virgen del Camino, Camilo se sumó a la comitiva.
Durante el recorrido de la Caravana, mantuvo contacto diario con la prensa. En la foto, conversa con un grupo de reporteros, entre los que se halla, próximo a él a la izquierda, Guido García Inclán. (Foto: Autor no identificado)
El cuartel Columbia era el destino final del recorrido. Allí Fidel dialogó con la multitud. “Creo que este es un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizás en lo adelante todo sea más difícil”, afirmó. Los asistentes, emocionados, ovacionaron sus palabras. El triunfo de la Revolución estaba consolidado.
Fuentes consultadas
Los libros La Sierra Maestra y más allá, de Juan Almeida, y Caravana de la libertad, de Luis Báez y Pedro de la Hoz; la compilación Fidel en el año de la Liberación, tomo I, de Eugenio Suárez y Acela Caner. Textos periodísticos publicados en BOHEMIA, 11 de enero de 1959; Revolución, 5, 6, 7 y 8 de enero de 1959; y Granma, 8 de enero de 1999, 3 y 8 de enero de 2015.