Una mañana un poco fría y nublada en Nueva York, un día después de un salvaje acto de terror en la parte baja de Manhattan. A pesar de todo ello la metrópoli lucía como siempre espectacular. El tren suburbano desde Connecticut llegó a la Estación Gran Central, de allí caminamos ocho cuadras llenas de gente, apurada, en muchas caras el típico stress de la gran urbe. En la avenida 1ra entre las calles 44 y 45 se veía el icónico edificio de las Naciones Unidas, la entrada principal queda una cuadra más arriba. Allí ya estaba un grupo de cubanos residentes en los EE.UU., defensores de su patria, y también decenas de estadounidenses y puertorriqueños simpatizantes con Cuba.
Varios incansables diplomáticos cubanos (de la Misión Permanente de Cuba ante la ONU), organizaban al colectivo, revisaban que estuvieran en la lista de invitados, y les extendían las invitaciones para la muy protegida instalación. A las 9:25 entramos, pasamos el chequeo (en inglés se dice “screening”), y tomamos el elevador hacia el balcón de los invitados.
La sesión comenzó puntualmente a las 10:00 am, en el orden que Cubadebate describió “minuto a minuto” y que no puedo relatar mejor.
Ese era el tipo de las opiniones, en el balcón de invitados, en los pasillos y en la explanada a la salida de la monumental instalación del East River, con su grandiosa vista de los rascacielos de Manhattan y de Queens.
Todos los asistentes apoyaban a Cuba, aún más después de la sesión donde primaron las más completa profesionalidad y solidaridad con Cuba. Entre esos 191 votos estaban Canadá, Francia, el Reino Unido, Holanda, Italia, Japón, Corea del Sur, Australia, los principales aliados de los EE.UU, grandes potencias como China, India y Rusia, ¡el Brasil de Temer!, ¡la Argentina de Macri! ¡Hábrase visto derrota tan aplastante!