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General: La Mesa Camilla
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La Mesa Camilla
En pleno día otoñal,
me dispongo a disfrutar,
de una manera sencilla,
la tarde de temporal
junto a la mesa camilla.
Veo encapotarse el cielo,
mientras en silencio espero,
disfrutando del paisaje,
en mi sillón orejero
con mi manta de viaje.
El viento lleva las hojas
con su fuerza arrolladora
a través de la calleja;
el sol tras las nubes llora
tenues rayos de tristeza.
La lluvia cae de las nubes
y por la calle discurre
entonando su canción,
entre notas que seducen
con nostalgia al corazón.
La mente entera se llena
con la armonía serena
de la belleza otoñal
del agua que triste suena
al chocar con el cristal.
José García Velázquez
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De: OSCARJ |
Enviado: 21/05/2021 14:39 |
NOTAS DEL ALMA INDÍGENA
¡Quién sabe!
Indio que asomas a la puerta de esta tu rústica mansión: . para mi sed no tienes agua? ¿para mi frío, cobertor? ¿parco maíz para mi hambre? ¿para mi sueño, mal rincón? ¿breve quietud para mi andanza?... -¡Quién sabe, señor!
Indio que labras con fatiga tierras que de otros dueños son: ¿ignoras tú que deben tuyas ser, por tu sangre y tu sudor? ¿ignoras tú que audaz codicia, siglos atrás, te las quitó? ¿ignoras tú que eres el Amo?... -¡Quién sabe, señor!
Indio de frente taciturna y de pupilas sin fulgor: ¿qué pensamiento es el que escondes en tu enigmática expresión? ¿qué es lo que buscas en tu vida? ¿qué es lo que imploras a tu Dios? ¿qué es lo que sueña tu silencio? -¡Quién sabe, señor!
¡Oh raza antigua y misteriosa de impenetrable corazón, que sin gozar ves la alegría y sin sufrir ves el dolor: eres augusta como el Ande, el grande Océano y el Sol.
Ese tu gesto que parece como de vil resignación, es de una sabia indiferencia y de un orgullo sin rencor.. Corre en mis venas sangre tuya, y, por tal sangre, si mi Dios me interrogase qué prefiero - cruz o laurel, espina o flor, beso que apague mis suspiros o hiel que colme mi canción responderíale dudando: -¡Quién sabe, señor!
PORFIRIO BARBA JACOB
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De: OSCARJ |
Enviado: 23/05/2021 14:23 |
BUENOS DIAS FELIZ DOMINGO
CAUPOLICAN
Ya todos los caciques probaron el madero.
«¿Quién falta», y la respuesta fue un arrogante: «¡Yo!»
«¡Yo!», dijo; y, en la forma de una visión de Homero,
del fondo de los bosques Caupolicán surgió.
Echóse el tronco encima, con ademán ligero,
y estremecerse pudo, pero doblarse no.
Bajo sus pies, tres días crujir hizo el sendero,
y estuvo andando... andando... y andando se durmió.
Anduvo, así, dormido, vio en sueños al verdugo:
él muerto sobre un tronco, su raza con el yugo,
inútil todo esfuerzo y el mundo siempre igual.
Por eso, al tercer día de andar por valle y sierra,
el tronco alzó en los aires y lo clavó en la tierra
¡como si el tronco fuese su propio pedestal!
JOSè SANTOS CHOCANO
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