Parte 6
Sabiendo Dios que el hombre en su condición
humana, física y materialista y su formación religiosa tradicional, nunca
podría por si mismo cumplir con la Ley que lo llevaría de vuelta al Paraíso
dispuso, que si por una mujer entró el pecado y dio origen a la Ley que
condenaba al hombre, por otra mujer entraría la gracia del perdón de Dios que
lo libertaría de esa condenación. Esa maravillosa mujer por la gracia de Dios
fue la virgen María, mujer formada en la santidad, mujer que Dios escogió desde
el vientre de su madre, y aún desde antes para que fuera el canal bendecido por
el cual naciera el Hijo del Hombre al que el Padre confirmó a su tiempo como su
Hijo Unigénito. Por eso su Palabra dice en boca del Apóstol Pablo:
"Pero, escúchenme, En una casa el
hijo ya es dueño de todo, pero mientras es niño en nada se diferencia del
esclavo. Está sometido a quienes lo cuidan y se encargan de sus asuntos hasta
le fecha fijada por su padre. Lo mismo nosotros, pasamos por una etapa de niñez
y estuvimos sometidos a las fuerzas y principios que rigen al mundo. Pero,
cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, el cual nació de
mujer y fue sometido a la Ley, con el fin de rescatar a los que estaban
sometidos a la Ley, para que así llegáramos a ser hijos adoptivos de Dios.
Ustedes ahora son hijos; por esta razón, Dios envió a nuestros corazones el
Espíritu de su propio Hijo que clama al Padre ¡ Papaíto!. Así pues, ya no eres
esclavo, sino hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios. En otros tiempos
no conocían a Dios, y sirvieron a los que no son dioses. Pero ahora que ustedes
conocieron a Dios, o más bien, que él los ha conocido, ¿cómo pueden volverse a
cosas miserables y sin fuerza? ¿ Otra vez quieren someterse a ellos?. Ya que
vuelven a observar días y meses y tiempos y años, me hacen pensar que me haya
fatigado inútilmente"
Gálatas cap. 4: versículos del 1 al 11
Reflexionemos:
¿Es usted de las personas que prefieren
seguir dejando toda la responsabilidad de sus asuntos espirituales en quienes
lo cuidan y lo alimentan de la Palabra, porque no ha querido, o no ha tenido
tiempo para crecer espiritualmente a través del estudio, reflexión y meditación
en la enseñanza de Jesús y por lo mismo sigue permaneciendo en esa etapa de niñez?
A muchas personas les ha sido dado el
discernir la enseñanza de Jesús a través de la meditación seria y profunda de
su Palabra plasmada en el Nuevo Testamento y están reconociendo los tiempos
nuevos del Espíritu Santo, por lo que se han estado levantando de sus asientos
para recibir en sus corazones el Espíritu de la Verdad y alcanzar la plenitud
de los tiempos, dejando de observar días y meses y tiempos anteriores para
guardar y enseñar a cumplir fielmente la Palabra de Jesús como la indiscutible
voluntad de Dios y dejar de ser esclavos de las cosas y tradiciones religiosas
de este mundo para poder ser verdaderamente levantados a su condición
espiritual, para no solo ser llamados hijos de Dios, sino ser reconocidos como
sus obedientes hijos y reclamar la herencia prometida, que por su gracia y
misericordia infinita será compartida con nosotros a través de Jesucristo
Nuestro Señor.
Lo que nos dará derecho a reclamar esa
herencia de grandes y maravillosos tesoros espirituales que en mal momento el
hombre cambió por los tesoros materiales, es el hacer nuestra realmente la
Palabra de Dios que se encuentra escrita por el Evangelista Juan en el cap. 8:
versículos 31 y 32 que dice:
"Si ustedes guardan siempre mi Palabra,
serán mis verdaderos discípulos, entonces conocerán la verdad, y la verdad los
hará libres”.
Si guardamos fielmente la Palabra de Jesús,
serán nuestras todas las promesas que Dios hace al hombre, entre ellas, la
promesa siguiente que nos dará la bendición para esforzarnos y ser valientes
para guardar y enseñar a cumplir su mandato.
"Les dejo la paz, les doy mi paz.
La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes
angustia ni miedo”
Juan cap. 14: versículo 27
Así pues, si queremos ser elevados a la
condición de ser reconocidos como hijos obedientes de Dios meditemos
profundamente en la Palabra de Jesús, pidiendo al Espíritu Santo la conducción
necesaria para discernir adecuadamente las Escrituras del Nuevo Testamento.