Johnny Depp es un 4; Tom Hanks, un 6. Van Gogh era un 5, y Picasso, un 8. Los directivos de la CIA, de Microsoft, de Sony, de Pizza Hut y del hotel Ritz, entre otros, emplean números del 1 al 9 para conocerse a sí mismos, a los miembros de sus equipos y a sus socios, y de ese modo aumentar la calidad de su trabajo y de sus relaciones. Estas cifras conforman un sistema de reconocimiento de la personalidad denominado eneagrama que se está haciendo muy popular en el mundo de los recursos humanos. Pero no está ni mucho menos limitado al entorno empresarial, sino que cualquier individuo puede emplearlo para el autoconocimiento, para mejorar las relaciones personales e incluso para educar a sus hijos. “Es un sistema para comprendernos y para comprender a los otros”, explicaba recientemente Russ Hudson, cocreador de una de las dos corrientes más importantes de uso del eneagrama.
Aunque tímidamente, en España ya ha comenzado a emplearse. “Lo más habitual es que sean empresas multinacionales las que nos pidan directamente trabajar con el eneagrama porque ya lo conocen de las filiales en otros países”, asegura Marta Romo, pedagoga y gerente de la consultora Eurotalent. Pero también las españolas están incorporando esta herramienta en sus organizaciones. “El eneagrama te permite ver el potencial de cada persona del equipo y trabajar tanto individualmente como en grupo para sacar el máximo partido de su personalidad”, asegura Javier González, gerente de Francasalu, una empresa de inversiones. “En la psicoterapia breve se necesita conocer lo antes posible las personalidades para detectar los bloqueos y avanzar rápidamente, y el eneagrama es la herramienta más potente que conozco. Además ofrece muchas claves para que el individuo maneje las situaciones de estrés”, explica Victoria Cadarso, psicóloga discípula de Hudson y codirectora del Centro ITIEE.
Cada uno de los nueve eneatipos ha recibido nombres diferentes según las distintas escuelas, pero en todos los casos dan una imagen muy rápida del tipo de persona de que se trata (en el cuadro adjunto se incluyen los utilizados por Hudson y Riso). Al leer las características de cada tipo, lo normal es sentirse identificado, porque la base del eneagrama es que potencialmente todos llevamos los nueve tipos en el interior y, de hecho, el objetivo es lograr utilizarlos todos según las necesidades. Sin embargo, lo habitual es que sólo se manifieste uno, que es el que conforma la personalidad.
¿Y cómo determinar a cuál se pertenece? Los miedos y los deseos sonn importantes pistas sobre el eneatipo al que se pertenece. El 4 (el individualista o romántico) tiene miedo a no tener importancia para los otros, por eso crea permanentemente cosas nuevas, estilos; el 1 (el reformador o perfeccionista) teme no ser perfecto, de modo que sigue las normas al pie de la letra; el 6 (el leal, escéptico, apaciguador) busca la seguridad, es el especialista en imaginar todos los problemas que pueden surgir y tiene tendencia a refugiarse en el matrimonio, y el 3 (el triunfador o actor) tiene como deseo lograr el éxito, ser el mejor por encima de todo.
Los nueve tipos se pueden agrupar en tríadas. Los 8, 9 y 1 forman la tríada del instinto. Reaccionan con las áreas cerebrales más ancestrales, aquellas que se encargan de la supervivencia. Su estrategia en los momentos difíciles consiste en crear muros para que nada ni nadie tenga acceso a ellos. Los 2, 3 y 4 son la tríada del sentimiento, y cuando se sienten bajo presión ponen en funcionamiento el área cerebral asociada a las emociones, el sistema límbico. Su objetivo es obtener el reconocimiento y el afecto. La última tríada es la del pensamiento. Los 5, 6 y 7 viven inmersos en su mente imparable, en sus ideas. Necesitan saber que el otro está ahí, pero protegen su espacio. Algo muy importante a tener en cuenta es que ninguno es mejor que otro, sino que cada tipo tiene su luz y su sombra. Dos personas que pertenecen al mismo tipo pueden tener comportamientos aparentemente contrarios, porque una manifiesta el aspecto más negativo mientras que la otra encarna el positivo.
Lo primero que viene a la cabeza, a la vista de esta clasificación, es un cierto reduccionismo sobre la condición humana y su comportamiento. Sin embargo, Russ Hudson responde que la verdadera limitación se encuentra en el hecho de pensar que estamos condenados a actuar siempre de la misma forma. “Cuando conoces tu tipo se abre un espacio de creatividad que te permite ampliar el repertorio de modos de interacción con los otros y contigo mismo”, explica. “Lo importante es crear nuevos hábitos. La tendencia sigue estando ahí, pero cada vez es más fácil hacer otras cosas”.
Eso es lo que persigue el trabajo con el eneagrama: que el individuo descubra e integre numerosos modos de actuar, de forma que pueda elegir el más conveniente en cada situación. Precisamente, Javier González transmite esto a sus equipos comerciales. “Les digo que ellos no pueden cambiar a los clientes, pero que sí pueden modular su forma de actuar para mejorar la interacción”.
Todos los profesionales de un ámbito u otro que trabajan con el eneagrama coinciden en que es una herramienta extraordinaria para abordar los conflictos en las relaciones. “Se pasa de juzgar a entender. Ver al otro y comprenderlo desde su perspectiva aporta muchísimo”, afirma Marta Romo. Victoria Cadarso afirma que “en las terapias de pareja es muy útil porque permite ver rápidamente cuáles son los puntos de desencuentro y los de entendimiento”.
Para los que tengan reservas, Russ Hudson aclara que “para utilizar el eneagrama no hay que creer en nada; en cuanto se conoce un poco, se descubre que es muy simple porque refleja perfectamente la experiencia diaria”. Eso sí, como toda herramienta de conocimiento, tiene dos usos: “Si se emplea correctamente crea conexiones entre la gente, si se hace inconscientemente crea distancia”.