Matrimonio y divorcio en los Santos
Evangelios. Parte I
Antes de abordar este tema veamos el contexto histórico
en la época de Jesús:
"Tampoco se dio entre los judíos una
difamación del matrimonio ni un ideal de virginidad o de celibato. Los levitas
y los sacerdotes debían casarse, aunque sólo con honradas vírgenes de Israel.
El compromiso previo al matrimonio se llamaba «kiddushin» (encarnación) y la
soltería era tenida por una desgracia, un castigo de Dios. Por ello, el hebreo
veterotestamental no tiene ni una sola palabra que signifique soltero, porque
la idea era completamente inusitada. En la época postexílica se instaba
formalmente a los padres para que casaran a sus hijos cuanto antes: a las
chicas a los quince años y a los jóvenes a los dieciocho. Asimismo, se
consideraba la esterilidad como un oprobio; de ahí que Lot entregara a sus
propias hijas."
KARLHEINZ DESCHNER, HISTORIA SEXUAL DEL
CRISTIANISMO, YALDE, 1993, ISBN 9788487705090) (Ver link pág. 35 del libro)
Si "la soltería era tenida por una desgracia,
un castigo de Dios" imaginemos a una mujer soltera, o peor aún, divorciada!
Además:
"En el Antiguo Testamento, el nombre del marido, «ba 'al» le
señala ya como propietario y señor de la mujer («b'eulah»). El Levítico
equipara a la mujer con los animales domésticos y en tiempos de Jesús sigue
estando a la misma altura que el niño y el siervo. Por cierto que todavía en el
siglo XX se reza en la sinagoga: «Te doy las gracias, Señor, porque no me has
hecho infiel, ni siervo (...), ni mujer».
En la misa judía, como más tarde en el catolicismo, la mujer fue
rigurosamente postergada.
Se la excluyó de toda participación activa. Oración, lectura,
predicación, eran tareas del hombre. Se le prohibió el estudio de la Torah,
pese a que éste se consideraba necesario para la salvación, y se la relegó en
el templo hasta el vestíbulo. ¡Incluso los animales sacrificados debían ser de
sexo masculino! Los judíos también sabían que Dios casi nunca habla con
mujeres, que el primer pecado vino por una mujer y que todos tenemos que morir
por su causa; y llegan al extremo de afirmar que «el defecto del hombre es
mejor que la virtud de la mujer».
También en la vida cotidiana la mujer fue desacreditada. Hablar
con ella más de lo estrictamente necesario o dejarse guiar por su consejo
estaba castigado con las penas del infierno; no se saludaba a las mujeres, ni
se les permitía que saludasen a otras personas. Su vida valía menos; el
nacimiento de un niño causaba regocijo, el de una niña se soportaba. El Antiguo
Testamento ignora a las hijas en el tratamiento de la sucesión; hasta podían
ser vendidas como esclavas (9).
KARLHEINZ DESCHNER, HISTORIA SEXUAL DEL
CRISTIANISMO, YALDE, 1993, ISBN 9788487705090 (ídem pág. 34 y 35)
Siendo que en aquel tiempo el marido era el propietario
de su mujer, va de suyo que podía deshacerse de ella como de un mueble o como
de un siervo. Pero no a la inversa. El destino de la mujer en la antigüedad se
limitaba a dos posibilidades:
1.
Vivir como posesión-objeto de su padre.
2.
Vivir como posesión-objeto de su marido.
Fuera
de estas dos posibilidades, sólo le quedaba la soltería, lo que implicaba vivir de la prostitución (que en la Biblia se llama fornicación). Igual
destino le correspondía a la mujer despedida por su marido mediante libelo de
repudio.
Todo esto tornaba la situación de la mujer de entonces
casi desesperante.
Fue por eso que Jesús ordenó en aquel momento:
Mat
19:9 *Y yo os digo que cualquiera que
se divorcie de su mujer, salvo
por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio.*
|
Es decir, quien piensa divorciarse de su mujer y casarse
con la mujer del prójimo.
La infidelidad
no necesariamente se refiere a lo sexual, sino que es un concepto más amplio y
no tan materialista.
Dice Deschner:
*El ascetismo cristiano no tiene en Jesús ningún apoyo. Jesús
representa el celibato, la discriminación femenina y matrimonial, los ayunos y
otras prácticas penitenciales en tan escasa medida como el militarismo o la
explotación.
Nunca se revolvió contra la libido como tal, nunca consideró lo
sexual, per se, como contrario a Dios. La continencia tampoco desempeña ningún
papel en el substrato tradicional común anterior a los cuatro evangelios. No
cuesta mucho imaginar con qué radicalidad habría condenado Jesús el mundo de
los instintos si el asunto le hubiera importado. En cambio solía relacionarse
incluso con pecadores y prostitutas. Y las leyendas de su nacimiento virginal
—que se encuentran sólo en los evangelios más recientes y siguen el modelo de
los hijos de dioses, nacidos exactamente de la misma manera— tampoco incluyen
ninguna clase de comentario ascético (1).*
KARLHEINZ DESCHNER, HISTORIA SEXUAL DEL
CRISTIANISMO, YALDE, 1993, ISBN 9788487705090 (ver link pág. 42 del libro)
En Mat 19:9 Jesús define (o redefine, mejor dicho)
el adulterio que dice consiste concretamente en dos actos sucesivos:
1. Divorciarse de una mujer.
2. Casarse con otra.
Si no se dan estos dos requisitos no existe adulterio
alguno.
El primer requisito implicaba que debería tratarse de un
hombre casado. O sea que se excluía a los solteros.
El requisito nº 2 implica un nuevo matrimonio, es decir
un segundo matrimonio con otra mujer.
La infidelidad excluye al adulterio. Dado que no se
especifica a la infidelidad de quién se refiere Cristo, entendemos que es a la de ambos cónyuges, lo que no significa
que ambos tuvieran que haber sido infieles simultáneamente, ni recíprocamente,
ni siquiera sucesivamente. Basta la infidelidad unilateral de cualquier de
ellos para que se habilite el divorcio.
Entonces, interpretando todo lo hasta aquí dicho: Si hubo
infidelidad, no hay adulterio (ni en 1 ni en 2). La infidelidad legitima 1 y 2.
Es decir la infidelidad habilita el divorcio y excluye el adulterio. Sin
infidelidad no puede haber divorcio humano.
Pero puede haber casos (y de hecho los hay) que aun mediando
infidelidad y siendo conocida por ambos cónyuges, no quieran ninguno de ellos
divorciarse. Pueden optar por tolerar esa infidelidad, o incluso, disculparla.
¿Estarían -desde el punto de vista cristiano- habilitados para divorciarse,
pero no optar por esta solución?
Creemos que aquí hay que hacer una distinción importante:
1.
Cuando la infidelidad es perdonada, deja de ser infidelidad.
Ergo, no hay causal de divorcio.
2.
En cambio, si la infidelidad es tolerada, (aunque
no perdonada) si, es causal de divorcio, y aunque no se separen, el vínculo
matrimonial ya no existe. Por más que convivan viviendo bajo el mismo techo lo
harán, pero no en carácter de matrimonio.
En este caso el vínculo matrimonial se transmuta en otro (pareja,
novios, amigos, compañeros, etc... Pero no matrimonio formal.
El mandamiento va dirigido al hombre exclusivamente, pero
por razones históricas, porque sólo el hombre estaba legalmente facultado para
divorciarse, y le bastaba simplemente expedir libelo de repudio para
ello. La
mujer no tenía similar derecho en aquel tiempo.
(Continua en Parte II....)