Mujeres con discapacidad hablan de los problemas para acceder al mundo laboral
Hasta hace muy poco nadie se había dado cuenta de que Carmen Rascón tenía un problema serio de visión. Nadie, excepto ella misma, claro. Dice Carmen que no sabía qué le pasaba con exactitud, pero que siempre había tratado de ocultarlo, incluso cuando encontró trabajo en una pescadería y tenía que poner carteles con la letra muy grande para poder saber donde estaban los pescados que los clientes le pedían. «No quería que el empresario se enterara de que no veía bien».
Y es que si en general, y así lo demuestran las cifras, las mujeres encuentran siempre más barreras para acceder al mundo laboral que los hombres, cuando sufren alguna discapacidad, esas barreras son aún mayores. Para poner de manifiesto esta situación y concienciar a la sociedad en general y a los empresarios, en particular, ayer Comisiones Obreras celebraba las jornadas Mujer y Discapacidad, en las que cuatro mujeres, con distintos tipos de discapacidad, explicaban las dificultades que han encontrado a lo largo de sus vidas en el mundo laboral.
Francisca Hidalgo Vargas es vicepresidenta de la Asociación de Esclerosis Múltiple de Jaén. Ahora está jubilada por su discapacidad. «Estaba muy bien en mi trabajo hasta que caí enferma. Estaba demasiadas veces de baja y a mi empresa le interesó más que me jubilara. A mi lo que me gustaría es poder seguir trabajando, aunque es cierto que tengo mis limitaciones. Tenemos que hacer entender a los empresarios que nuestra enfermedad nos limita para unas cosas, aunque no para otras».
Ana María López, por su parte, es empleada del centro especial de empleo Frioconfit, en Baeza, que tanto está dando que hablar por las protestas y denuncias constantes de los trabajadores a los empresarios. Ana María sufre una artrosis degenerativa. «Entré a trabajar en este centro, subvencionado en buena parte con fondos públicos, con mucha ilusión. Era una persona mayor, discapacitada y sin estudios y creí que era una gran oportunidad, pero nada más entrar me di cuenta de que los trabajadores allí estaban acosados, maltratados y manipulados».
Completamente diferente es la historia de Francisca Carretero, quien trabaja también en un centro especial de empleo, CEE Acodis, junto con su marido. Ambos sufren una discapacidad, pero tienen un contrato indefinido e incluso comparten los mismos turnos de trabajo. |