Algo real en mi vida, que quien lo halla visto tal cual o semejante se quedaría con gran miedo y a la vez perplejo:

Siendo yo a penas un niño de 12 años, me encontraba a escasos metros de la cama de mi madre acostado en una colchoneta en el piso de mi casa, situada frente al televisor. Mi madre quien también yacía en su cama viendo la novela, se quedó dormida, y en esto pude observar debajo de la cama de mi madre una entidad maligna de color oscuro, que todo lo tornó en tinieblas, esbozando un gruñido espantoso y con vista roja e incandescente me miraba de manera terrible, y además de yo sentir un escalofrió que me estremeció de pies a cabeza, un gran miedo me invadió. Me acordé entonces de la Oración del Padre Nuestro, y comencé a recitarla, y a la medida que la recitaba, veía yo que la entidad maligna retrocedía e intentaba avanzar hacia donde estaba. Lo más sorprendente que también pude ver, es que entre tanto había esta situación, de repente un personaje vestido totalmente de blanco y con una aureola cubriéndole el rostro se apareció, y la entidad maligna al instante se desapareció. Con la presencia de ese ser, aún observé que la luces de los bombillos de mi casa se opacaron, y levantándome yo de la colchoneta me le arrodillé, y me habló en un lenguaje metálico, que no pude comprender, y al yo levantarme delante de su presencia, procuraba mirar su rostro pero por la luz de la aureola no me fue posible, sólo si noté que él se reflejaba en un tabique de cartón pintado de blanco y su fisonomía era perfilada con cabello largo. Este ser en su partida se desapareció por el callejón de mi casa.

Posteriormente a ello, tuvo que pasar 6 años para que cuando yo llegué al evangelio me pude darme cuenta que era el Espíritu del Señor, quien al yo recitar el Padre Nuestro libró a mi madre y a mí de esa entidad maligna. Final de lo sucedido con respecto a esto, es que no todos tienen la virtud de cosas que no se pueden ver a la simple vista de la carne, solo se necesita la chispa o luz espiritual para verlas, y que pienso que no sólo creo en Dios por la Palabra, sino que con más sobradas razones por lo que vi para creer. Siendo esta no la única experiencia, ya que así como vi lo malo y lo bueno, también pude ver en otras ocasiones entidades malignas., y también mi enfrentamiento con personas poseídas de demonios.