Resurrecciones
I
Viví una infancia de años minúsculos con mi sabia ignorancia de niño… y corrí por campos ajenos creyendo que todo era mío. Las cosas se daban silvestres: la finca, el solar y los ríos… Saltaba por valles y prados, dormí bajo lunas y estíos. Iba dando nombre a las flores, al cielo, a la planta, al olivo… y fui descubriendo tesoros: muchas estrellas y nidos. Viví una infancia minúscula con mi sabia ignorancia de niño. El cielo era un globo de viento incrustado de soles chiquitos. Yo tuve mi reino flotante: mi reino fue el mar, el camino… La Tierra era una finca sin dueños que colgaba de cuerdas, de hilos. Seguí descubriendo tesoros: ¡hallazgos de hombres y niños!
II
Pero yo sólo era dueño del mundo… ¡ese mundo pequeño era mío¡ Jugué con juguetes de barro, dibujé con mi lápiz mordido… Más nadie era dueño de nada ¡ya nada aceptaba dominio!
III
Todo tiene un comienzo lejano, quizá una causa, un motivo… me bastaba saber que las cosas de alguna manera han nacido. No tuvo jamás importancia en mi edad de rosa y de niño, cosas distintas del agua, del juego, del hambre y del frío.
IV
Papá era un hombre muy fuerte… yo amaba a mi padre querido que supo cubrirme de besos, abrazos, palabras y mimos. Todo se daba silvestre: la casa, el solar y los ríos… Y yo era dueño del mundo… ¡ese mundo pequeño era mío!
V
La desgracia llegó con los años. Con los años llegó mi destino… Eran distintas las cosas: el tesoro, la estrella y el nido. Ya no colgaba la Tierra ni de pitas, ni cuerdas, ni hilos: la Tierra estaba cercada en porciones de mundos vendidos. Nada se daba silvestre, todo costaba un martirio… Y era mi padre un esclavo… … ya ni mi padre era mío.
Max Rangel Fuentes
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