“A Dingo”
En mis brazos se quedaron
tus fuertes miembros de atleta;
tus grandes ojos abiertos
y sin siquiera una queja.
Tus hermanos, Chuli y Micky,
en buscarte se desvelan;
tu madre en tierra llorando,
tu padre mudo de pena.
Que un conductor malvado
tu sangre puso en la arena;
él: rencor, envidia y saña;
tú: vigor, fuerza y nobleza.
Desasosiego en tu rostro
por tu imprudente carrera,
mas caricias de mis manos
un ¡hasta luego! te llevan.
¡Tu dueño te sigue amando!
¡Ya en tu semblante reflejas
la paz y la dulce calma
de una existencia plena!
Tao Minuto y Tao Dingo,
juntos ya en la vida eterna,
en el cielo nos veremos
portando la misma vela.
De la obra “Vida y mente” |