Estaba esperando que llegaras, convirtiendo mi rutina en resplandor, y mis caricias dormidas despertaras.
Como esa noche sin luna, mi ser vivía, pero las estrellas se alejaban, no venían, estaban celosas al saber que me querías, porque seré tuya en una hora, en un día, en toda la vida que me resta para calmar mi agonía.
Toma a esta mujer que tanto anhela sentir tu alma fundida en ella. BLANCA N. GARCÍA GONZÁLEZ Tarde Gris