¿Podríamos afirmar que el agua –una necesidad vital para todos- es súper abundante e inextinguible, que nunca dejará de fluir? El agua cubre 70% de la superficie del globo, pero sólo el 3% es agua dulce. La que corre por ríos y cataratas es incluso más escasa: es apenas 0.01% del agua dulce.

El agua representa 60% de nuestro cuerpo y todo lo que producimos, alimentos y objetos requieren de mucha agua. Producir un kilo de azúcar consume tres mil litros de agua, un kilo de café 20 mil litros, un automóvil casi 400 mil litros. Nuestro consumo influye directamente en el ciclo del agua y la biodiversidad.

La creciente necesidad de electricidad en las ciudades provoca la aparición de numerosos proyectos de presas hidroeléctricas, en perjuicio de los ríos. Un ejemplo de lo que se pretende hacer con la mayoría de los ríos, es el río Okavango que es una excepción. En vez de arrojar el agua al mar, se pierde en un desierto ardiente: el Kalahari. Antes de morir, el Okavango vierte sus nutrimentos para dar origen a un auténtico oasis de vida. El Okavango nace en Angola, atraviesa Namibia y cierra su curso en Botswana.

Los numerosos proyectos de construcción de presas para irrigar los campos y llevar agua y electricidad a las ciudades, amenazan con perturbar el régimen del río e impedir la recarga de los mantos freáticos. La construcción de una presa bloquearía inexorablemente esta marea de vida, no sólo se estancaría el agua favoreciendo la proliferación de parásitos, sino que podría provocar grave escasez de agua. Los pescadores no serían los únicos que padecerán las consecuencias de una presa. Miles de niños dependen de estas aguas y si detienen la marea providencial su salud estará en peligro. Sería uno de los riesgos de perturbar este extraño y milenario sistema natural de irrigación.

Los tres países que atraviesa el Okavango han firmado un pacto de no agresión del agua; el objetivo es una gestión razonada y organizada del recurso a lo largo de su curso, pero sigue siendo un arreglo frágil.

Las grandes ciudades se desarrollan a un centenar de kilómetros y necesitan energía, mucha energía, así que construyen presas hidroeléctricas en el río. Debemos tener presente la explosión demográfica urbana. Hoy vive más gente en las ciudades que en el campo, para el 2030 habrá 5 mil millones de citadinos, casi 80% de la población mundial. Cada semana, un millón de personas abandonan el campo para vivir en la ciudad.

Desde hace décadas las presas parecen encarnar el progreso, la modernidad que tanto nos enorgullece, nos ha fascinado poder controlar el curso del agua, transformarla en energía, en electricidad. Además a bajo costo, y mientras más grande la presa, más es lo que genera. Actualmente la energía hidroeléctrica representa 20% del total de la electricidad. Hemos construido muchas, casi 50 mil grandes presas en el mundo, para responder a nuestras crecientes necesidades de electricidad. Y simplemente nos olvidamos que hay que pagar un precio.

Itaipu, era la presa más grande del mundo hasta antes de la construcción de otro monstruo en China sobre el río Yangtsé. Esta presa fue terminada hace menos de dos años y generó la bonanza económica de la región, pero las consecuencias son muy graves.

El yangtsé, el río más largo de China, desde su fuente tibetana hasta el mar de China Oriental, se extiende a lo largo de más de 6 mil kilómetros. Este gigante alberga otro coloso: la presa de las Tres Gargantas, la más grande del mundo, con una longitud de más de dos kilómetros. La construcción de esta muralla requirió 12 años de trabajo y un presupuesto de 12 mil millones de euros, con la finalidad de generar electricidad para más de cien millones de chinos. La presa de las Tres Gargantas también fue diseñada para contener la cólera del Yangtsé, durante el siglo XX, las inundaciones cobraron más de 300 mil vidas.

Pero como mencionamos antes, esa energía tiene un costo. Para constatarlo basta viajar río abajo. Más de dos millones de hogares fueron desplazados. Quienes tuvieron el mal tino de resistirse fueron arrestados e incluso sentenciados a largas penas de cárcel.  Además se han ido presentando problemas de tipo natural, el fango que depositan las crecidas del río aporta la fertilidad y moldea los paisajes desde hace miles de años, pero ahora es bloqueado en parte por la presa. Los efectos más dramáticos aparecen a mil kilómetros, al final del río. Los aluviones –500 millones de toneladas al año- ya no se acumulan en la desembocadura del río. Cuatro kilómetros cuadrados de tierra han desaparecido y 90 millones de personas dependen de esa planicie nacida del trabajo del Yangtsé.

Ninguna crítica, ninguna amenaza parecen detener a los creadores de esta maravilla del genio humano, excepto quizá la naturaleza misma. En 1999 aparecieron importantes fisuras en la presa. Quedó en entredicho la calidad del concreto utilizado en esa región de intensa actividad sísmica. Tal vez la presa de las Tres Gargantas aún dará mucho de qué hablar.

Las presas son útiles, por supuesto, pero los perjuicios pueden ser numerosos.

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